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Desde el humorístico “Qué fantasma eres”, a los fantasmas de verdad, se extiende un trecho enorme bien cubierto de curiosidades, asuntos importantes, ocultamientos flagrantes y supersticiones sugerentes. No se trata de ser exhaustivo ni preciso hasta la mayor finura; en conceptos como el de hoy, predomina el carácter evanescente tendente a lo desconocido.
Es un insólito proyecto perseverar en el poder y corromper la libertad. Por ello, reavivemos nuestros andares, modifiquemos nuestras actitudes, tracemos en nosotros el compromiso de poner en valor la propia existencia, con comportamientos y estilos de vida sustentados en lo ético, que es lo que realmente nos transforma y renueva mar adentro.
Hay que alzar la voz y hasta irrumpir en combate anímico contra uno mismo, eso sí como poetas en acción. De entrada, pongamos fundamento en la coherencia, entre el decir y el hacer. No podemos bajar la guardia, ni tampoco cultivar la indiferencia. Me niego, pues, a habituarme a este mundo tenebroso, al que hay que plantar cara ante las fuerzas del odio y la división, con otros abecedarios más del corazón que del cuerpo.
Ciertamente, en la sociedad digital y del espectáculo y la diversión en la que vivimos, el esfuerzo no está suficientemente reconocido, de forma general. Los resultados en los ámbitos profesional y vital no se logran por suerte o por azar, ya que intervienen, de modo decisivo, la dedicación y la entrega en cuerpo y alma a lo que se desea lograr. Algo que se aplica a todos los aspectos de la existencia.
Cuando escuchamos a los expertos acabamos convencidos de que nuestro estado natural es la controversia; un poco de aquí, otro poco de allá, y vamos a condimentar alguna componenda. Se nos suele olvidar el carácter interrogativo de cualquier aproximación a la realidad; expertos o no, caemos en el error de comenzar avasallando con la idea propia.
Todas las naciones son conscientes de sus tragedias internas y de sus desarrollos colonizadores abusivos por las épocas, pero hoy, siglo XXI, esas mismas naciones son conscientes de su responsabilidad en el desarrollo de aquellas colonias, hoy Estados en formación y necesitados de apoyos “neutrales”, al tiempo que “comerciales por intereses mutuos”.
Tenemos que buscar los vínculos de pertenencia, hacer memoria de los caminos recorridos hasta ahora, rehacernos con optimismo frente al destino del mundo cuajado de esclavitudes, con esa capacidad de mirar hacia los horizontes con buen ánimo y nívea actitud.
Una sociedad inclusiva es una sociedad resistente. Por eso, tenemos que elegir entre un mundo fragmentado y dividido, frente a otro que es la antítesis, caracterizado por su espíritu hermanado y cooperante, en el que se aprovechan las oportunidades para forjar un ambiente de unión y unidad.
Me quedo con sumar fuerzas, jamás dividirlas o partirlas por intereses mundanos. Nuestra propia vida es un cúmulo de sendas comunitarias, donde todos somos necesarios e imprescindibles, para llevar a buen término las tareas encomendadas en función del bien colectivo.
Realmente, se puede afirmar que la ejemplaridad en la vida es lo que dota a las aspiraciones humanas de un gran valor, no medible en dinero. El concepto de normal, que parece muy claro a priori, no lo es tanto, si se piensa más profundamente, ya que lo habitual, ordinario o corriente no es siempre lo mejor, ni mucho menos.
Se dirá, se proclamará o se silenciará, pero se siente con toda crudeza; la desorientación se infiltra por cualquier resquicio de lo que experimentamos en la vida. Cuantas más informaciones recibimos, se agranda la sensación de la presencia humana desnortada, el reflejo de un progreso nefasto hacia una existencia turbulenta.
A poco que nos adentremos en nosotros mismos y ensanchemos la mirada en nuestro alrededor, observaremos un aluvión de sufrimientos que estimulan a la desesperación, generando una atmósfera verdaderamente inaguantable, en todos nuestros pueblos, sociedades y etapas vivientes. Los nubarrones son tan fuertes, que el mundo parece haber caído en una recesión de principios y valores.
A menudo la novedad nos da miedo. Sin embargo, en cada despertar nos sorprende un infinito oleaje de abecedarios, que renuevan nuestra vida, aunque atravesemos por momentos oscuros y multitud de debilidades. Lo importante es no dejarse de asombrar.
Las rutinas habituales responden a una tríada peculiar: la actitud displicente ante los estímulos novedosos, la comodidad del menor esfuerzo y la disposición servil con las conductas aprendidas previamente. Tanto tienen que ver con los procesos mecanizados o manuales, como con las elucubraciones ocupantes de los circuitos mentales.
Al ser un periodista “raro” que llega a este estatus, después de muchas otras actividades, como premio a una situación de jubilado, mi acceso a los medios de comunicación ha sido siempre desde el papel de emérito. Comencé desde el diario de Málaga. Un periódico que desapareció de la noche a la mañana, por encontrarse inmerso en un procedimiento judicial enrevesado.
En este mundo de sombras y luces por el que nos movemos, nuestras habitaciones interiores también nos requieren de la inspiración luminosa de un cándido impulso, para poder elevarnos a otro orbe y tejer moradas conciliadoras, donde habite el auténtico sentido del ser y el legítimo clima de festividad, para volver espiritualmente a ser fermento de poemas y no de penas.
“Las chicas que nos desdeñaron, los chicos que nos dejaron solos, los extraños que nos ignoraron, los padres que no nos entendieron, los jefes que nos rechazaron, los mentores que dudaron de nosotros, los abusadores que nos vejaron, los hermanos que se mofaron de nosotros, los amigos que nos abandonaron, los conformistas que nos excluyeron, los besos que nos fueron negados, porque ninguno de ellos "nos vio". Estaban muy ocupados mirando para otro lado, mientras yo dirigía la mirada a vosotros. Sólo a vosotros. Porque soy uno de vosotros.”
La espiral es una figura geométrica esbelta, inspiradora de dibujos e incluso de objetos dedicados al uso común. Ese alejamiento progresivo del punto inicial le confiere un carácter evolutivo fundamental, no siempre se puede conocer el final, ni tampoco las circunstancias adheridas a su trayecto.
A punto de cerrar un año y comenzar otro, tenemos que estar en alerta, con el corazón precavido. Urge estimular lenguajes más auténticos. Sirvan como muestra, el tomar iniciativas de conciencia, el envolvernos de actitudes activas para desenvolvernos de cualquier atmósfera cómoda, o el olvidarnos de los encantamientos y rememorar lo armónico como abecedario universal.
Si acaso tratamos de asimilar nuestro aterrizaje en el mundo, ha de destacar a la fuerza el carácter menesteroso del hallazgo; ni sabemos de dónde, ni a donde, ni el porqué. Por lo tanto, es lógico que vayamos a remolque de cuantas impresiones percibimos, en un contraste sucesivo con la chispa interior de entrañables condiciones.
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