Los beneficios de la práctica regular de ejercicio en nuestra salud son de sobra conocidos. Como establece la Organización Mundial de la Salud (OMS), la inactividad física es el cuarto factor de riesgo en lo que respecta a la mortalidad mundial, lo que se traduce en un 6% de las muertes registradas en todo el mundo.
Un nivel adecuado de actividad física reduce el riesgo de hipertensión, cardiopatía coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, cáncer de mama y de colon, depresión y caídas. Además, mejora la salud ósea y muscular. Por ello es un determinante clave del gasto energético y es, por tanto, fundamental para el equilibrio calórico y el control del peso. Estudios recientes ponen de manifiesto, además, que ejercitar el cuerpo desarrolla, protege y mejora la función cognitiva en personas mayores. Tanto el ejercicio aeróbico, como caminar, correr o montar en bicicleta, hasta levantar pesas o, por ejemplo, practicar yoga o taichí, pueden contribuir a un mejor rendimiento cognitivo, “produciendo una mejora en las habilidades de pensamiento”, señala la Dra. Cecilia Almuiña, directora de International Medical Institute de Vithas Internacional.
En este sentido, añade la especialista, “una investigación del Centro Médico Beth Israel Deaconess evidencia que las mejoras más estables se producen en la velocidad de procesamiento mental, tanto en adultos sanos como en personas con deterioro cognitivo leve. La clave para poder beneficiarnos de estas ventajas es conocer exactamente cuál es la dosis ideal de ejercicio y para ello es necesaria la supervisión médica”. La mejora de las capacidades cognitivas requiere de un ejercicio constante durante un período de tiempo más largo.
Como apunta el Dr. Juan Antonio Corbalán, director de la Unidad de Salud Deportiva de Vithas Internacional, “la actividad física es un elemento de prevención primaria y secundaria de primer orden en todas las patologías. Tenemos que incidir en la salud de los pacientes para que acaben siendo personas más sanas y puedan disfrutar de una mejor calidad de vida. Para ello nuestra meta es conseguir que cada individuo pueda obtener un beneficio máximo del ejercicio, siempre bajo el consejo profesional y con el adecuado y constante seguimiento de los especialistas”.
Más allá del ejercicio aeróbico La actividad física practicada de forma regula frena el proceso de envejecimiento a todos los niveles: “además de una mejor función cognitiva, las investigaciones señalan que las personas que practican ejercicio de forma regular a lo largo de su vida experimentan una mejora en los perfiles de grasa corporal y colesterol. También mejora la función inmune, tanto en personas jóvenes como mayores”, afirma la Dra. Almuiña.
Además del ejercicio aeróbico, en la madurez también es necesario el trabajo muscular para prevenir la sarcopenia, “pérdida de masa muscular” inherente al paso de los años. “Esta precisa de un correcto aporte proteico y de un entrenamiento de la fuerza adecuado, utilizando pesas, máquinas asistidas o el propio peso corporal” advierte el Dr. Corbalán.
Al margen de los beneficios musculares, el ejercicio físico protege también de la osteopenia, condición que causa una disminución de la masa ósea, especialmente frecuente en las mujeres, sobre todo a partir de la menopausia.
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