El pasado sábado comenzó la nueva temporada de la liga de fútbol española, y por delante 38 jornadas deportivas que concentrarán la atención de millones de personas, y no solo de aficionados. Este fenómeno social engancha por la asociación de fútbol-euforia-evasión-distracción que provoca ver un partido, pero al mismo tiempo por la expectación y emoción de conocer los resultados, incluso por encima del espectáculo en sí.
Además del atractivo social, el fútbol mueve grandes cantidades de dinero a nivel de negocio, tanto dentro del sector como en el ámbito de las apuestas, lo que se ha visto incentivado con la digitalización y convirtiéndose en un posible problema para quienes deciden apostar. Asimismo, las casas de juego realizan una fuerte inversión en publicidad antes, durante y después de cada encuentro, llegando incluso a patrocinar grandes equipos y a utilizar a sus estrellas como reclamo, lo que incentiva el deseo de apostar. “Las apuestas deportivas generan importantes ingresos y esto puede hacer que el apostador busque únicamente un rédito sin poner interés en el deporte en sí, lo que puede ocasionar una desvalorización del evento”, explica la psicóloga Patricia Colovini en la clínica CITA, centro miembro de Top Doctors.
Los menores de edad y las personas con problemas de conducta, los más vulnerables a la adicción al juego
En España la edad legal para apostar son los 18 años. Sin embargo, desde que el juego entró en la era digital, el número de apuestas y, por ende, el de adictos al juego se ha incrementado, sobre todo entre los menores. “Numerosos estudios en diferentes partes del mundo han demostrado que la prevalencia entre los adolescentes de conductas de juego problemático es, por lo menos, el doble que la que se encuentra en adultos. El efecto estimulante del juego puede ser capaz de aliviar transitoriamente estados de ansiedad y tristeza, frecuentes a lo largo de la adolescencia”, asegura el psiquiatra Ponce Alfaro, miembro de Top Doctors.
La normalización de la conducta de juego por parte de la sociedad, y la creciente presencia de las casas de apuestas en zonas económicamente más desfavorables, incentivan que las personas con problemas de conducta o en situaciones de riesgo social se conviertan en otro de los perfiles más vulnerables. Asimismo, la ludopatía es un problema que afecta más a hombres que a mujeres. “Si el tiempo que se le dedica al juego cada vez es mayor, o ven en las apuestas una forma de solucionar los problemas económicos, puede ser que el apostador esté desarrollando un problema de ludopatía. Las consecuencias de no tratar a tiempo esta adicción pueden ser enormes tanto para la persona como para su entorno”, asegura el Sr. Antonio Riera.
Cuando apostar deja de ser un juego
Según los últimos datos de la Dirección General de la Ordenación al Juego, los españoles gastaron más de 669 millones de euros en 2018 en juego online, de los que el 52% se destinó a apuestas -incluidas las de ámbito deportivo-, el 34% al casino y el 11% al póker online. “Las casas de apuestas que utilizan la figura de futbolistas famosos atraen la atención de las personas que apuestan a merced de las estrategias del mercado, escondiendo la intención de captar adictos y convertirlos en ludópatas. Esto degrada un deporte honesto y un divertimento saludable como es el fútbol”, asegura Colovini.
La mayoría de los jugadores online se encuentran entre los 18 y los 35 años según los datos de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR). Sin embargo, cuando la facilidad de acceso a este tipo de prácticas puede derivar en un trastorno adictivo, que a la larga afectará tanto a quienes lo padecen como a su entorno. “Las respuestas agudas de estrés, la liberación de adrenalina, la activación de la frecuencia cardiaca y respiratoria son algunas de las reacciones que ocasionan las apuestas. Si la relación es adictiva, el estrés excesivo será el principal síntoma que revelará déficit más profundo del apostador. Al mismo tiempo, suele estar ligado a otras conductas de riesgo como el consumo excesivo de alcohol”, afirma la psicóloga.
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