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Dicen que ayudan a trabajadores, quienes saben muy poco del trabajo, pues nunca laboraron en el tajo y persiguen a los emprendedores. Del alboroto fieles seguidores, procuran guarecerse en su sombrajo, y acuden disfrazados de espantajo pero perciben sueldos de auditores.
En esta España insólita en la que vivimos, y donde cualquier anomalía tiene su asiento, siempre que vaya descaradamente a favor de la izquierda revolucionaria, vamos a soportar una manifestación sindical en la que los sindicatos, no van contra el gobierno sino contra la oposición.
Me duele escribir sobre ellos, más cuando fui sindicalista hace años. Entonces los sindicalistas estábamos más cercanos a los trabajadores actuando frente al empresario directamente, por necesidades o reivindicaciones concretas.
¿Sindicatos del poder? ¿Sindicatos de izquierdas? Efectivamente, las dos cuestiones son ciertas, son reales. Estos sindicatos suelen moverse en el contexto de la descalificación y del desprecio, y lo más grave, es que descalifican y desprecian a sus propios representados. Estos sindicatos del poder son como un Frente Popular antisistema a la antigua usanza.
Mira, mira, ya se anuncia el tropel embaucador, afirmando que caminan, por trayecto agotador, cuando la verdad desnuda, es que viajan a motor y a la entrada de los pueblos montan la simulación.
Cuando se cumplen 20 años del informe de la CVR, recordamos a Roberto Chiara, uno de los principales sindicalistas asesinados por senderistas, quien, el pasado 20 de agosto, debió haber cumplido 73 años de edad. Chiara, quien fue el principal dirigente clasista de los trabajadores del calzado, fue abaleado en 1990, por mao-terroristas.
Dicen que ayudan a trabajadores, quienes no saben nada del trabajo, pues nunca laboraron en el tajo y son azote de los emprendedores.
Si analizamos “la cosa”, aunque sea someramente, a cada paso que damos, el IVA nos persigue: al comprar el billete del autobús, al desayunar en el bar o cafetería, al comprar la prensa, al fumar el primer cigarrillo, al repostar el coche, al pagar la cuenta de supermercado, al comprar un libro, en la visita al dentista o a la farmacia.
Cada vez son más quienes afirman que “los sindicatos son la peor estafa de un país después de las comunidades autónomas”. España no pierde nada porque desaparezcan los sindicatos de malversadores. No estaría de más que el nuevo sindicato “solidaridad” diera una lección de actuación, métodos y honradez a las vetustas organizaciones sindicales de clase; es decir, clasistas. A ver si así aprenden a trabajar y a conjugar ese verbo.
“Integrar la Nación implica derechos y obligaciones, por lo que ésta co-representación y un frente nacional conjugado no negaría las críticas de las minorías; se debe procurar la idea de una representatividad política compartida, que surja del efecto derrame del ejemplo de nuevos cuadros militantes. Merecería enumeración especial la noción de “Gestión compartida”. Pero esta pequeña premisa ¿no es acaso la receptada y adoptada por los modelos de los países nórdicos que tanto gusta citar? Se trata de confluir primero, para consensuar después”
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