La corrupción y la crisis están haciendo saltar por los aires la sempiterna fortaleza del Partido Popular, sobre todo en uno de sus principales graneros de votos: la Comunidad Valenciana. En la tierra en la que Camps y Costa vistieron los mejores trajes, la otrora bonanza económica se ha tornado en pobreza, y la unidad de acción y el discurso único, en corrosión interna. Lógicamente, este desaguisado tiene por el momento una víctima muy principal: Alberto Fabra, el presidente de la Generalitat Valenciana y del PP en aquella Comunidad, contra el que luchan de forma perversa, entre otros, personajes tan relevantes como Francisco Camps y Rita Barberá.
El PP de la provincia de Valencia asumió con desagrado la decisión de Mariano Rajoy de hacer caer a Camps en el verano de 2011. Y seguramente con estupefacción la imposición de Fabra como sucesor. Valencia es mucha Valencia y el hoy presidente no era más que el alcalde de una ciudad de 180.000 habitantes: Castellón de la Plana. Un intruso.
En un primer momento se guardaron las formas, pero pronto se desató la batalla contra el intruso de Castellón, sobre todo cuando éste quiso dar un paso adelante en forma de tolerancia cero contra la corrupción. Con tantas decenas de imputados y encausados del Partido Popular en Alicante, Valencia y Castellón, Fabra no tenía otro remedio que actuar, intentar romper con el pasado, para construir algo nuevo que no estuviera podrido. Pero por el momento, parece haber fracasado en el intento.
Una nómina de imputados tan amplia y con tanto pedigrí, hace que Alberto Fabra no pueda dar coherencia y continuidad a la supuesta línea roja que ha establecido contra la corrupción y los imputados. Apartar de un cargo público a un director general no resulta especialmente complicado, pero hacerlo con alguien como Rafael Blasco, que lo ha sido todo en el ‘Régimen’ popular, y que cuenta con el incondicional apoyo del presidente provincial del Partido Popular y de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, y de la alcaldesa, Rita Barberá, es harina de otro costal. Echar a Blasco del Grupo Popular en las Cortes Valencianas le ha costado más de un año, y en el momento final, el parto ha resultado extremadamente doloroso.
La imagen pública del presidente ante la sociedad está seriamente dañada: echa a Blasco por haberle criticado pero no por haber desviado presuntamente fondos de la Generalitat destinados a la cooperación con el Tercer Mundo. Su posición dentro del partido no es mejor, yo diría que crítica, porque acaba de comprobar que, como ocurría con aquellos aguerridos defensas centrales de antaño, Blasco no se anda con chiquitas. El ahora repudiado por Fabra es a la política lo que Panadero Díaz, Goyo Benito o Andoni Goikoetxea, al fútbol viril, por decirlo suavemente. De momento, una recién nacida Asociación Contra la Corrupción de la Comunidad Valenciana, ha presentando sendas denuncias contra el propio Alberto Fabra y su mano derecha en el partido, Serafín Castellano.
Al presidente se le acusa ante la Fiscalía Anticorrupción de Madrid de nombrar como asesores a dos personas en su época en el ayuntamiento de Castellón, que no prestaban servicio en las oficinas municipales, sino en la sede del Partido Popular. En la denuncia contra Castellano ante Anticorrupción en Valencia, se le achaca haber colocado a dedo a amigos, familiares y afiliados del Partido Popular en distintos departamentos de la Generalitat Valenciana. Varios medios de comunicación han sugerido que detrás de esa asociación de nuevo cuño contra la corrupción podría estar el mismísimo Rafael Blasco, quien parece dispuesto a morir matando.
Otra que no se anda con chiquitas es la alcadesa de Valencia, Rita Barberá. Seguramente inspirada en aquello de que ‘cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar’, ha optado por mostrarle las uñas al presidente Fabra. La valenciana, que todo hace indicar que en breve será imputada junto a Camps por el caso Nóos, no tuvo el más mínimo reparo a la hora de desairar públicamente el pasado jueves al jefe de la Generalitat Valenciana. Durante la sesión de control, Fabra se atrevió a decir que mientras él acaba de expulsar a Blasco, los grupos de la oposición sacaban la cara por el imputado. A los pocos minutos, cuando Rita Barberá se disponía a abandonar el hemiciclo, se acercó hasta el escaño de Rafael Blasco para saludarlo cariñosamente. Alberto Fabra se quedó atónito, mientras desde los bancos de la oposición se coreaba aquello tan español de ‘que se besen, que se besen’. Por si faltaba algo, Barberá respondió con un saludo torero.
¿Alguien da más? ¿Alguien duda de que Rita está dispuesta a dinamitar el liderazgo de Alberto Fabra? Veremos quién acaba ganando la guerra, pero me temo que todo el PP saldrá seriamente dañado. ¿Quién nos lo iba a decir hace tan solo un par de años?.
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