Veo oro en tu mirada, tierna
cual la luz del sol
a las dos del mediodía
de un domingo día ocho,
astro que es residencia de don Dios.
Que más vale que me mires
que del calor vienes y vas y te ríes.
Lo haces porque tú lo sabes,
sabes, eres poderosa
y la ternura de tus ojos
es más pura que cualquier otra cosa…
Y no hay fuerza más grande,
que el valor de tu mirada,
siempre misericordiosa.
Que si no hay buenos ni malos,
que miren tu rostro y comparen
rosas, flores, claveles, mariposas...
Que no hay amor más grande
que el que en los ojos
se posa para siempre…
y a mí me hacen crecer…
rositas en el corazón.
Veo oro y es del bueno,
veo oro verdadero,
veo corazones enteros
y emociones acertadas,
y debo decirte: “te quiero”,
sobretodo de madrugada,
cuando despierto y te veo
y el alma se me empaña
de alegría y verdadero amor.
Para mis buenas amigas: Laura e Isa.
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