Los españoles deberemos ser de una raza especial, porque, a la vista de las noticias con las que -cada día- nos obsequian los medios de comunicación social, tenemos más paciencia que Job, o, por el contrario, nos importa un rábano lo que hagan los miles de chupópteros que viven, empezando por este Gobierno sobredimensionado, de las sangrías monetarias que nos practican sin parar en cada movimiento que hacemos.
Si analizamos “la cosa”, aunque sea someramente, a cada paso que damos, el IVA nos persigue: al comprar el billete del autobús, al desayunar en el bar o cafetería, al comprar la prensa, al fumar el primer cigarrillo, al repostar el coche, al pagar la cuenta de supermercado, al comprar un libro, en la visita al dentista o a la farmacia. Hago un inciso para recordar que los porcentajes de IVA son del 4%, 10% y 21%. Con Franco el tipo único de ITE; era el 2,50%. Pero, además del IVA, los españoles pagamos IRPF y muchos impuestos más, cuya relación me llevaría el resto de este escrito.
Pues miren ustedes, pacientes compatriotas míos, además de todo esto, parte de esa sangría, va a parar a los sindicatos, en forma de subvenciones estatales (13,8 millones en 2021) porque, pobrecillos, las aportaciones de los trabajadores (cada vez más escamados) no alcanzan para cubrir gastos, muchos de ellos escandalosamente innecesarios, por no decir otra cosa.
Ahora el Tribunal Constitucional reclama a UGT casi diez millones de euros por las irregularidades cometidas en el asunto de los ERE y ¿saben qué piden estos "sindicalistos”? Pues, que el Gobierno les ayude; o lo que es lo mismo, que usted, yo, y todo quisque, paguemos su deuda. ¿Qué les parece? A mi muy mal porque esa deuda es fruto de una gestión al parecer fraudulenta que deberán pagar tan solo los responsables. Veremos qué final tiene este asunto. Yo soy pesimista.
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