Existen pocos ejemplos acerca de cómo un liderazgo positivo puede posicionar a un país que superen al ejercido por el Rey de Marruecos.
Cuando tres años atrás un atentado terrorista conmocionó a la misma Paris, no fueron los organismos de seguridad de las grandes potencias como Estados Unidos, Inglaterra o Rusia quienes resultaron claves para restaurar la seguridad en una de las más iluminadas capitales de Europa. Fueron los servicios de la inteligencia marroquí quienes permitieron localizar a los líderes del operativo terrorista en un apartamento de Saint Denis.
Dicho éxito llevó a varios otros países a solicitar cooperación de Marruecos, entre ellos Bélgica y Túnez. No fue la única vez ni el único motivo por el cual el Rey de Marruecos recibió honores en la misma cuna de la más famosa revolución anti-monárquica simbolizada por la guillotina y el cocarde.
François Hollande, quien resaltó "el papel esencial de Marruecos" en la seguridad del Magreb y del Mediterráneo occidental, durante el encuentro que sostuvieron en el Elíseo a fines del 2015.
A principios del año 2016, Mohammed 6 volvió a ser elogiado en Paris por el jefe de estado francés en virtud a su eficaz papel en el acuerdo logrado bajo auspicios de la ONU para la pacificación de Libia. Precisamente, el acuerdo de paz para Libia fue suscripto en la ciudad marroquí de Skhirat.
Antes Francia había firmado en Tánger un acuerdo con Marruecos, para que los imanes franceses que presentan el islam en el país europeo reciban formación en el país magrebí, conocida por su moderna y tolerante interpretación del islam.
Mohammed 6 también ha buscado sincretizar la cultura europea con la magrebí, auspiciando exposiciones de pintores surrealistas como Picasso en Rabat, al tiempo que se inauguraba un portentoso Centro Cultural marroquí en Paris. Este Centro fue levantado en la antigua sede de Estudiantes Musulmanes del Norte de Africa, propiedad de Marruecos, y su costo superó los siete millones de euros.
Pero el liderazgo del monarca marroquí no se limita a una incansable labor en pro de la tolerancia religiosa, la promoción de la cultura de la convivencia entre civilizaciones y la asociación del conocimiento.
También ha convertido a Marruecos en una potencia espacial, con el lanzamiento de dos satélites que se encargarán de monitorear la gestión de recursos forestales, clima y expansión urbanística, así como trazado de comunicaciones terrestres.
El febril ritmo de logros incluye la reciente inauguración de una línea de alta velocidad Tánger-Casablanca, presentada como “la más rápida de África” y como alegoría de una productiva asociación entre París y Rabat.
La modernización del Reino de Marruecos con ciudades inteligentes, trenes de alta velocidad, transporte y telecomunicaciones de última generación, vienen señalando la voluntad de los estadistas de ese país en ubicarse a la vanguardia del progreso y crecimiento, uniéndose al privilegiado club de naciones con alcance espacial y ciudades inteligentes.
Y ejemplo de cómo una nación puede ascender por los escarpados senderos de la modernidad cuando un liderazgo positivo logra cambiar su actitud.
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