Fue uno de los mejores delanteros de todos los tiempos. Su legado estará siempre ante la vista de todos. Para los aficionados al fútbol era extraordinario verlo jugar y marcar goles también de las formas más inverosímiles y difíciles. Su capacidad rematadora era prodigiosa. Fue un auténtico genio del fútbol. Por eso fue máximo goleador durante siete temporadas.
Jugaba muy bien en cualquier posición. Poseía una gran visión de juego y una considerable técnica. Y lo demostraba constantemente en los partidos. Los que hemos tenido la fortuna de verlo jugar disfrutamos de sus goles y de su habilidad en el manejo del esférico.
Que el Molinón ya lleve su nombre es algo muy merecido. Ya que ha sido el mejor jugador en la historia del Sporting. Las tardes gloriosas de Quini fueron muchas. Dejaba admirados también a los equipos rivales en el terreno de juego. Lógicamente, Gijón y el sportinguismo lo adoran y también, como es natural, toda Asturias.
España entera ha sentido su fallecimiento a los 68 años. Gijón estará tres días de luto, porque su carrera deportiva ha sido impresionante. A lo que se añade su actitud amistosa, bondadosa y humilde. Esto lo hace más grande si cabe. Y sirve de ejemplo para las nuevas generaciones y para todos. Fue embajador de Gijón y de Asturias en toda España y también en el extranjero.
Se ha ido físicamente, si bien seguirá estando presente a través de los recuerdos, las hemerotecas y también de las imágenes y videos y también de la radio, televisión, cine, prensa, artículos y libros.
Frases como ¡Ahora, Quini, ahora! en el Molinón están grabadas en la memoria e indican lo querido que ha sido y el gran carisma que tuvo siempre ante la afición. Por algo era El Brujo. En efecto, hacía magia con sus remates y goles. Es inmortal por su genial trayectoria futbolística u goleadora y también por su carácter y afán de superación. Quini llegó a decir: “Llevo años luchando contra una enfermedad, se ha muerto un hermano, mis padres, un secuestro y ves la vida de otra manera. En lo más sencillo está lo bonito”. Su cercanía con los demás aumentaba su carisma y el afecto que se le tenía.
Le dedico este artículo a Quini como mi homenaje a uno de los mejores delanteros de la historia del fútbol, si no el mejor, por su gran talento. Mi más profundo pésame a su familia y amigos. Es un mito de Gijón y de Asturias.
Toda España se siente triste por su muerte. Las condolencias que han recibido su familia y el Real Sporting han llegado de las más altas esferas del Estado y también de numerosos clubs de fútbol de toda España.
La sencillez y los valores éticos estaban integrados completamente en la actitud de Quini. En una entrevista dice: “En esta carrera siempre me acuerdo de mis compañeros. En todos los equipos en los que milité sé que no hubiera logrado nada si no hubiera sido por ellos. Cuando recibo premios lo digo, les debo todo lo que soy, no hubiera llegado sin ellos”. Y reconoce que no le fue mal arriba aunque su padre fue portero y a Quini le gustaba también ser guardameta. Debutó con el Sporting el 22 de diciembre de 1968 en el estadio Benito Villamarín de Sevilla jugando contra el Betis. Y dice El Brujo sobre este encuentro: “El partido transcurrió con toda normalidad para todos menos para el debutante, que era yo; busqué con ahínco el gol que no pude hacer y corrí hasta quedar sin aire y con poca fortuna, pero estaba feliz”. Los aficionados recuerdan especialmente a futbolistas que jugaron en el Sporting con Quini: su hermano Castro, Churruca, José Manuel, Joaquín, Ferrero, Redondo, Cundi, Mesa y un largo etcétera. Quini ha entrado en la eternidad por su talento, esfuerzo y genialidad.
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