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Etiquetas | Políticamente incorrecta

El jefe de la oposición y los impuestos

Diez minutos le bastaron al que fuera presidente del gobierno de España para poner a caer de un burro la labor del gobierno
Almudena Negro
lunes, 27 de mayo de 2013, 08:09 h (CET)
Finalmente, a Alfredo Pérez Rubalcaba le ha salido un competidor de tal calibre en eso de hacer oposición al gobierno, que ya se puede ir retirando, como por cierto anhela el PSOE más joven, radicalizado e iletrado. Se trata de José María Aznar, hasta ahora presidente de FAES y ahora jefe de la oposición. Diez minutos le bastaron al que fuera presidente del gobierno de España para poner a caer de un burro la labor del gobierno y a Mariano Rajoy (¿Volvería a designarle sucesor?, pues no hace mal tiempo) como jefe de la formación del centro-derecha, conectando además, se conoce perfectamente el paño, con las bases del PP. Esas bases que se sienten engañadas, traicionadas. La Reconversión de Alejo Vidal Quadras aprovechó inmediatamente que el Pisuerga pasa por el clan de Valladolid para lanzar su propio titular en forma de nuevo partido político.

Aznar tiene razón: hay que bajar impuestos si queremos entrar por la senda de la recuperación económica y la creación de empleo. Necesitamos incrementar la maltrecha seguridad jurídica y aumentar el consumo interno, incrementando la renta disponible de las personas. Y eso sólo se puede conseguir con un gobierno dispuesto a aplicar su programa electoral. Es decir, reduciendo drásticamente los impuestos directos.

Porque son las personas, las empresas, las que crean empleo y no el Estado. Pese a la anunciada, que no aprobada, ley de emprendedores (eufemismo de lo políticamente correcto para referirse al por la socialdemocracia denostado empresariado), la maraña burocrática española hace de facto casi imposible cualquier contratación. Los impuestos, además, la hacen económicamente inviable.

Si el gobierno derogara el IRPF al tiempo que acomete las reformas estructurales e institucionales necesarias –empezando por la estructura territorial del Estado y la reducción drástica del gasto público así como reformas energética y de la Justicia- la salida de la crisis estaría garantizada en un breve lapso de tiempo. Eso y el fin del sistema oligárquico de desgobierno. Por eso mismo no caerá esa breva.

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Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.

Quizá haya sido siempre así, aunque ahora se note mayormente; de cualquier manera, si nos ponemos a observar cómo nos relacionamos, el desapego, la crispación e incluso el enfrentamiento, cobran un rango predominante e inquietante.

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre una realidad que nos atraviesa a todos, pero no por igual: en el mundo contemporáneo, los mercados ocupan un lugar central en nuestras vidas, en tanto que no sólo determinan lo que compramos o vendemos, sino que también influyen en áreas fundamentales como la educación, la salud, la justicia e incluso las relaciones humanas.

 
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