La inefable Irene Montero, en una rueda de prensa celebrada el martes pasado, se inventó el
inenarrable vocablo, "palabro", diría yo mejor, de portavoza.
Antes de entrar en materia considero que debemos de detenernos en el pefil de esta "personaja"
(no uso personaje, pues me estoy refiriendo a una fémina, y así lo diría ella).
Según ella es psicóloga, pero es de las que, cuando yo era estudiante decíamos que había pasado
por la Univeridad, pero que la Universidad no habia entrado en ella.
Con toda seguridad el aserto anterior es cierto, pues si no, no hubiese caído en la enorme
estulticia de decir el vocablo que no quiero repetir por no darle pábulo y que nuestros "insignes"
Academicos terminen por incluirlo en nuestro diccionario. ¡Bastantes barbaridades han llevado a cabo ya!
Cuando era pequeño me eseñaron que en el idioma Castellano había los siguientes géneros:
masculino, femenino, neutro, común, epiceno y ambiguo
El masculino debería de ser empleado al referirnos a un varón.
El femenino estaba reservado para las hembras.
El común, según la RAE, se emplea cuando la cosa a la que aludimos coincide en su forma de
masculino y femenino y carecen de género propio. El género gramatical se determina, en estos casos, por
medio de los determinantes y adjetivos que acompañen a dicha palabra, por lo tanto la palabra portavoz es
neutra y se debe de decir el portavos y la portavoz, según nos refiramos a un hombre o una mujer. Por
ejemplo, el portavoz no es elocuente, la portavoz tiene buen don de palabra.
Podríamos caer en el más espantoso de los ridículos si en lugar de el artista, dijésemos el artisto,
el pianisto, el burócrato y tantos otros más con terminación de femenino, pero cuya tarea la realiza un
hombre, por aquello de reclamar, como hacen las feministas, una terminación que defina el género de la
persona que lleva a cabo determinada labor.
El género neutro se emplean para las ideas y los conceptos abstractos, como lo bueno, lo
importante, lo rídulo, etc..
Reservamos el género epiceno para sustantivos masculinos o femeninos que denominan personas
o animales sin diferencia de género, como gorila, elefante, víbora, etc.
Aunque hemos dicho género, debemos de referir rasgo semántico que es, en realidad lo que es.
La palabra antedicha gorila es de género masculino (decimos el gorila), aunque su rasgo
semántico sea epiceno.
Este desmesurado y exacerbado afán que tienen algunas feministas para emplear palabras con
terminación femenina que no existen en español, nos llevaría al más espantoso de los ridículos, pues a la
mujer que conduce un avión habría que llamarla pilota y no piloto, a la que trabaja en los albañiles se la
denominaría albañila, la que conduce un coche debería de ser la chofera, y así ad infinitum en el colmo de
las majaderías.
Sin embargo a la mujer que compone poesías se empecinan en denominarla la poeta, cuando hay
una bonita palabra castellana que la define con toda justeza y es poetisa.
Esto nos demuestra a todas luces la necedad, cuando no ignorancia, que tienen estas personas por
crear palabras femeninas que no existen ni tendrán cabida en la mayoría del publico castellano hablante.
Como consejo les recomiendo que lean mucho, sobre todo a nuestros clásicos y así podrá llegar
el día en el que posiblemente usen nuestra lengua con toda propiedad y corrección.
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