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Los refranes están sobrevalorados

Son reduccionistas, es decir, ignoran la complejidad de las situaciones particulares
Cude
viernes, 21 de junio de 2013, 07:39 h (CET)
Los refranes son utilizados, en muchas ocasiones, para explicar una determinada realidad, o bien, como argumentos para dar sentido a un comportamiento, circunstancia o situación. Tengo la sensación que están excesivamente aceptados, y a la vez, poco cuestionados. Ciertamente, no adoro ni soy fan de los refranes, y por ese motivo pongo en duda la mayoría de ellos. A continuación, pretendo mostrar algunos refranes y sus respectivos significados, con la intención de demostrar que no siempre ofrecen explicaciones válidas, y por lo tanto, creer en ellos como dogma es un error.

"Dime con quién andas, y te diré quién eres." A partir de este refrán se pueden deducir los gustos y aficiones de alguien por los amigos que tiene y/o por los ambientes en que se mueve. Cabe destacar, que este refrán es en muchas ocasiones falso. Podemos poner el ejemplo de una persona (“A”) que no fuma y que su grupo de amigos sí. Si hiciéramos caso a este refrán, nos valdría con saber que los amigos de "A" fuman, para llegar a la conclusión de que "A" también lo hace. No obstante, no es una cuestión de causa-efecto, simplemente de influencia, y ésta condiciona, pero no determina.

"Cuando el río suena, agua lleva." Este refrán proclama que cualquier tipo de rumor con un cierto fundamento es cierto. La pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿Observar la realidad mediante este refrán, implica creer en informaciones con un nivel altísimo de subjetividad, y por lo tanto, descuidando la objetividad? Desde mi punto de vista, sí. En el fútbol suceden muchas explicaciones mediante este refrán; un ejemplo sería ante el rumor de que Casillas y Mourinho no tienen una buena relación, justificándolo porque en un par de partidos Mourinho no puso de titular al portero. No obstante, quizás el técnico blanco no puso a Iker de titular sencillamente por decisión técnica, por ejemplo.

"Quien calla, otorga." Este refrán expresa que la persona que se mantiene callada y no presenta objeción alguna, da a entender que muestra su aprobación a lo que se ha propuesto. Este refrán corresponde a la falacia del argumento dirigido al silencio. Es decir, considerar el silencio de "A" como una forma de respuesta concreta es no tener en cuenta las múltiples razones por las cuales "A" está callando; quizás no habla porque es tímido, está afónico, no tiene confianza para expresar lo que siente, etc. Y es que, las causas por las cuales se mantiene en silencio pueden ser muy variadas, y el hecho de atribuir el silencio a una sola respuesta es impedir un análisis profundo de la situación.

En conclusión, los refranes no se pueden considerar válidos por tres motivos principales. En primer lugar, porque no expresan una verdad absoluta, y ni siquiera hay la seguridad de que acierten en la mayoría de casos. En segundo lugar, porque son reduccionistas, es decir, ignoran la complejidad de las situaciones particulares. Y por último, porque facilitan que se dé una mala interpretación, y al fin y al cabo, incentivan que se cometa un juicio hacia una persona, la cual no se lo merece.

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