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Jaque mate

Hasta hace apenas unos días ya estábamos casi castigados a volver a votar en unas nuevas elecciones, ante la incapacidad de llegar a acuerdos por parte de nuestros representantes políticos
Eduardo Cassano
lunes, 22 de julio de 2019, 15:05 h (CET)

La ley electoral española ha vuelto a quedar en evidencia. Esta semana hemos podido observar cómo una sola diputada de Unid@s Podemos ha impedido el cambio en La Rioja, después de 24 años de gobierno del PP. Los 15 escaños del PSOE no han sido suficientes, por un solo voto de la formación que ahora está negociando con los socialistas para entrar en un gobierno de coalición por primera vez en la historia de nuestro país.

Hasta hace apenas unos días ya estábamos casi castigados a volver a votar en unas nuevas elecciones, ante la incapacidad de llegar a acuerdos por parte de nuestros representantes políticos. Ello ha llevado a la reflexión, por fin, sobre la necesidad de cambiar nuestra ley electoral e introducir una segunda vuelta que permita terminar con este paripé de ronda de contactos, reuniones infructuosas y sonrisas forzadas ante las cámaras de televisión. Sin dejar de cobrar los sueldos poco mileuristas durante todo el proceso, por supuesto.

Cuando todas las negociaciones parecían rotas, ha aparecido de la nada un nuevo Pablo Iglesias renunciando a entrar en el gobierno. Parecía impensable que su ego le permitiera hacer tal gesto, quizás con ello ahora recuperará parte del prestigio político que había perdido imponiendo sus condiciones cuando con su Unid@s Podemos no suman un gobierno de mayoría absoluta con el PSOE. Ahora se autoproclamará el salvador de esta legislatura, si finalmente se forma el gobierno de coalición, que todavía está por ver el próximo martes o jueves.

En las entrevistas que han concedido esta semana tanto Pablo Iglesias como Pedro Sánchez, han mostrado sus cartas pero ha sido el primero quién, cuando nadie se lo esperaba, ha realizado un movimiento magistral de ajedrecista poniendo en jaque mate al que ya no tiene excusa para aceptar las condiciones expuestas. Ahora mismo está en un callejón sin salida.

Aunque todo parece decidido a falta de detalles, no descarto que el ego de Pedro Sánchez sea todavía mayor que el de Pablo Iglesias y aunque ha conseguido alejarlo del poder, sabe que está obligado a dormir con su enemigo si quiere mantener su silla de presidente y puede que ello le lleve a preferir unas nuevas elecciones, consciente de su popularidad, y acabar lamentando después no haber calculado bien los movimientos de cualquier buen ajedrecista.

En Murcia ya se ha llegado a un acuerdo del trío de las derechas, que culminarán también en breve en Madrid. Antes de que sin darnos cuenta nos pase lo que ha pasado en Grecia, será un mal menor este gobierno en coalición de PSOE-Unid@sPodemos durante una legislatura y ver qué sucede, antes de arriesgarse a que unas nuevas elecciones nos devuelva la incertidumbre que ya conocemos cuando ha gobernado el PP.

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En un mundo que presume de avances sociales, tecnológicos y morales, hay un virus antiguo que sigue latiendo bajo la superficie, “el egoísmo”. No se trata de una simple preferencia por uno mismo, sino de una actitud enquistada que se manifiesta, con demasiada frecuencia, en la avaricia y la indiferencia hacia quienes solo aspiran a algo tan básico como vivir con dignidad.

Muchos se interesan por mi opinión sobre el nuevo papa. Y yo que sé. Un montón de personas, alguno de mi familia, hablan de Robert Frances Prevost como si le conocieran de toda la vida. Ciertamente, estuvo en Málaga durante unos días en mi querido Colegio de los Olivos, lo hizo en función de su cargo dentro de la Orden agustiniana. Anecdóticamente, tengo un ahijado que comió con él en una ocasión. Pues muy bien.

Existen hoy periodistas, si se les puede llamar así, que buscan la conformidad fácil reivindicando un ateísmo moderno y un antitradicionalismo de manual progre, y perdonen, pero no estoy de acuerdo. Es triste que basándose en tópicos y estereotipos que son minoría en muchos sentidos, se pierda el respeto a las tradiciones y a la cultura religiosa, que es mucha.

 
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