Artur Mas quiere defender la rosa de Cataluña sin la tutela de España. Estoy convencido de que tarde o temprano lo conseguirá, de que esa sagrada unidad de España no es tal y en poco tiempo, tal vez una generación, tal cosa ocurrirá. Otro tanto puede decirse del País vasco. Es el precio que hay que pagar por varias tonterías cometidas durante la transición y años después.
Dejar la Educación en manos de quienes se sabía que la manipularían fue error de ingenuos, de ese tipo de personas que creen que “tol mundo e güeno”. Que no interviniera la Alta Inspección del Estado y dejar que se impusiera por cataplines el monolingüismo es pecado de quien limita su mandato a ver las nubes venir, tal vez para contarlas o tal vez para entretener su neurona. Y no me refiero, sólo, a Zapatero, sino que incluyo a sus antecesores y a su sucesor.
Callar la boca, esperando que las cosas se solucionen solas es de mentecatos; de mentecatos es también callar la boca en vez de denunciar cómo, con la misma excusa de Franco, de Videla o de Pionochet, los dirigentes catalanes se inventan enemigos exteriores para fabricar señeras suficientes en las que esconderse… y esconder su patrimonio.
De cobardes, paralíticos neuronales o inadaptados es no usar los aparatos propagandísticos del Estado, como La Generalitat usa los suyos, para denunciar el despilfarro de dinero, de ese dinero que Mas reclama a España, de ese dinero que “Espanya ens roba”, en embajadas o en pagar a los directivos de su televisión sueldos mayores que los que gana el propio Rajoy.
Si Cataluña se independiza, y yo estoy seguro de que lo hará, será más por deméritos de los sucesivos gobiernos españoles, incluido el de Aznar que hablaba catalán en la intimidad, incluidos todos los que acordaban con Pujol nuevas normas favorables a cambio de votos, que por méritos de la política catalana.
A algunos no nos importaría, dejaríamos así de subvencionar a aquellos que gracias a Franco, a quien tanto rechazan por anticatalán, se llevaron la industria, una industria para la que después hubo que buscar obreros allá donde los había, en vez de colocar las industrias donde había obreros en paro.
Así, tal vez algunos castellanos regresarían a sus tierras, a gastar las jubilaciones pagadas por Cataluña; así algunos castellanos regresarían a Castilla, a crear riqueza aquí, pagar impuestos aquí y contribuir a nuestro desarrollo en vez de dejar que se lleven sus impuestos para embajadas, para subvencionar ITV sospechosas o para pagar a quienes quieren boicotear la lengua castellana. Ya he contado aquí cómo un inspector de Educaciò llamó la atención a un maestro porque sus alumnos se dirigían a él durante el recreo en castellano: “Eso es porque también usted les habla en castellano”. Y mientras tanto el Estado calladito, mano sobre mano.
Por cierto, ayer ha sido Sant Jordi y las fiestas de Aragón y de Castilla y León. ¿Alguien ha oído hablar en la tele de estas dos últimas celebraciones?. Será que no existimos.
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