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Ucrania se ha convertido en la primera república del siglo XXI que va a ser presidida por un cómico.

Comediante al poder
Isaac Bigio
domingo, 28 de abril de 2019, 09:32 h (CET)

ENTRE UN DONALD Y UN RONALD

Muchos pueblos donde se experimenta un gran desgaste de los partidos y políticos tradicionales suelen inventar a un “outsider” buscando renovar y moralizar al poder. Si en el Perú de 1990 este fue Alberto Fujimori, ahora en Ucrania le ha tocado el turno a Volodymyr Zelensky, quien también habla de hacer un “gobierno honesto”.


El cómico Zelensky derrotó por alrededor de 13,5 millones de a 4,5 millones de votos (75% y 25% de los votos válidos, respectivamente) de los votos válidos al actual mandatario, el multimillonario Petro Poroshenko. Dicha diferencia hubiera sido mucho mayor si hubiesen participado unos 3,5 millones de ciudadanos ucranianos que viven en las zonas lideradas por los rebeldes anti-Petroshenko, quienes no sufragaron.


La única segunda vuelta que se me viene a la mente en la cual el vencedor ganó por un margen aún mayor fue la de Francia 2002 en la cual el presidente de entonces Jacques Chirac triunfó por 82% contra 18% de los votos válidos contra el neofascista Jean Marie Le Pen. Entonces, la mayoría de dicha nación decidió unirse contra el peligro de la ultraderecha racista.


En el caso de Ucrania, el presidente en ejercicio era Poroshenko quien, además, es el único personaje que había llegado a la presidencia obteniendo en la primera vuelta una gran mayoría absoluta (en 2014 ganó con el 55% de los votos).


Poroshenko era el símbolo de una “revolución” pro-Washington y anti-Putin, la cual ha generado muchas decepciones. Tal era su inicial popularidad que hasta su nombre seguía siendo el mismo que el de su movimiento. Sin embargo, el “Bloque Poroshenko” en la primera vuelta apenas bordeó los 2,5 millones de votos (el 15%), casi 4 veces menos que los cerca de 10 de millones de votos que obtuvo en la primera ronda con la que antes había llegado al poder. Ningún otro presidente de Europa o las Américas ha perdido por tal margen al intentar ser reelecto o ante un novato comediante que se jacta de no ser un político.


La debacle de este Berlusconi eslavo es una muestra del desgaste de los políticos y partidos que han hecho que Ucrania sea en Europa una de las naciones más pobres y la más azotada por la guerra.


El desgaste de este magnate tipo Donald Trump ha sido capitalizada por un actor más joven que Ronald Reagan, el cual no va a diferir en mucho de sus políticas tan cercanas a los republicanos norteamericanos.


UCRANIA

Este es el más grande y fértil país europeo aparte del gigante euroasiático ruso. Hasta 1991 nunca existió como una república independiente pues previamente era parte de la Unión Soviética.


Durante la revolución bolchevique Ucrania fue uno de las principales plazas de la guerra civil de 1917-22 donde actuaron desde cosacos y guardias blancos zaristas hasta las milicias anarquistas campesinas de Néstor Makhno. El ucraniano León Trotzky fue el jefe del ejército rojo que logró imponer la victoria socialista en esas tierras y en el resto del antiguo imperio zarista.


A fines de los 1920s José Stalin decreta la colectivización forzosa del agro concatenando una hambruna que mató a 7 millones de ucranianos.


Cuando Adolfo Hitler en 1941 lanza su ofensiva militar contra los soviéticos una serie de grupos fascistas ucranianos le apoya, siendo el más importante el de Stepan Bandera quien ayuda a que los nazis ocupasen todo ese país. Tras que en Stalingrado se da la primera gran derrota nazi-fascista en febrero 1943, los soviéticos avanzan al oeste y recapturan Ucrania.


En 1945 Moscú conquista a Berlín, para luego esparcir la frontera soviética al oeste incorporándose casi la mitad oriental de Polonia y hacer que la república soviética de Ucrania se expanda hacia el oeste y se anexe territorios que fueron antes de Polonia, Checoslovaquia y Rumania. En 1954 Nikita Kruschev entregó a Ucrania la península de Crimea (que hasta entonces siempre fue parte de Rusia).


Esto ha hecho que Ucrania sea un conglomerado de territorios y nacionalidades, la cual tiene fuertes contradicciones internas, especialmente entre las partes más occidentales que son anti-rusas y las orientales donde hay muchos ruso-parlantes.


Desde 1991 Ucrania transitó por una restauración capitalista muy ligada a la rusa, lo que generaba una pugna entre dos bandos (uno pro-Moscú y otro pro-Unión Europea). En 2004 y 2014 los Estados Unidos y la Unión Europea promueven dos “revoluciones” (la primera conocida como la “naranja” y la segunda como la de la plaza euro-Maiden) para poder sustituir gobiernos pro-Moscú por unos pro-Washington. En 2004 la presidencia pasó al pro-occidental Victor Yushchenko quien derrotó al candidato pro-Putin Viktor Yanukovych.


No obstante, este último después ganó ajustadamente las presidenciales del 2010, por lo que los Estados Unidos y la Unión Europea trataron de socavar. En febrero 2014 ambos patrocinan allí un levantamiento armado para derrocar a su gobierno constitucional, el cual termina abriendo una guerra civil y convocando a elecciones presidenciales, en las cuales vence abrumadoramente Petro Poroshenko.


Uno de los principales actores en esta “revolución” fue el Partido Nacional-Social de Ucrania cuyo nombre y símbolo es similar al de los Nacional-Socialistas (nazis) alemanes y que se considera heredero del ejército separatista pro-hitleriano de Stepan Bandera. Dicho partido en el 2011 había hecho una gran marcha reivindicando a los oficiales ucranianos de la SS (el servicio especial alemán para exterminar judíos, gitanos, polacos y opositores) y tras la “revolución” del 2014 llegó a tener varios ministerios.


POROSHENKO

Petro Poroshenko, quien ha gobernado Ucrania en 2014-19, figura entre los 1,200 hombres más ricos del mundo. Posee unos mil millones de dólares y es propietario de numerosas empresas, incluyendo el único canal de noticias en lengua ucraniana, siendo considerado el “rey del chocolate” por casi monopolizar la producción de este producto.


Al llegar al gobierno él acepta varias demandas de estos grupos nazis. Así, el ruso (que lo habla un quinto de los 45 millones de habitantes de Ucrania) dejó de ser considerado un idioma co-oficial en la educación y se aprobó una ley para derribar todos los monumentos en honor a los antiguos líderes socialistas o a las victorias militares soviéticas contra Hitler, así como para renombrar a miles de regiones, distritos, pueblos, calles, plazas e instituciones que recordaran el pasado soviético, al sindicalismo o a la izquierda.


Igualmente, se pasó a reivindicar oficialmente la labor del “Ejército Insurgente Ucraniano” de Stepan Bandera, pese a que éste colaboró con la conquista nazi de Ucrania y con sus matanzas contra judíos, polacos y soviéticos, cuyas muertes sumadas bordean los 30 a 40 millones de personas.


Poroshenko proscribió a todo partido comunista, incluyendo el de Petro Symonenko (quien en 1999 logró un 40% de los votos válidos y que esta vez estuvo prohibido de candidatear). También incentivó una feroz fobia anti-rusa y ha buscado hacer que Ucrania entre a la Unión Europea y a la OTAN.


Lo paradójico es que Poroshenko ha llegado a formar parte de organizaciones que se reclaman socialistas y que hasta 1991 la constitución soviética vetaba a cualquier persona el poder acumular propiedades o capitales. Tras la destrucción y privatización de la economía nacionalizada y planificada numerosas personas de repente se fueron tornando multimillonarias creando una nueva oligarquía, en la cual se haya Poroshenko.


Vladimir Putin, por su parte, no ha querido permitir que la capital ucraniana (Kiev), que es donde nació Rusia, así como Ucrania, que es su granero histórico, rompa su tradicional alianza con Moscú y se convierta en un enemigo donde potencialmente Washington pueda colocar tropas y hasta misiles nucleares que le apunten.


Al igual que en las ex repúblicas soviéticas de Moldavia y Georgia que, cuando amenazaron entrar a la UE, Putin fomentaba en su interior repúblicas separatistas centradas en minorías étnicas descontentas, ahora él alentó a la población mayoritariamente rusa de algunas regiones del oriente de Ucrania a levantarse.


En Crimea, tras que un masivo referéndum votó a favor de retornar a Rusia, esta península fue anexada a la federación rusa. Luego las regiones orientales de Donetsk y Lugansk, donde la mayoría de sus habitantes hablan ruso, han declarado su independencia como “repúblicas populares". Desde que Poroshenko fue electo mandatario Ucrania ha perdido territorios donde estaban residiendo uno de cada siete de sus ciudadanos.


Estas guerras han causado unas 13,000 muertes y 1, 500,000 desplazados. Poroshenko, en su quinquenio, se había ido desacreditando por grandes escándalos de corrupción así como por su desastrosa guerra y pérdidas territoriales.


ZELENSKY

Este actor de 41 años, a pesar que abiertamente proclama no ser un político, concitó popularidad encarnando el papel de un presidente ucraniano que salió de la nada para limpiar a su nación de la corrupción en la muy vista serie televisiva “Sirviente del Pueblo”. Él tomó el nombre de dicho programa para bautizar el de su propio movimiento político.


Esta es la primera vez en la historia que una comedia televisiva se convierte en el principal vehículo de una campaña presidencial, una de las más exitosas de este milenio, la misma que era pasada con más frecuencia en la recta final para ayudarle a crecer en las encuestas.


El éxito de Zelensky se debe a que no tenía propuestas muy claras ni un claro perfil o historial político. Sus indefiniciones fueron su éxito.


Por un lado él decía que iba a continuar las obras buenas de Poroshenko y su curso en favor de la UE, Estados Unidos y la OTAN, pero, por otro lado, habla de acabar con la guerra. Él ha podido capitalizar a antiguos electores de Poroshenko pero también a sus anteriores rivales pues es alguien que habla ruso, viene de un hogar humilde, postula fuertes medidas contra la corrupción y habla de muchos problemas normales de la gente.


Zelensky trabaja en el canal televisivo de Ihor Valeriyovych Kolomoysky, un oligarca aún más rico que Poroshenko, a quien su gobierno persiguió e hizo que se exilie en Tel Aviv escapándose de procesos de corrupción. Kolomoysky ha sido el líder de la comunidad judía de Ucrania.


Zelensky, pese a que también es judío de nacimiento, ha llegado a considerar al nazi Stepan Bandera como un campeón de la independencia ucraniana. Aunque Israel es un Estado formado para proteger a los judíos del antisemitismo, su premier Benjamín Netanyahu no tiene reparos en mantener una buena relación con una derecha ucraniana orgullosa de honrar a los paramilitares ucranianos que colaboraron con Hitler y sus matanzas.


Zelensky se negó a prestar muchas entrevistas o polemizar con sus oponentes. El único debate en que aceptó participar fue uno con Poroshenko hecho en un estadio ante más de 20,000 espectadores a dos días de los comicios. Nunca antes he visto un foro de candidatos a la presidencia hecho en un campo de fútbol, el cual parecía un “reality show”, una competencia de insultos y un espectáculo para las tribunas, antes que una exposición de propuestas de gobierno. Poroshenko quería ganar puntos haciendo un show paseándose por todo el estadio marchando con soldados condecorados y luego acompañándose con algunos de ellos en el estrado (uno de estos sin una pierna), mientras que Zelensky hacía gala de sus dotes de actor.


Ninguno de los dos expuso sus planes de gobierno, lo cual de por sí muestra una gran debacle generalizada. Toda la discusión giró en torno a las virtudes o defectos personales de los contrincantes. Poroshenko apelaba al odio anti-ruso y quería ningunear a su rival enrostrando su falta de experiencia para lidiar con Putin o gobernar. Zelensky se vanagloriaba de no ser un político aduciendo que eso le permite estar libre de toda la corruptela.


Zelensky como Reagan es un actor que ganó en todas las regiones del país menos en una. Su nueva administración va a continuar el rumbo pro-UE, pro-OTAN y pro-Washington de su predecesor a quien dijo antes admirar.


Es difícil saber qué pueda pasar con su gobierno. Figuras sin partido propio que se inflan de la noche a la mañana pueden acabar presas de la élite militar-empresarial (como pasó con Fujimori) queriendo gobernar con mano dura o como el francés Emmanuel Macron quien se ha ido quemando rápidamente y lleva confrontado las grandes protestas de los chalecos amarillos.


LECCIÓN PARA LATINOAMÉRICA

Ucrania es el principal centro de conflictos entre Washington y Moscú. Putin alega que las dos “revoluciones” anti-rusas que Estados Unidos y la Unión Europea impulsaron en Ucrania sirven de modelo para lo que quiere hacer hoy Trump en Venezuela.


Así como la Casa Blanca ha favorecido cambios de gobiernos en Ucrania y Georgia para poner en el poder a sus amigos y debilitar a Rusia, hoy Putin trata de contrarrestar a Trump apoyando a los gobiernos latinoamericanos contestatarios a él, como los de Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela.


En diciembre 2015 EEUU acusó a Rusia de haber producido un gran apagón en Ucrania mediante un virus cibernético, y hoy ocurre lo inverso en relación a los masivos cortes de luz que se han dado en Venezuela justo apenas regresó a Caracas Juan Guaidó llamando a aprovechar estos apagones para derrocar a Nicolás Maduro.


Si en Ucrania los EEUU organizaron masivas protestas populares que lograron dividir a las fuerzas armadas y deponer gobiernos electos pro-Rusia, en Venezuela desde enero han querido hacer lo mismo queriéndose aprovechar del desgaste de Maduro y de los cuestionamientos que hay en muchos acerca de la legitimidad de su reelección.


Resulta interesante ver lo que han producido 5 años de una “revolución democrática” pro-Washington en Ucrania. En este país, que es ligeramente menor que Venezuela en superficie, se ha producido una atroz guerra con la escisión de 3 regiones, la “democracia” pro-EEUU ha impuesto una dictadura que proscribe organizaciones izquierdistas y sindicalistas y que discrimina a la segunda etnia del país (la rusa), ha incentivado una división de la iglesia ortodoxa oficial que compartía con Rusia y Bielorrusia (para tener una nacionalista propia), y se han legalizado bandas abiertamente racistas y fascistas.


El nuevo programa monetarista ha logrado que Ucrania sea un paraíso para las inversiones extranjeras. Pese a ello y al crecimiento económico allí el desempleo supera el 9% de la población laboral y el producto anual por habitante es de apenas $US 2,640, el cual es, junto al de su vecina Moldavia, el más bajo de Europa.


Esta última cifra implica que Ucrania, un país que tiene un territorio ligeramente mayor al de Francia, apenas tiene una producción por cabeza 35 a 40 veces menor que ésta. Ucrania, pese a sus grandes riquezas y tierras tan fértiles, tiene una producción per cápita peor que la de la más pesimista estimación que el FMI pueda hacer de Venezuela para fines del 2019. Esta, además, es menor 2 veces que la de Bielorrusia (considerado un Estado paria aislacionista), 4 veces a la de Rusia, 7 veces a la de Grecia y 10 veces a la de España (siendo estos 2 últimos países muy golpeados por la crisis económica).


Tal ha sido la bancarrota de la “revolución democrática” pro-Washington del 2014 que el triunfador de esta (Poroshenko) se ha convertido en el presidente del mundo del siglo XXI que peor parado ha quedado en una elección donde quiso perpetuarse en el poder, y que en Ucrania tal es la crisis política que una persona cuya única virtud es el de protagonizar una comedia haya sido tomado en serio por sus habitantes.


Quien puede convertirse en un hazmerreir de la política mundial no es solo el nuevo gobierno de este país, sino el modelo que la Casa Blanca ha venido impulsando para desestabilizar a diversos países en todo el planeta a fin de imponer sobre estos a sus incondicionales. 

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