Se cumplen noventa años del nacimiento del singular artista Friedrich Hundertwasser, un intempestivo visionario que aportó interesantes ideas tanto al arte como a la ecología y a la arquitectura, ya que su honda visión de la realidad se sustentaba en una poética que aunaba todos los citados elementos (y alguno más), los cuales se encargó de promover a través de un edificante y edificador activismo.
Muy recto en la promoción de lo irregular, apostaba por dotar con una animada y colorista impronta a todos los ámbitos en que incursionó.
La conciencia ecológica fue determinante en la evolución personal y artística de Hundertwasser. Pronto se percataría de que la Naturaleza es la fuente de todo; la Gran Creadora; de hecho él, contemplativo por demás, no hizo otra cosa que inspirarse en la susodicha Naturaleza, extrayendo de ella ingentes lecciones que trasvasaría a las realidades en que intervino a lo largo de sus años de enfebrecido activismo. Pocos como él han merecido y merecen el neologístico apelativo de “artivista”.
Waldo Rey, entre otros calificativos, lo aludió en un artículo como “hacedor de paraísos irracionales” (1). Aunque, en puridad, lo que el espíritu engendrador de Hundertwasser concebía, brotaba de una lógica muy por encima de la mera racionalidad, ya que una fluyente brisa de lirismo recorría todos y cada uno de sus planteamientos de la índole que fueren.
Más que un iconoclasta, nuestro creador era un refundidor-refundador, pues, merced a su espíritu sincrético, amalgamó los más dispares elementos de las culturas y credos que fuese y los armonizó bajo el sugerente hálito de su estela.
Hundertwasser es la encarnación del tipo genial para cuyo ingenio no se han ideado enseñanzas regladas. Tan indómito talento se escapa siempre por la tangente dejando el irrepetible vestigio del vuelo de una mariposa. Así se refería Ramiro Villapadiana a su arte: “Hundertwasser diseñaba edificios como tubérculos protuberantes, con formas infladas, orgánicas, granulentas, en abierto desafío a las formalidades de la arquitectura y al gusto de algunos, pero en segura sintonía con la querencia zoológica de Joan Miró y los mosaicos de Gaudí. Sus llamativas casas, desordenadas a la buena de Dios, pretendían reconciliar al ladrillo con el árbol como en un juego” (2).
Son muchas las enseñanzas legadas por Hundertwasser, y más en estos tiempos de culto a la homogeneidad; de monolíticas medianías apuntaladas por los irreflexivos “likes” de una población mundial embebida en abyectas naderías.
Notas (1) Rey, W. (6-6-1979): “Hundertwasser y su espiral vitalista”, “ABC”, p. 15. (2) Villapadierna, R. (22-2-2000): “Muere Hundertwasser, el arquitecto ecologista”, “ABC”, p. 50.
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