Son muchas las personas que aprovechan el período vacacional de Semana Santa para realizar un viaje. Aunque algunos se decantan por destinos nacionales, otros deciden realizar una escapada al extranjero, lo que implica generalmente un viaje en avión durante más horas.
Los vuelos de larga duración pueden producir el llamado “síndrome de la clase turista”. Como explica la Dra. Daniela Silva, especialista en Medicina Interna de International Medical Institute de Vithas Internacional de Madrid, “este término hace referencia a una serie de fenómenos trombóticos, es decir, a la formación de coágulos como consecuencia de varios factores a los cuales nos exponemos cuando viajamos muchas horas en un avión”.
La especialista señala algunos factores inherentes a las propias condiciones del avión, como la falta de humedad, la baja presión de oxígeno y la necesidad de permanecer sentados durante un largo periodo de tiempo. “Todo ello, unido a determinadas condiciones de cada individuo, como por ejemplo el sobrepeso, cierta predisposición genética, puede hacer que exista un mayor riesgo de formación de coágulos en las piernas (trombosis venosa profunda), e incluso en los pulmones (trombo-embolismo pulmonar)”.
Para disminuir el riesgo de que esto ocurra, la Dra. Silva recomienda viajar con ropa cómoda, no apretada, dar paseos durante el vuelo, realizar movilización de las piernas y estiramientos de pantorrilla, incluso estando sentados, utilizar medias de compresión, que permiten un adecuado retorno venoso y facilitan la circulación, y mantener un buen nivel de hidratación.
Evitar contracturas musculares Otros de los inconvenientes con los que nos podemos topar tras muchas horas de vuelo son las contracturas musculares. Como explica Álvaro Herrera, fisioterapeuta y coordinador del Servicio de Rehabilitación del Hospital Vithas Nuestra Señora de América de Madrid, “a la hora de viajar no debemos olvidar la importancia de mantener una postura correcta sentados, ya que nuestra musculatura puede sufrir en forma de contracturas musculares”.
En el caso de los vuelos de larga duración, Herrera incide en la importancia de sentarnos correctamente: “hay que procurar que la espalda esté completamente pegada al respaldo del asiento, para lo cual debemos sentarnos sobre los glúteos en vez de sobre la parte baja de la espalda, es decir, tener una postura recta. Además, las rodillas han de estar flexionadas normalmente a 90º y dejar, en la medida de lo posible, la cadera un poco más alta que las rodillas, lo que nos permitirá apoyar el peso sobre los huesos de los isquiones en lugar de sobre las últimas vértebras lumbares y sacras, lo que nos puede provocar, a la larga, desgaste en los discos y sufrimiento en la musculatura lumbar”.
Por último, más allá del control postural, el especialista recomienda ponernos de pie con frecuencia para caminar y estirar las piernas con el fin de evitar la rigidez articular y muscular.
¿Se pueden minimizar los efectos del jet lag? Existe también un fenómeno al que nos enfrentamos cuando viajamos y cambiamos de zona horaria: el famoso jet lag o desfase horario. Se trata de un síndrome que se produce por el cambio rápido de zona horaria, un desequilibrio en el reloj interno de la persona.
La Dra. Daniela Silva indica que nos afecta en mayor medida cuando el cambio horario es superior a las 8 horas. Para intentar disminuir la severidad de sus síntomas aconseja: “Intentar, en la medida de lo posible, acercar nuestro horario al de destino desde unos días antes del viaje; evitar el consumo de alcohol los días previos y posteriores; beber mucha agua y evitar el café después del mediodía; hacer ejercicio de modo que nuestro cuerpo nos pida descanso al final de la jornada y exponernos a la luz solar de forma suficiente, ya que nuestro ritmo circadiano está controlado en gran medida por la misma”.
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