Inclusión e integración no son sinónimos, aunque muchas veces se los use como tal. Incluir significa reconocer la diferencia como un valor, de modo que todo el mundo puede formar parte de algo – la sociedad – en situación de igualdad. Este reconocimiento de las diferencias individuales nos lleva al reconocimiento de la diversidad. Así, diversidad es reconocimiento de diferencias y valoración de ellas.
Semánticamente, incluir e integrar tienen significados muy parecidos, lo que hace que muchas personas utilicen estos verbos indistintamente. Sin embargo, en los movimientos sociales, inclusión e integración representan filosofías totalmente diferentes, aun cuando tengan objetivos aparentemente iguales, o sea, la inserción de las personas con discapacidad en la sociedad, por ejemplo. Debemos empezar a distinguir sobre ello.
La sociedad inclusiva se construye sobre la participación y los acuerdos de todos los agentes que en ella confluyen. Debemos poder considerar el proceso de socialización de los distintos agentes sociales como un todo, pues cada aporte tiene un valor significativamente alto, aunque las resistencias seas fuertes. Entendemos por resistencias las discriminaciones o la simple actitud selectiva de decir “educación para el niño especial” o “pareja gay”. Este tipo de expresiones surgen de una dimensión cuyo objetivo es la “catalogación”, en ese caso no se habla de inclusión sino de integración.
Podemos entender a la integración como una herramienta válida pero no completa, pero que se entienda que integrar no es el camino a la inclusión, solo se puede incluir. Porque integrar es paliar con cierta condescendía conmiserante o pseudo piadosa por decir “los tenemos en cuenta” o “no queremos problemas”. La actitud falaz de la integración se centra en una especie de diagnóstico mecanicista tendiente a disfrazar las limitaciones para aumentar la posibilidad de inserción pero no de inclusión plena.
La sociedad inclusiva que debemos construir es reciente en cuanto a construcción misma, y en este sentido creo que el cambio generacional que se está dando es importante. Dejarlo de analizar es apelar a cierta ignominia, es quedarnos con la parcialidad de la pablara diversidad y no animarse a ir en lo que vengo sosteniendo se dará: una sociedad de la “diversidad inteligente” que se construye sobre la participación y los acuerdos de todos los agentes que en la sociedad misma deben confluir. El proceso inclusión que nos llevara a la “diversidad inteligente” es la consecuencia misma de la inclusión en el centro de cada persona. Pues en cada persona surge una dimensión de participación política cuyo objetivo se dirige a superar las barreras con las que otras personas se encuentran en el momento de llevar a cabo su inclusión personal, y es allí cuando se encuentran con el muro de la integración, que es parcial y técnica, sopesa características y en base a estas dirige sus acciones. Con una sociedad inclusiva se trata de lograr el reconocimiento del derecho que todos tienen tanto a ser reconocidos, como a reconocerse a sí mismos como miembros de la comunidad a la que pertenecen, cualquiera que sea su medio social, su cultura de origen, su ideología, el sexo, la etnia o situaciones personales derivadas de una discapacidad física, intelectual, sensorial o de la sobredotación intelectual.
En definitiva, en el mundo actual, los cambios se suceden cada vez con mayor rapidez. La transformación de las relaciones sociales dentro del marco de la globalización y la multiculturalidad ha generado ciertos “daños colaterales”, los cuales han querido ser disfrazados con integración pero no inclusión. La sociedad inclusiva se presenta como una respuesta que no sólo reconoce, sino que además valora, y desde allí se constituye como inteligente. La cuestión del desarrollo y el progreso social en el progresismo mismo como justicia social no es ajena a esto. La fórmula debe ser la inclusión como camino del desarrollo. Dentro de ese camino se dará la diversidad inteligente.
Al ser reciente la toma de consciencia de esta construcción debemos optar, como alternativa válida, desligarnos de las resistencias que la integración ofrece, pues habíamos dicho que cataloga. También habíamos citado ciertas formas de expresión; éstas deben ser una expresión positiva e inclusiva, no integracionista Cuando no se tienen en cuenta las diferentes expresiones y ofrecemos a todos cierta catalogación, no hacemos sino ignorar la diversidad generando aún más desigualdad. Esto nos lleva necesariamente a buscar las herramientas que den la oportunidad de participar a todos, de desarrollar capacidades comunes por diferentes vías, porque si no estaremos favoreciendo a unas personas sobre otras.
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