Podría decir que vivo en un puro sobresalto. Aunque en esta ocasión deba reconocer que “¡bendito sobresalto! Empezaron a sonar todas las campanas que en mi interior anunciaban la llegada de una gran noticia. Y lo fue por inesperada. Carla Santiago ―Santiago, uno de los apellidos gitanos de mayor raigambre en la historia de nuestro pueblo― había sido designada Senadora por la Asamblea de Madrid. ¡Bendito sea Dios! Todos los vientos de la joven democracia española empezaban a soplar a nuestro favor. 2019 será recordado como el gran año de la cosecha democrática española en el que la comunidad gitana empezó a encontrar su camino, en pie de igualdad, para hacerse presente con voz propia allí donde se hacen las leyes.
Tener cuatro miembros romaníes en el Congreso de los Diputados era impensable al dar comienzo la campaña de las Elecciones Generales. Y los conseguimos, gracias al PSOE, al Partido Popular, a Ciudadanos y a Podemos que supieron apostar por nosotros colocando en sus listas a nuestros candidatos en puestos de privilegio. Luego, en las elecciones municipales y autonómicas salvamos la cara gracias a que Ciudadanos situó en puesto de salida a Carla Santiago Camacho lo que la convirtió en Diputada de la Asamblea de Madrid. La verdad es que teníamos clavada una espinita tanto en la Comunidad Valenciana como en Extremadura. En ambas comunidades teníamos a un Diputado autonómico. En Valencia Manuel Bustamante elegido en las listas del Partido Popular. Y en Extremadura fue Francisco Saavedra Santos, del PSOE, quien representó a los ciudadanos extremeños en su Parlamento. Lamentablemente en la pasada legislatura sus partidos no les renovaron el puesto y nos quedamos sin representación parlamentaria gitana en esas dos importantes comunidades autónomas.
Carla Santiago, una gitana que rompe moldes Y los rompe porque su biografía compagina perfectamente su condición de gitana ―con todo lo que eso implica para el mantenimiento de las costumbres y tradiciones que nos son propias―, y su trayectoria de inserción en la sociedad, que en nada tiene que envidiar a la de cualquier familia no gitana de clase media, que ha logrado dar estudios universitarios a todos sus hijos. Tal vez pueda suponer un motivo de sorpresa informativa saber que el padre de nuestra flamante senadora es un veterano miembro de la Guardia Civil que obtuvo una inmejorable calificación cuando opositó al puesto que aspiraba. Y que su abuelo, en época ya muy remota, fue alcalde de su pueblo, Jabalquinto, en la provincia de Jaén.
Nuestra senadora tiene ocho tíos carnales por parte de su padre. Ocho integrantes de la comunidad gitana que siempre estuvieron preocupados porque sus hijos recibieran una buena educación. De hecho, manifiesta ella misma, “en nuestra generación hay muchos universitarios, farmacéuticos, abogados y médicos”. Por cierto que su prima, Paulina, es farmacéutica y con ella ha convivido y compartido muchas de las inquietudes que las han llevado a ser al mismo tiempo, testigos y protagonistas de la lucha por conseguir el respeto que como personas gitanas merecían.
Carla Santiago viene a redondear la representación política que tenemos en las Cámaras donde cubrimos todos los espacios que van desde la izquierda a la derecha. Carla se sitúa en el espacio liberal que representa Ciudadanos. Por eso Ignacio Aguado, el líder del partido naranja en Madrid, la eligió para incorporarla con el número 10 en su lista a la Asamblea. Carla ha confesado estos días que “vengo de una familia conservadora, tradicional, y yo he intentado ir eliminando ese cierto conservadurismo, pero sí que es verdad que mi padre fue Guardia Civil y de alguna manera vas heredando una cierta ideología y luego tú te vas formando”.
Trabajadora y activista en el asociacionismo gitano Carla Santiago ha llegado al mundo de la política después de haber recorrido un amplio camino en la actividad académica, laboral y asociativa. Durante algún tiempo se ganó la vida abriendo una tienda de ropa de hogar en el Paseo de las Delicias de Madrid. Y posteriormente se vinculó a la Asociación Romí Sersení (mujer española, en caló) y trabajó en algunos programas educativos de la Fundación Secretariado Gitano, entidad en la que ha sido designada últimamente como miembro de su Patronato.
Actualmente es la presidenta de la Red Artemisa. Curioso nombre de la diosa mitológica ―Diana, se dice en latín― que es la protectora de la caza, de los bosques, de los animales y de las mujeres solteras. A esta Red pertenece la Fundación Secretariado Gitano, Romí Sersení y la Asociación de Mujeres Alboreá, otro de los nombres sagrados con el que los gitanos denominamos el cante litúrgico con el que nos rendimos ante la naturaleza que guardó y protegió a nuestras gitanas hasta el día de su boda.
Una buena oradora El 24 de mayo se celebra el Día de los Gitanos madrileños porque tal día como ese del año 1484, en sesión celebrada en la iglesia del Salvador, los regidores de Villa de Madrid concedieron a los gitanos una donación de 1.000 maravedíes para seguir en peregrinación por los caminos. Así lo recordaba otra gitana de primera línea, Amara Montoya Gabarri, que mereció figurar entre las elegidas para representarnos en cualquiera de las cámaras legislativas. Y para finalizar su intervención en la Asamblea de Madrid en un discurso que pronunció el año pasado, quiso llevar a su auditorio una preciosa composición poética escrita por nuestra nueva y primera Senadora gitana, Carla Santiago Camacho.
Imagínenla subida al púlpito de la tribuna del Senado. Observen los rostros y las miradas expectantes de Sus Señorías, intrigados por saber qué dirá la primera gitana española que alcanza tan alta representación. Y quédense petrificados en sus escaños cuando oigan decir a la joven mujer gitana su primer saludo a la Cámara: Señorías: “Traigo un perfume, esencia de flores silvestres de los campos embriagados de lunares y cantares. Traigo un perfume, que recuerdan aquellas voces que envolvían de alegría y soniquete los suspiros escondidos de la noche. Traigo un perfume, que habla de un pueblo al que nadie ha arrebatado su memoria, que transita por los recuerdos de verdugos que quedaron silenciados en la historia. Traigo un perfume, que enciende la diferencia y apaga el temor, que ilumina la esperanza y cura el dolor. Traigo un perfume que abraza las promesas que se quedaron en el olvido e incita a recoger lo que legítimamente es suyo. Traigo un perfume que desprende sabores de diversidad, derechos humanos y justicia social. Traigo un perfume, que apuesta por la igualdad, trasmite diferencia y comparte gitanidad.”
Y como soñar es gratis, y a uno le cuesta a veces sobrevivir en medio de tantas miserias y calamidades, yo cierro los ojos y contemplo la vieja Sala de Plenos del Senado con todos sus componentes puestos en pie aplaudiendo a Carla por la belleza de su mensaje y la profundidad de su contenido.
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