La tarde se desvanece entre susurros, las golondrinas nunca están en casa y los insectos no saben hallar alimento entre muslos de adolescencia eterna.
Un tren sin paradas intermedias hace crujir los vidrios del hogar vacío, el viaducto llora sin la visita de suicidas; los jóvenes ya no leen a los simbolistas ni beben absenta en mesas pegajosas.
Dejando fluir la sangre de la arteria abierta los poetas ensucian pantallas de cristal templado, las libretas de lomo en espiral mueren calladas, en el camino de Swann ya no hay muchachas en flor ni rastro de su sombra en la biblioteca cubierta de moho.
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