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Pederastia eclesiástica

Silencio “Es un ejemplo de la cobardía y de la hipocresía de la Iglesia en su conjunto” (Matty, que sufrió abusos
Octavi Pereña
martes, 11 de septiembre de 2018, 08:20 h (CET)
Refiriéndose al viaje del papa Francisco a Irlanda envuelto por una espesa nube de acusaciones de pederastia contra la Iglesia, el periodista Rafael Ramos escribe: “El papa Francisco no ha dicho literalmente I am sorry, ni ha establecido un tribunal para juzgar jerarquías eclesiásticas responsables de los abusos sexuales a menores y el posterior encubrimiento como piden las víctimas”. Estas palabras creo que resumen las montañas de información que se ha publicado al respecto. No existe ningún efecto sin una causa. ¿Cuál es la causa del alcantarillado que se esconde detrás de la falta de transparencia que se ha manifestado a lo largo de los años a la hora de tratar el escabroso tema de los abusos sexuales a menores, el tráfico de niños y la esclavitud a que se ha sometido a mujeres en centros de acogida tutelados por la Iglesia católica? A esta pregunta la respondo con otra pregunta: ¿Es cristiana la Iglesia católica? Yo diría que no. A la Iglesia católica bien se le pueden aplicar las palabras que el Señor por medio del profeta Isaías dirige al pueblo de Israel que en teoría era el pueblo de Dios: “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (29: 13).

Los mandamientos de hombres que enseñaron los falsos profetas del antiguo Israel hoy pueden resumirse en una sola palabra: Tradición. A lo largo del tiempo las costumbres religiosas se han convertido en leyes que se concentran en una sola palabra: Tradición que desgraciadamente ha llegado a obtener más autoridad que la Palabra de Dios. A pesar de que la Iglesia católica no niega que la Biblia sea la palabra de Dios y hace esporádicas declaraciones de que debe leerse, a la hora de la verdad es un Libro secuestrado puesto fuera del alcance de los fieles católicos. De hecho es la Tradición que gobierna en la Iglesia católica y, en palabras del profeta Isaías son mandamientos de hombres los que tienen la última palabra en la Iglesia católica. El hecho de que sean mandamientos de hombres los que marquen las directrices de la Iglesia católica tiene sus consecuencias prácticas.

Los mandamientos de hombres que son la causa de todos los males que padece la Iglesia católica se transforman en el agua bautismal, sacramento, según la Iglesia católica, que borra el pecado original lo cual convierte supuestamente a los bautizados en hijos de Dios. La Biblia no lo enseña esto. El ángel que anunció a José que la concepción de María su esposa era fruto del Espíritu Santo, le dijo: “No tengas miedo de tomar a María tu esposa, porque aquello que ha sido en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un hijo y llamará su Nombre Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mateo 1: 20,21). Confiados en la supuesta regeneración bautismal multitudes entran a formar parte de la Iglesia católica sin haber sido purificados por la sangre de Jesús que borra todos los pecados (1 Juan 1. 7). ¿Qué sucede?, que los fieles católicos no se han convertido en templos de Dios porque el Espíritu de Dios no habita en ellos (1 Corintios 3. 18). La consecuencia es que al no tener a Dios a quien invocar necesitan dioses de oro, plata…a los que clamar en el momento de necesidad. A eso se llama idolatría y evocar a falsos dioses, entre otras cosas conduce a la pederastia tan en boga en la Iglesia católica.

Algunos dicen que si los clérigos se casasen la pederastia descendería en intensidad. Eso no es verdad. En el mundo secular se dan muchos casos de pederastia. No. Como enseña el apóstol Pablo, la pederastia se origina en el ateísmo. “Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Y profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria de Dios incorruptible en semejanza de hombre corruptible…” (Romanos 1: 19-23). El apóstol detalla los efectos que la idolatría tiene en los seres humanos: “Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas, pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida por su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (vv.26-28). El apóstol nos da una explicación del porque la existencia del pecado sexual en sus más aberrantes manifestaciones.

Dejemos a un lado el comportamiento sexual desordenado de una parte de los ateos y centrémonos en la Iglesia: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como corresponde a santos, ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idolatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis, pues, partícipes con ellos. Porque en otro tiempo eráis tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor, andad como hijos de luz” (Efesios 5: 3-8).

El apóstol dice a los cristianos en Éfeso que antes de convertirse a Cristo eran unos desvergonzados, pero que ahora ya no lo son. La proliferación del pecado sexual en la clerecía y feligresía católica es una evidencia de que el agua bautismal no ha borrado el pecado original. Son los mismos perros con distinto collar. Ante los abusos sexuales cometidos, ¿se puede considerar que la Iglesia católica sea cristiana? Dejo que el lector dé la respuesta.

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