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​La política de la posmodernidad

Algo cambia en el panorama político español. Parece que la sociedad sean aficionados pendientes del mercado de fichajes
Marcos Carrascal Castillo
lunes, 18 de marzo de 2019, 14:59 h (CET)

La sociedad moderna estructuraba la política en un contexto de colectividad y bases: la militancia. Sin embargo, la modernidad ha dejado paso a un laberíntico paisaje basado en vistazos, oídas, imágenes y smartphones -con sus fake news, por ejemplo-: la posmodernidad. Estamos ante un modelo político en el que la militancia del partido ha sido sustituida por los personalismos; y esto adultera la política.

Ciudadanos se fundó entre personalidades, pero logró crear una cantera de la que nacieron nuevas personalidades, como Albert Rivera o Inés Arrimadas. No obstante, nunca se han quitado estos tics; véanse los casos de Toni Cantó o Felisuco en la pasada legislatura. Para esta nueva temporada política, Ciudadanos ha designado como número dos en las listas al Congreso por Madrid a un tipo alejado de la política, al ex-vicepresidente de Coca Cola mundial, Marcos de Quinto. También la cúpula naranja ha intentado que su batalla en las autonómicas en Castilla y León sea comandada por una política profesional, Silvia Clemente, que hacía escaso tiempo era alta dirigente del PP y lleva viviendo del erario público desde el 2001. Pero ni siquiera el pucherazo ha logrado este fichaje. Peor suerte es posible que corran los militantes naranjas de Toledo con la imposición de Girauta como número uno por esa provincia -en la que lleva viviendo un mes o dos, ¿hasta el 29 de abril?-.

Los socialistas de Pedro Sánchez han sido expertos en esta política posmoderna desde que llegaron al Ejecutivo. Han desfilado una ristra de ministros independientes de las filas socialistas; unos con mejor suerte, como Marlaska, otros con peor, como el olvidado Màxim Huerta, y otros con mediana suerte, como Pedro Duque. En Madrid, como es sabido, Sánchez apostó por un alcaldable socialista que no fuera de la base socialista, esas a las que decía representar cuando desafió a Susana Díaz, y ungió con su apoyo a Pepu Herández en las primarias.

Pablo Casado, quizás porque cuenta con un PP que todavía supura las heridas de las primeras primarias, y su resquebrajamiento, al que se le suma la contrariedad de estar en la oposición, ha sido el que más ha abusado de esta nueva forma de hacer política. En Barcelona sitúa a la historiadora y opinadora Cayetana Álvarez de Toledo, en Málaga a uno de los periodistas de referencia de la derecha Pablo Montasinos, en Huelva al activista Juan José Cortés… Y todavía queda saber quién será el número dos por Madrid.

En la Comunidad de Madrid, la propia candidatura de Más Madrid es una oda al personalismo. Es un partido a la italiana, que gira en torno a las figuras de Íñigo Errejón -en la Comunidad- y a Manuela Carmena -en el Ayuntamiento-.

La pregunta que surge tras este breve repaso es: ¿tienen los partidos políticos proyecto alguno para España? Parece que no; y, por eso, en vez de dar la oportunidad a la viveza real de éstos, que son los militantes, los que engrasan cada engranaje, hacen política como hacen equipos de fútbol, con nombres, culebrones y reventando el mercado de fichajes. Estoy muy de acuerdo con que haya profesionales que decidan dar un paso e implicarse en la política. Empero, no creo que el eje que vertebre la nueva política sean personas con éxito profesional que no hayan estado en las calles haciendo el trabajo sucio, pegando carteles, llenando mítines, debatiendo en tertulias más hostiles que las de los platós…; haciendo partido. Si no, ¿qué papel nos deparará la nueva política a los militantes o a los millones de personas que el sistema económico, social y cultural no nos permite triunfar y llegar a tales cotas de éxito?

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