Si acabas de soplar cuarenta velas, tenemos una mala noticia para ti. Sí, porque a partir de esa edad es cuestión de unos pocos años que la presbicia o vista cansada haga acto de presencia. Literalmente, presbicia significa en griego ‘ojo viejo’ y envejecer es exactamente lo que hace el cristalino a partir de los 40 o 45 años. El cristalino es la lente natural con la que enfocamos los objetos y que, con el tiempo, pierde su capacidad acomodativa.
Lo cierto es que, según un reciente estudio, el 43 % de los présbitas empezó a presentar síntomas entre los 40 y los 45 años y un 33 %, entre los 46 y los 50.
Durante la juventud el cristalino es suave y flexible, y se amolda a las diferentes distancias con facilidad. No obstante, por norma general esta habilidad empieza a fallar a partir de los 40 años, pues esta lente se torna rígida y poco maleable a los cambios. Ello comporta dificultades de lectura y esa necesidad de alejar, por ejemplo, los productos del supermercado para poder leer con claridad las etiquetas. También delatan un posible problema de vista cansada los dolores de cabeza tras un esfuerzo prolongado leyendo o trabajando con la vista.
Así, la mayoría de de las personas empiezan a necesitar soluciones para paliar estos problemas de visión a partir de los 40 años. Una de las fórmulas más populares la encontramos en las gafas. De hecho, un 87 % de las personas encuestadas se decanta por esta opción, mientras que un 11 % decide no hacer nada. Únicamente un 1 % se decide por la operación, la cual consiste en la implantación de una lente que reemplaza al cristalino envejecido y que asume, por lo tanto, sus funciones.
Si eres de los que han optado por las gafas como solución, deberás tener en cuenta que no todas valen. En este sentido, conviene que descartemos las gafas premontadas. Ya en 2012 el presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas, Juan Carlos Martínez Moral, advirtió sobre ellas: “Esta especie de gafas no son más que unas lentes de aumento que se fabrican de forma estandarizada para todos los usuarios”. De hecho, cuentan con unas medidas estándares de distancia interpupilar y graduación que únicamente coincide en un 5 % de los casos. Además, su uso reiterado puede ocasionar mareos y dolores de cabeza, así como dificultad y cansancio en la lectura, aunque es cierto que pueden utilizarse como repuesto en casos de emergencia.
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