Sin duda, uno de los países que mejor se vende con el antifaz de pacifista en occidente, es la República Popular China. No obstante, resulta que el mismo, no tiene rival en el planeta, como Estado que no puede vivir en paz con sus vecinos y lo que es peor, dado su creciente poderío militar, lo que se proyecta en su área circundante, no son más, que nubarrones de guerra.
Como es conocido, China tiene frontera terrestre con catorce países y aunque resulte inverosímil, con ocho Estados aledaños mantiene conflictos abiertos. Tres, con los que existen el tipo de fronteras mencionado: la India, Vietnam y Bután, dos, con los cuales mantiene fronteras marítimas naturales: Japón y Taiwán y tres, con los cuales mantiene fronteras marítimas forzadas artificialmente por su política expansionista: Malasia, Filipinas y Brunei. Ejemplos intricados de tal conflictividad, son las relaciones que mantiene con India, país con el que disputa cinco regiones; con Japón dos y otro a miles de kilómetros de sus costas con Brunei; amén de sus conflictos internos en el Tíbet y Xingjian; aparte de la reclamación que mantiene sobre Taiwán.
Especial atención merecen las traumáticas relaciones que China ha mantenido con la India, país con el cual se ha enfrentado militarmente en tres oportunidades: 1962, 1967 y 1987. Entre sus conflictos internacionales más notorios destacan el de Arunachal Pradesh, en el noreste (para los chinos, el Tíbet del Sur). Presumiblemente, el litigio se zanjo en 1914 con la firma del Tratado de Simla (China, Tíbet, Gran Bretaña), sin embargo, China lo denunció, expresando su no reconocimiento de la Línea McMahon y reclamándolo como territorio parte del Tíbet a la India, país que al heredarlo de Inglaterra de acuerdo al Uti possidetis iuris (como poseéis de acuerdo a derecho, así poseeréis); lo reivindica como suyo. La comunidad internacional se lo reconoce a India, como quedo sentado en 2009, cuando el propio Banco Asiático de Desarrollo, le otorgó un crédito para llevar adelante un proyecto exclusivamente para el desarrollo de dicho territorio. Con ese mismo Estado, China mantiene conflictos en Tirpani, Bara Hoti y Samdu Valleys; estas dos regiones son administradas por la India y reclamadas por China. Se suma a ellos, el problema de Demchok, pueblo controlado por la India y en disputa con China en la provincia del Tíbet y Aksai China, región de Cachemira administrada por China, reclamada por la India. Finalmente, también están enfrentados por el valle de Shaksam.
Con Japón, China disputa las islas Senkaku en japonés o Diaoyudao en chino y el atolón de Okino Torishima. De primer orden, es la peligrosísima disputa que en el Archipiélago Spratley (Nansha en chino), enfrenta a China con Malasia, Filipinas, Vietnam, Brunei y Taiwán. Con Vietnam, país al que China agredió en 1979, volvió a ser objeto de sus zarpazos en 1988, cuando le arrebato por la fuerza el arrecife Jhonson, manteniendo en la mira de sus apetitos territoriales los arrecifes vietnamitas Fierry Cross y Ladd. Por su parte, con Taiwán, también mantiene reclamaciones por las islas Paracelso (isla Woody), donde en 2016, Beijín desplego misiles tierra-aire.
De su rosario de disputas territoriales no escapa Filipinas, con quien, aparte del Archipiélago Spratley en el Mar Oriental de Filipinas, está enfrentada por Panatag o Banco de Scarborough, tomado manu militari por China en 2012 y el atolón Oquino o Jackson. Con Bután la meseta de Doklam y con Malasia, el arrecife de Luconia, que es asediado por la marina china. No satisfecha con ello, promueve el asentamiento masivo de comunidades étnicas de chinos en los Estados circundantes, para luego considerarlos como parte de sus ciudadanos, lo que evidencia su intención de utilizarlos como caballos de Troya, que “justifiquen” su intervención en dichos países.
La belicosidad manifiesta que China demuestra en tales diferendos, puede afectar directa o indirectamente las condiciones de vida de millones de personas en otros continentes. Entre tales conflictos destacan los que enfrenta a China con Japón, China con Taiwán, China con Filipinas y con la propia India; ante la eventualidad del cierre del estrecho de Malaca, o la militarización desmedida del Estrecho de Taiwán y en particular, del Archipiélago Spratley por China, que pondría en entredicho la libre navegación en el Mar de la China Meridional, como uno de los nodos de tráfico marítimo más importante a nivel mundial; por donde pasa casi 1/3 del comercio del orbe. Por otro lado, todos los conflictos que enfrenta a China con estos países, colateralmente involucran a los Estados Unidos, habida cuenta de que con ellos, la potencia norteamericana mantiene Tratados de colaboración militar.
En resumen, estamos ante la presencia de un país, que ante el mundo occidental, que por ahora no vive la presión de su poderío asfixiante; se presenta como un Estado amante de la paz, pero que ante sus Estados circundantes, demuestra una conducta imperialista, por nuestro lares, ignorada.
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