El pasado miércoles tuvo lugar en Barcelona la celebración de la Diada. Por la mañana partidos políticos y entidades sociales acudieron a depositar su homenaje floral a los pies de la estatua de Rafael de Casanova. Y por la tarde, como desde hace años, tuvo lugar la concentración convocada por la Assemblea Nacional de Catalunya, Estas concentraciones, desde 2012, reúnen miles de catalanes que, cada año, han ido expresando de manera pacífica i cívica sus deseos. Desde reivindicar en 2012 a Catalunya como nuevo estado europeo hasta reivindicar la Republica y el derecho a la Independencia, pasando, como se hizo en 2015 por unir todo el territorio de Catalunya mediante una cadena humana en la que se dieron la mano más de 1.600.000 personas.
Pero este año no estaban todos. Por segundo año consecutivo el 11-S en la festividad estuvo presente la obligada ausencia de los presos políticos y los exiliados, que tuvieron que seguir los actos desde la prisión o en el amargo exilio al que un Estado vengador y opresor les ha condenado, forzando la legislación para hacer pasar como delitos actitudes que no están tipificadas como tal en el Código Penal vigente en estos momentos en el Estado español.
Los catalanes el 11-S recuerdan la perdida de sus fueros y los ataques de Felipe V contra la lengua y sus derechos. Los valencianos lo hacen el 25 de Abril, ambos pueblos conmemoran una derrota, para no olvidar nunca que la lucha por sus derechos como pueblo debe continuar pese a quien pese. La primera celebración del 11-S fue una misa, oficiada en Santa María del Mar un 11 de Setiembre de 1886, en recuerdo de los defensores de la ciudad de Barcelona fallecidos en lucha contra las fuerzas borbónicas. Dos años más tarde, en 1888, se colocó la estatua de Rafael de Casanova y se inició la época de las ofrendas florales. Y a lo largo de los años y la historia representantes de la sociedad catalana se fueron reuniendo, cada 11-S, a los pies de esta estatua para reivindicar los derechos perdidos con el Decreto de Nueva Planta. Durante la República la celebración adquirió carácter institucional, hasta que las tropas franquistas entraron a final de Marzo del 1939 por la Diagonal y prohibieron toda manifestación de catalanismo, e, incluso, arrancaron de su ubicación la estatua de Rafael de Casanova.
Pero la lucha por la recuperación de los derechos de los catalanes continuó a pesar de la represión de la dictadura franquista. Militantes del Front Nacional de Catalunya retomaron la reivindicación con acciones propagandísticas como colocación de señeras y lanzamiento de octavillas. En 1946 durante uno de estos actos la policía mató a tiros al joven Josep Corbella militante del FNC. Durante el franquismo se continuó celebrando el 11-S, generalmente con carreras delante de los “grises”, la policía franquista, hasta llegar a 1976 cuando la Assemblea de Catalunya convocó un acto masivo en Sant Boi de Llobregat. Al año siguiente más de un millón de personas llenaron las calles de Barcelona al grito de “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia”.
La estatua de Rafael de Casanova volvió a las calles de Barcelona, y las flores, cada 11-S volvieron a ofrendarse a sus pies. Se reinstauró la Generalitat de Catalunya, y un buen día el President Maragall, del PSC, quiso llevar más allá el Estatut de Catalunya, y junto con las fuerzas políticas soberanistas e izquierdistas se redactó un nuevo Estatut, aprobado en referéndum por el pueblo de Catalunya, por el Parlament catalán y por el Congreso de Diputados de Madrid. Y aquí comenzó todo.
Al PP, herederos del centralismo franquista, no les gustaba nada que Catalunya se definiera como “nación”, entre otras cosas, y Mariano Rajoy, al frente de sus mesnadas recorrió España recolectando firmas contra Catalunya y su nuevo Estatut. Terminó el trabajo el Tribunal Constitucional, el año 2010, con una sentencia que supuso la ruptura del pacto que en 1978 dirigió la Transición, un invento del franquismo para seguir al frente del poder haciendo creer a la izquierda que también ellos podían llegar al puente de mando del buque de las Españas. Y de aquellos lodos, y aquella sentencia, con la que Alfonso Guerra presumía de haberse cepillado el Estatut de Catalunya, llegó la multiplicación del sentimiento soberanista de los catalanes y sus ansias por poder ejercer su derecho a decidir.
Crecieron cada año las manifestaciones del independentismo al tiempo que crecía el voto independentista hasta tener la mayoría de escaños en el Parlament. Y desde Madrid, todas las instituciones del Estado miraban, prepotentes y orgullosas, hacia otro lado. Y con esta actitud iban haciendo que cada vez fuera más amplio el sentimiento soberanista entre los catalanes hasta llegar a conseguir que más de 2.300.000 personas salieran a la calle para votar en un referéndum en el que se definieron, la mayoría, como republicanos e independientes de España Y todo ello a pesar de la represión desencadenada por parte de la policía y la guardia civil enviadas al grito de “a por ellos” a reprimir, a golpes de porra, a quienes tan sólo querían ejercer el democrático derecho del voto.
Esta vez la policía local ha dado como asistentes la cifra de 600.000 ciudadanos, y la mayor parte de la prensa española, esa “Brunete Mediática” al servicio del poder, se ha regocijado ante, según ellos, tan pocos asistentes. No sé si 600.000 son pocos o muchos, lo que sí sé es que, proporcionalmente, en España tendrían que reunir cuatro millones de participantes para igualar, proporcionalmente a la población de cada territorio, a los manifestantes catalanes. El número es lo de menos, lo que cabe reseñar es la insistencia, la constancia y la demostración de que no estamos ante un “suflé” que muchos quisieran deshinchado.
Y no estaban todos, unos, los presos políticos estaban secuestrados en prisión, sin condena alguna, por un Estado represor y vengativo, nunca perdonaran la burla que les supuso que no pudieran encontrar las urnas con las que se votó el 1-O. Otros tampoco pudieron cumplir su deseo de estar paseando por las calles de Barcelona este 11-S, el Estado del “a por ellos” tan sólo les ha dado la opción de la prisión incondicional o el exilio.
Pero hay otros que no estaban por las calles de Barcelona porque nunca han querido participar en el 11-S, porque para ellos la Diada Nacional de Catalunya nunca fue su día, y durante años era tan sólo un festivo en el que ir a la playa. Y les entiendo, pero que, especialmente los políticos del PSC, PP i C’s: el trío unionista, no nos vengan con la excusa de que se les ha excluido. Son ellos mismos lo que se excluyen porque, es su derecho, no se sienten representados por ese 11-S, Diada Nacional de Catalunya. Pero que no nos vendan motos.
Yo no puedo decir que me siento excluido de las celebraciones del 12 de Octubre, y no lo puedo decir porque es una fiesta, de la Raza y la Hispanidad, por la que nunca me he sentido representado. Para sentirte excluido has de tener la firme voluntad de participar y todos estos que dicen sentirse excluidos nunca han querido participar porqué se sienten más cómodos en los eventos del 12 de Octubre, esa es su Fiesta Nacional. Celébrenla en paz y dejen que los demás conmemoremos que un día un Borbón, Felipe V, nos prohibió lengua y derechos, al tiempo que hoy otro Borbón, Felipe VI, con su discurso del 3 de Octubre de hace dos años, para muchos ha pasado a ser el rey del “a por ellos”, y en ese “ellos” ya sabemos a quienes se refería.
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