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Cainitas

Si solamente quedaran dos cainitas y dos bandas políticas, cada cainita se afiliaría a una de ellas para entrambos controlar las dos
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 8 de mayo de 2013, 09:08 h (CET)
El manzano nada más que puede dar manzanas, y el miserable, repartir miseria. Los frutos no son sino la condensación material de la semilla que se lleva dentro. Cada especie contiene su propia simiente; cada criatura, genera solamente su propio fruto. No importa cuánto disfruten los perversos, qué tan bien vivan, de qué forma los caliente el sol o cuán cómoda sea su existencia, porque dentro de ellos, en el alma de los miserables, nada más que puede haber miseria… incluso para sí mismos. Sin armonía, sin sosiego, sin gloria. Lo igual atrae a lo igual. Caín también tuvo muchos hijos, y, como él, su ralea nace marcada en sus frentes por la tiniebla y está condenada a la soledad, la victoria y la tristeza. Intocables, su naturaleza es vencer… y atormentar a los hombres.

Hay criaturas que son alumbradas para regocijo de la vida, y las hay que son paridas en oscuros nidales para tormento del género. Por envidia, padecen los hijos de la sombra con la felicidad de los hombres, y tratan de someterlos, de acallar sus risas, de amargar su felicidad y de sofocar sus gozos. Quieren ser más que ellos, desean subyugarlos, someterlos y humillarlos, y con este fin se alían con otros hijos de la sombra, y juntos arman partidos, partidas, bandas, incluso Iglesias, y gobiernan. Y desde su poder siniestro imponen la amargura, buscan afanosos la miseria de los gobernados y su propio beneficio y el de sus camadas, y tuercen las leyes para entristecer y difundir la aflicción y el sofisma. Solamente cuando lloran los hombres, se expanden y gozan los hijos de las tinieblas, felices en su inconsolable desolación.

Habitan palacios adquiridos a trasmano, se rodean de lujos hurtados, manejan fortunas negras, sirven a otros hijos de Caín más poderosos que ellos, pero a pesar de todo continúan melancólicos, timbrados, insatisfechos, sentenciados. No importa lo que hagan ni cuánto tengan, son criaturas adoloridas y siniestras que solamente hallan descanso en lo más profundo de sus cuevas. Mienten cuando hablan, mienten cuando callan, siempre hay un interés espurio detrás de cada uno de sus actos. Quieren pasar a la Historia, ser más que los felices, estar más altos que los que aman, desean los aplausos de los sonrientes hijos de la luz y anclarse en su memoria, aunque sea con engaños, y viven de espaldas a la bondad, al amor y a la verdad. Quieren perpetuarse porque saben que sus horas son caducas y tienen un plazo fijo. Quieren ser luz, pero los hijos de las tinieblas ignoran que sus almas negras nunca podrán reflejar ni una mácula de luz. No se puede dar de lo que no se tiene, ni jamás podrá entrar lo inmenso en lo mezquino. Su condena es la oscuridad del cubil; sus dioses, los pintados sobre la piedra; y su infelicidad, el saberse impiadosamente rodeados por semejantes que se odian tanto entre sí como ellos odian a sus semejantes. No hay lealtad entre los miserables: esa es la Ley.

Nada nuevo bajo el sol. Ya se sabía que no habría condenas, ni siquiera imputaciones para la princesa. Se sabía de antemano que se moverían las fichas para evitarlo y que enseguida correrían fiscales y jueces para rasgarse las vestiduras y hacer carrera. Hay jurisprudentes que están dibujándose un espléndido futuro de mucho bienestar y altos cargos. Quid pro quo. El teatro cainita abarca ya toda la realidad para que los gobernados se crean que los pájaros maman y que la justicia es posible bajo su imperio. Se sabe que más de mitad del actual gobierno ha recibido sueldos a trasmano, sobres untados de dineros obtenidos espuriamente, es de suponerse que a cambio de contratos estatales o de beneficios… legales y exenciones o amnistías, o quién sabe si de oportunas vendas en los ojos. Los obviamente culpables, prometieron cumplir y hacer cumplir las leyes cuando juraron sus cargos, pero ya tenían sus manos tintas al menos de dineros sucios, y las siguieron teniendo después, ya ejerciendo el poder cainita. ¿Qué honestidad pueden ofrecer los deshonestos, que acción encomiable pueden emprender los miserables y qué rectitud pueden poner en planta los torcidos y retorcidos?.

Por doscientos euros quieren encarcelar a una inocente y por lo mismo desahucian a un hijo de la luz, pero los hay que han robado y roban miles de millones y, por deseo expreso de los cainitas, están libres como los santos pájaros. Las condenas a los cainitas sorprendidos in flagranti en atroces crímenes son ridículas, absurdas. La sevicia de los cainitas, es únicamente para con los gobernados, las masas de los hijos de la luz. En todo el circo nacional abundan los gusanos de los hijos de las sombras, en todos los parlamentos, en todos los ayuntamientos, en todas las comunidades autónomas, en el mismo gobierno y en las altas instancias del Estado; pero todo está bien, y la impunidad es ley…, y si no están los artificios legales que jamás engañarán a los hijos de la luz. No hace tanto me confidenciaba alguien muy ducho en el asunto que las drogas y estupefacientes solamente podían moverlas unas cuantas fortunas en el mundo, porque pocos podían tener recursos para comprar cientos, miles de toneladas de esos estupefacientes. “Mira, cuenta, y dime cuántos disponen de ese dinero.” Por eliminación, son tan pocos como conocidos.

Las SICAVs insultan a los hombres de bien, la impunidad insulta a los hijos de la luz, insulta la condición humana como una blasfemia que las del IBEX-35 pongan su dinero en los paraísos fiscales. Desde los paraísos fiscales se mueven los negocios de las drogas, de las armas, de la trata de seres humanos, y de los movimientos terroristas nombrados como humanistas en las televisiones del sistema, los cuales mudan a sangre y crimen la geografía económica y política del planeta. Por eso existen los paraísos fiscales, y por eso refugian allí sus haberes los cainitas en una maraña de empresas internacionales que llevan sus dineros desde los nidales de los hijos de las tinieblas a los sicarios del horror. Lean, si les da la gana, “Tetragrammaton”, y verán cómo los hijos de las sombras mueven los hilos de la realidad. Nada es casual, nada es porque sí.

Han organizado la difusión y promoción de vicios y sofismas para confundir a los hijos de la luz y sumergirlos en la oscuridad. Quieren arrastrar a los inocentes al lado oscuro. El aborto es un ritual, un sacrificio de lo puro y lo inocente. El trabajo de los cainitas es confundir con bellas palabras, haciendo pasar por bueno lo perverso. Tienen medios de difusión, y opinadores, y artistas. Pensad en los modelos sociales y la doctrina que imparten, leed sus letras, sus textos, y comprenderéis. Desde hace unos días, ser cristiano está prohibido en el ejército USA y quienes lo practiquen pueden ser sometidos a consejo de guerra. Esto es un indicio ligero de por dónde va la cosa. Y otro lo es el que el Vaticano haya firmado un acuerdo con USA para controlar el blanqueo de dinero, cuando ellos son los sostenedores de los paraísos fiscales. Fijaos en quiénes tienen ahí sus dineros, y sabréis dónde tienen su honestidad. Ya se dijo con total sabiduría que donde se tiene el tesoro se tiene el corazón. Los cainitas se disfrazan de cristianos para desvirtuarlo, de mahométicos para confundirlo, de hijos de la luz para confundir a los hijos de la luz; pero ved sus actos más allá de sus golpes de pecho y un poco más lejos de sus palabras dulces, de sus argumentos plausibles y de sus bondades humanas. Los actos son los frutos, y los frutos hablan del árbol del que nacen. El buen árbol no puede dar malos frutos. Pensad, observad, colegid.

La ley es únicamente para los mandados, no para los hijos de la sombra, los cainitas. Impunes, ellos van y vienen, se mueven por el mundo y gozan mientras sufren. Nada hay de extraño en sus impunidades, porque sus hermanos de leche amarga mandan, legislan, gobiernan, comandan y ordenan el mundo en una escala de miserias para los rebaños de gobernados y de haberes y lujos para las criaturas de la tiniebla. Ya se sabe que hay pocos puros, y se sabe de antemano que nada recto puede nacer de quien no sabe qué es lo recto. Roban, y se lo quedan. Se legisla para el hurto global, hay manga ancha para el latrocinio, pero los inspectores de Hacienda visitan nueve veces en un año a unos ancianos que entretenían su tedio jugando al bingo o a los artificieros de una fiesta pirotécnica valenciana. Los asesinos reciben condenas mínimas y ni siquiera tienen que pisar las prisiones, porque son las cigarras que entretienen a los cainitas. Pero no son únicamente cainitas los cainitas, sino que también quieren serlo los que se venden y los aplauden, los que los creen, los que los votan. Lo igual siempre tiende a su igual, y la comodidad o el bienestar propio bien vale sus almas. Desengañaos, porque si quedaran solamente dos cainitas y dos bandas políticas, cada uno de ellos se afiliaría a una para entrambos controlar las dos. Por eso los controlan a todas las bandas políticas… y a sus votantes. Satán gobierna y dirige como un coro a sus criaturas. Todo un concierto magistral.

No busquéis el mal en otro lugar que donde el mal anida. No esperéis nada bueno de los cainitas, ni aguardéis más que tinieblas de los hijos de la sombra. Dejadlos vivir en su vanagloria, regocijarse en su iniquidad y en sus mentiras, dejadlos que gobiernen. Vosotros, hombres, iréis y volveréis mil veces al recreo de la vida y dejaréis la Historia para que la capitalicen otros, pero perduraréis en memoria del eterno presente. Dejadlos que gocen, que rían falsariamente, que disfruten de mil placeres que no los satisfarán jamás, porque después de sentir su carne tibia al sol tendrán que regresar al helor de la fosa.

Ellos no son como nosotros, no son inmortales, no nacieron para perder, ni para trabajar, ni para dar. Ignoran, porque así debe ser, la belleza que se contiene en la geometría del fracaso y el calor que se condensa en el amor. Dejadlos que gobiernen, que se beneficien unos a otros y que se gocen en su maldad, porque será por poco tiempo ya. Lo que es de la luz, a la luz y a la vida ha de retornar; lo que de la sombra, ha de hacerlo a la nada y la tiniebla. Y en la tiniebla no hay espacio para la memoria, sino solamente para la nada y el olvido. Ignoran que en la vida nada es gratis, y que deberán pagar taz a taz por cada uno de sus frutos. Nadie escapa a esa Ley, a la verdadera e incorruptible Ley.

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