Sabemos que la ficción es una forma legítima de mentir, pero también, que es una dimensión estética de la realidad. La necesitamos porque la vida ⎯una sola vida⎯, nos resulta insuficiente. La ciencia ficción ⎯la buena ciencia ficción⎯, por otra parte, es mucho más que un género literario. Es un faro capaz de alumbrar la oscuridad de nuestro tiempo y de predecir ⎯en muchas ocasiones⎯ el tiempo futuro; es una apertura de conciencia, una revelación, una potente luz que apunta directamente hacia los milagros de este mundo.
Parto de esa base para hablar de “Señor de las máscaras”, novela del escritor mexicano, Pedro Paunero (Tuxpan, 1973), publicada recientemente por Ediciones Camelot América, para adentrarme en mi experiencia como lector de esta obra que me ha parecido de una originalidad asombrosa.
Durante una semana, he leído la novela en la mesa del café Saint Germain, en la ciudad de Mons ⎯Bélgica⎯. Al terminar, he dejado el libro frente a mi, sobre la mesa del café, y me he puesto a mirar a los paseantes que cruzan por la Plaza Mayor de la ciudad; quizá, los he mirado sin hacerlo, porque he tenido la mirada puesta hacia dentro, meditando acerca del contenido de esta novela y de la magnífica ⎯y perturbadora⎯forma que eligió su autor para finalizarla. Me he quedado así, en silencio, como cuando voy al cine y, al terminar una película que me ha dejado pasmado, permanezco algunos minutos en silencio, dentro de la sala, aún después de que han terminado de pasar los créditos y de que las luces han comenzado a encenderse, paulatinamente.
“Señor de las máscaras” es una novela sorprendente en todo el sentido de la palabra. La singularidad de su trama radica en que surge de un misterio ⎯que, en sí mismo, constituye uno de los enigmas más grandes de la historia de la literaturaestadounidense⎯. Me refiero ala desaparición del periodista y escritor Ambroise Bierce (Ohio, 1842- 1913?), a los 71 años de edad,luego de haber cruzado la frontera entre Estados Unidos y México, para buscar a Francisco Villa. Por lo tanto, nos encontramos frente a una novela del género western, pero no de un western como lo conocemos, sino de un western atípico, inspirado en la literatura de la Revolución y, al mismo tiempo, en las novelas de Verne, Asimov, Wells, Bradbury, K. Dick, C. Clarke, Orwell. Huxley, Lem y otros. No recuerdo otro western en la literatura que mezcle a los géneros de aventura con elementos sobre naturales, de ciencia ficción e historia, como lo hace Pedro Paunero en esta novela. Sólo en el cine recuerdo una película que utilizaba algunos de aquellos elementos. Me refiero a la película “Wild Wild West” o “Las aventuras de Jim West” (1999), del director estadounidense Barry Sonnenfeld, un western norteamericano en el que aparecen un barco de vapor blindado y otros modernos artilugios mecanizados, que resultan estar muy avanzados para la época; sin embargo, la película ⎯producto de Holywood⎯ es una comedia de acción cuyo objetivo es sólo el entretenimiento. La novela de Pedro Paunero es mucho más que eso. Ésta está más cercana a la novela “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad, a la película “Apocalypse Now”, de Coppola o a la película “Aguirre, der Zorn Gottes”, de Werner Herzog. No es que a “Señor de las máscaras” le falten pasajes cómicos, sino que el sentido que busca es mucho más profundo.
“Señor de las máscaras” es la historia de dos viajes iniciáticos, el de Ambroise Bierce buscando a Pancho Villa y el de John Pain buscando a Ambroise Bierce. Pero es de segundo viaje al que nosotros, los lectores, asistimos. Se trata de un periplo en el cual lo inesperado nos acecha en cada esquina. Y es esa la parte que más he disfrutado de esta novela: la serie de sucesos, acompañados de diferentes revelaciones, a las que somos invitados. Es en una estación de tren donde comienza el descenso a los infiernos de John Pain, pero, como en todo infierno encuentra, dentro de éste, un cúmulo de placeres y de aprendizajes; amor, aventuras, guerra y amistad. Pero que nada, estimado lector, ni por tierra, ni por agua, ni por aire, le sorprenda. Como si se abriera un intersticio en el tiempo y el espacio, en donde todo fuese posible, Pedro Paunero hace uso de su fantasía visionaria y de su particular manera de mitificar la realidad para… Voilà!, poner frente a nosotros lo que se ha propuesto. Entonces, comienzan a aparecer máquinas maravillosas, inventos portentosos, caballos de hierro y vagones dorados de ferrocarril, seres de los que manan nubes de vapor y hasta compañeros tan insólitos que nos hacen recordar a aquellos navegadores R2-D2 de la Guerra de las Galaxias. Sí, por Vargas Llosa sabemos que toda buena literatura es un cuestionamiento radical del mundo en el que vivimos y eso es, precisamente ⎯y a mi juicio⎯, lo que Pedro Paunero se ha planteado en esta novela: trastocar la realidad histórica, movernos el suelo que creíamos firme bajo nuestros pies, ponernos alas y perturbar nuestra mismísima realidad. La búsqueda de Bierce es el leitmotiv que Pedro Paunero sigue a lo largo de la obra, pero es también un medio a través del cual, Pain, se conoce a sí mismo y, sobre todo ⎯y como en toda buena novela⎯, se transforma, dándole a “Señor de las máscaras” también un fondo existencial. Durante el viaje, el autor ha puesto en el camino ⎯y les ha otorgado una voz propia⎯ a un sinnúmero de personajes, reales y ficticios, ha creado interesantes historias subterráneas, a hecho uso de refranes populares, de canciones y nos ha sembrado en el camino guiños literarios que el lector experimentado y el cinéfilo encontrarán.
El lenguaje claro y conciso del narrador y las metáforas que utiliza, parecen imágenes de cine, secuencias narradas con eficaces frases y preguntas que, junto a nuestras propias preguntas ⎯¿Qué fue Ambroise Bierce a buscar a México? ¿Cómo murió? Quién es el señor de las máscaras…?⎯, llama a la reflexión.
La calidad literaria con la que este libro ha sido escrito, no solo consigue tensar las palabras, sino extremar su dureza en algunas partes y su belleza en otras, haciendo de “Señor de las máscaras” una lectura muy recomendable.
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