El problema más grave de la Unión Europea es su generalizada inconsciencia, blindada ésta mediante unos cortafuegos que impiden que el malestar de los ciudadanos se materialice de forma adecuada. Bloomberg, empresa mundial de información financiera, afirma que “Alemania se desmorona cuando Europa más la necesita”. No es ningún descubrimiento. Portales dedicados a los negocios, no a la ideología, llevan tiempo avisando. Francia no está mejor.
Frente a este panorama, de efectos generales, el Secretario General de la Otan lo ha arreglado: hay que subir al 3 por ciento el gasto militar aunque signifique recortar el gasto social. Es decir, ya no es el 2 por ciento del anterior Secretario. En su momento, Antonio Costa, actual presidente del Consejo Europeo, tachó de “repugnante” el discurso del entonces ministro holandés de finanzas el cual se preguntaba despreciativamente por qué países como Italia o España no habían aprovechado los años de bonanza económica para poner sus cuentas en positivo y orden. Lamentablemente ni España ni Italia le recordaron que no eran paraísos fiscales como Holanda, este especialmente agresivo. O porque no retiraban ayudas sin fundamento legal y previa selección discriminatoria de los expedientes (y por lo cual, junto al resto del gobierno, tuvo que dimitir). Aquel ministro de finanzas ultraliberal es el actual Secretario General de la Otan, Mark Rutte, que también parece tener vocación jardinera y podadora. Decimos también recordando el jardín y la selva de Josep Borrell, lo que llevaba a más cañones y menos hospitales. Andalucía tiene en estos momentos, según el Sindicato de Médicos, las listas de espera quirúrgica más altas de su historia, con más de 200.000 personas a la espera de ser intervenidas. Un jardín que cree vive en los tiempos de la Conferencia de Berlín, es decir, en el reparto del mundo (de la jungla) entre unas cuantas potencias imbatibles.
El despiste de los españoles es más grave: hemos olvidado cómo, chantajeados para entrar en la Comunidad Económica Europea, tuvimos que desmontar, a instancias de Alemania y países nórdicos, una industria pesada muy importante –no era cualquier cosa, para desencanto de los menospreciadores del país—lo cual nos ha sumido en la irrelevancia más absoluta. Irrelevancia quizás merecida si evaluamos los asuntos que preocupan a los políticos de la nación.
El jardín de Borrell ha sido interpretado por muchos como expresión de los derechos humanos. No podemos saber en qué pensaba Borrell en aquel entonces, pero en realidad esa imagen no es moral (no puede serlo con las múltiples Gazas que nos son indiferentes), sino económica. Una minoría privilegiada del 15 por ciento–aunque con un 22 por ciento de personas malviviendo en su interior -- frente a todo un mundo. Por lo tanto, ¿tenía Borrell, español él, motivos para ufanarse, teniendo en cuenta que España es el tercer país de la UE con mayor tasa de pobreza y/o exclusión, solo por detrás de Rumania y Bulgaria? ¿Qué nuestro parque de viviendas sociales no alcanza el 3 por ciento? ¿De dónde, entonces, un 3 por ciento del PIB es insignificante cuando representa poco menos que la mitad de nuestro gasto sanitario público nacional?
No sólo valen cifras abstractas
Durante décadas el PIB ha sido expresión de poder. Se olvidaban otros elementos como población, materias primas, fuentes de energía, geográfia, capital humano, industrias, poder militar. Era una realidad irreal. Pero de repente esta crisis, provocada por nosotros mismos, está demostrando que el poder consta de más elementos, y que no sólo valen cifras abstractas no respaldadas por la realidad más tangible. Con sorpresa, muchos se han dado cuenta de que los números no son ya tan satisfactorios. El PIB de los BRICS ha superado al del G7 (en 2023 el del grupo BRICS representaba el 37,4 por ciento, mientras que el del G7 el 29,3 --en swissinfo.ch--); y la superioridad técnica, científica, investigadora, se ha esfumado, sobre todo en Europa. Goldman Sachs predice que China e India, serán los proveedores globales dominantes de tecnología y de servicios. El ASPI –Australia—a su vez indica que China supera a Estados Unidos y al resto de los países en 37 de 44 tecnologías claves para la innovación y el crecimiento en áreas como defensa, la exploración espacial, robótica, biotecnología, tecnología cuántica e inteligencia artificial. Aparte de que la selva ya no se defiende con lanzas (3 países nucleares; Pakistán, también nuclear, posible BRICS), aunque esto los estados mayores lo sabían desde hace mucho tiempo. Se ha ignorado, pero el Pentágono ha parado muchas aventuras militares de políticos envalentonados por la ignorancia.
Por todo ello, Europa necesita urgentemente una fuerte dosis de realismo; un electroshock que la despierte (¿no estamos acaso en la generación woke?). No puede seguir viviendo entre el “caos” provocado (Afganistán, Serbia, Irak, Libia, Yemen, Siria, Líbano, Somalia, Sudán, etc. por mencionar las últimas décadas) y el mundo Disney. La realidad es más cruda y necesita de talentos que por ahora no se ven o no se deja que surjan. Jimmy Carter, expresidente de EE.UU., en 2018 nos recordaba --lo repetiremos una vez más--, que EEUU en 242 años de Historia sólo había tenido 16 de paz. ¿Quiere Europa iniciar esta tónica? Y esas políticas de guerra, ¿han llevado progreso a los EE.UU.? Los datos dicen que no. Al revés, 35 millones de millones de dólares de deuda demuestran que la política del caos arrastra al caos generalizado. ¿Será capaz Mark Rutte de comprender que la paz es más rentable que la guerra? ¿Amenazado Occidente con 900 bases alrededor del mundo y 32 países alineados militarmente si enumeramos sólo a los de la Otan?
Los enemigos defendiendo las fronteras de Roma
Puestos a rememoraciones históricas, el Imperio romano en su última etapa podría ser una buena fuente de reflexión. Interesa recordar que Roma fue un imperio que, entre otros errores, cometió el de depositar la defensa de sus fronteras en quienes habían sido (o eran) sus peores enemigos, los llamados barbaros. Hoy el jardín parece que está repitiendo la historia. Se defiende mediante barbaros contemporáneos a los que quiere cubrir con abrillantadas armaduras. Por un lado los talibanes (en el pasado luchadores por la libertad que ninguna libertad han llevado a su país), los yihaidistas (que según interese basculan entre terroristas o rebeldes moderados), los netanyahuistas (encausados y a la vez alimentados militarmente), los extremistas de derecha (demonizados cuando hablan de rebajar la tensión bélica), los militaristas de Extremo Oriente (Japón –dudando si remilitarizarse y negar su culpabilidad en la IIGM--, Corea del Sur –ver su historia hasta 1980--, Taiwan –a puñetazos en su parlamento--), los herederos de los causantes de los múltiples holocaustos y conmemoradores anuales de aquello; y algunos más que habrá por ahí.
Mapamundi
Si miramos un mapamundi sorprenderá que no resalte lo evidente: que Europa en vez de ocupar el espacio geográfico central del que podría beneficiarse, posible puente comercial, diplomático, cultural del mundo, es una presa entre las mandíbulas de América y de Asia. Y para justificar esa marcha hacia la irrelevancia, ¿qué argumentos puede esgrimir? ¿Que tiene materias primas propias suficientes, energía propia de sobra? ¿Que está a la cabeza de la investigación, de la ciencia, de la técnica? Sabemos que no. ¿Era esto lo del jardín y la jungla?
Rápidamente algunos encontraron la solución: ¡armas, guerras, caos! Pero, ¿cuántas veces generales invictos han repetido que para ganar guerras se necesita… dinero, dinero, dinero..., además de materias primas, tropas (gente dispuesta), campos inmensos de grano, pozos de combustible suficientes, industria adecuada. ¿Está Europa resolviéndolo o por el contrario se está quedando sin energía, granos, industria, autonomía, orientación? ¿Realmente cree que su mejor baza es la de la guerra, mejor que comerciar comerciar, ganar ganar? ¿Está dispuesta a ser canibalizada, a alquilarse como nuevo campo de batalla? Para quienes lo hayan olvidado, se pagaron altos intereses por el Plan Marshall. No fue una ayuda sino un negocio y una pesada hipoteca.
Todo esto, ¿qué demuestra?: Que no hay ideario, que no hay cabezas (si surgen, se cortan). Si volvemos a ese mapamundi, ¿qué vemos? A la derecha geográfica una realidad incuestionable: China, un socialismo sui generis. A la izquierda (geográfica) un capitalismo en crisis que no tiene amigos si sospecha que con el tiempo se pueden convertir en competidores: EE.UU.
Y Europa, como decíamos, en medio, sin jugar sus bazas. Siendo hegelianos ¿no podríamos decir que el propio mapa nos da la respuesta de lo necesario: EE.UU., el capitalismo, la tesis. En el otro extremo la antítesis, el socialismo, China. En el centro lo que podría ser la síntesis: Europa. Una democracia social, económica, real, no la socioliberal – vacía, antitética de sí misma, desmedulada, como decía Gómez Llorente--. En vez de un jardinero tenemos al guarda del cortijo.
¿Habremos de ver una nueva caída de Roma? Es posible. Ni los fundamentalistas, ni los sionetanyahuistas ni los neobanderistas ni los neocons ni los neomilitaristas surcoreanos o japoneses son fiables. Quien la hace una la hace cien. En su momento exigirán el precio de su colaboración. ¿Queremos esa cadena?
Huntington inventó una teoría que por aquel momento carecía de virtualidad, la del choque de civilizaciones. Pero el invento (hay quienes dicen que creado por encargo) puede que haya gustado a las elites, y que de nuevo la minoría venza a las mayorías enfrentándolas entre sí. No es que haya choque, sino un combustible invaluable para el caos y para reinvertirlo en naciones destruidas (fallidas y que, por cierto, no emigran a EE.UU.). Midiendo en tiempo histórico, ¿alguien en sus cabales puede creer que galopará lejos montado en el toro caótico de la guerra? La última victoria, la del fin de la historia, no llegó a tres décadas. ¿Por tres décadas están dispuestos a perder la eternidad?
Esa democracia social, económica (la dialéctica y la sintética de todos sus éxitos históricos, que son más de los que se reconocen) ha de ocupar (no decimos recuperar) un papel relevante en Europa. Una fuerza que ya no sería ni la de Jean Jaures u Olof Palme (ambos asesinados por enfrentarse a la guerra) sino una que iría más allá. Una que sepa que la única forma de arreglar la selva no es roturándola con napalm, sino dándole lo que le corresponde y negociando con ella. Eso de que sólo la depredación es rentable es un mito de la prehistoria de la civilización verdadera.
Esa democracia habría de tener unos pilares fundamentales, irrenunciables, bien hundidos en el suelo de sus principios y de su voluntad.
Como líneas muy generales debería establecer que la política de la nación la establece el estado, asistido por los poderes constitucionales correspondientes, no las corporaciones. Que las riquezas de su suelo no son enajenables, y aquellas de carácter estratégico, de gestión pública. Defensora de una banca pública suficiente ¿qué constitución lo prohíbe? Que su misión es verdaderamente redistributiva. Que su tributación ha de ser realmente progresiva y su fraude gravemente castigado (según el Consejo Económico y Social más de 60 mil millones de € al año –seguro que mucho más--). Que no olvida que es principalmente delegada de los asalariados, lo que habrá de demostrar con hechos (el 20 por ciento más pobre solo recibe el 12 por ciento del total de las transferencias del Estado, frente al 20 por ciento más rico, que recibe el 30 por ciento. Aquí no entra lo sustraído de las cajas de las pensiones o lo entregado a la banca privada). Igualitarista no sólo en la defensa de los derechos sociales, laborales, sino en esos elementos que articulan y posibilitan el poder (información, educación, universidades). Pacifista si no es para la autodefensa. Que sabe que un nacionalismo sin perspectiva internacional degenera cualquier propósito de convivencia mundial; por ello sus actuaciones en los organismos internacionales ha de ser coherente con estos principios: lo que no vale para dentro, no vale para fuera. Por ejemplo, no podría abstenerse en la ONU ante la condena del nazismo. Consciente de que la democracia no es sólo votar cada cuatro años y olvidar, sino también la movilización permanente de las mentes, del análisis, de la crítica, de la pluralidad (muy especialmente de la informativa); porque, ¿de qué sirven las elecciones si toda una serie de mecanismos extraños impiden o condicionan lo votado? En la desigualdad no hay libertad. Lo contrario a todo esto son los barbaros (de fuera y de dentro) defendiendo nuestras fronteras y propiciando el medioevo y el feudalismo de las grandes corporaciones. O peor, el holocausto colectivo.
Naturalmente, para “preservar nuestro modo de vida” (como dice Rutte y ya se dijo con Irak), requisito previo es que los europeos recuperen Europa.
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