Hace unos días se estrenó en Estados Unidos ‘Only God forgives’ (en España lo hará el 1 de noviembre), el esperadísimo nuevo trabajo del danés Nicolas Winding Refn, director de la aclamada ‘Drive’ (2011). Lo primero que hay que decir sobre esta ‘Only God forgives’ es que es una película diferente, muy extraña, rodada con un tempo denso, una atmósfera introspectiva y buenas dosis de violencia explícita. Obviamente se trata de una película no apta para todos los paladares, de hecho un buen número de espectadores saldrá huyendo a mitad de metraje harto de ella. Y es que ‘Only God forgives’ puede ser una película incómoda de ver o, mejor dicho, extraña de ver, ya que no se ajusta a los cánones generales del cine actual. Esto es algo completamente diferente, una experiencia más que una película. He leído por ahí que es una película polarizante, extremista, de esas que la odias o la amas. Yo no diría tanto, creo que se puede apreciar su originalidad, sus puntos fuertes y también sus puntos flojos, sin llegar ni a enamorarte ni a maldecirla por completo… Al menos eso es lo que me ha pasado a mí. Eso sí, los que vayan buscando una ‘Drive 2’ por aquello de que se vuelven a reunir Winding Refn y Gosling se van a lleva un chasco bien gordo. ‘Only God forgives’ está mucho más cerca de otras cintas del danés como ‘Valhalla Rising’ o ‘Bronson’ que de la carismática ‘Drive’.
¿Y de qué va esto? Bueno, podría decirse que el guión de ‘Only God forgives’ cabe perfectamente en un post-it: Julian (Ryan Gosling) es un traficante de drogas que regenta un local de boxeo en Bangkok. Un buen día, en realidad una mala noche, el vicioso de su hermano es asesinado. En dicho crimen tiene mucho que ver el policía Chang (Vithaya Pansringarm), quien automáticamente se convierte en el centro de la vengativa ira de la madre de Julian (Kristin Scott Thomas), la cual no tardará en aparecer sedienta de venganza. Ahí arranca la cosa, con la venganza como leitmotiv, la cinta se adentra en lo más oscuro de los personajes y de la ciudad en un viaje tortuoso y sangriento. La historia es la ‘excusa’ de Winding Refn para llevar a cabo un apabullante ejercicio de estilo, para rodar poesía en imágenes, toda una oda la violencia y a los ambientes asfixiantes. Este es el punto fuerte de la película: una fotografía exquisita, unos escenarios cuidadosamente trabajados (a destacar el club de boxeo y el karaoke), un eterno juego de luces de neón que acompaña a los personajes en todo momento, predominando los colores rojo, azul y amarillo. Aquí más que nunca la película es el escenario, como si se tratara de un personaje más, algo así como un supra-personaje que engloba al resto, aplastándolos y dejándoles un poco de aire para luego volver a caer sobre ellos. Una atmósfera mística, por momentos hasta onírica, un hipnótico viaje al interior de los atormentados personajes, a sus vivencias y sensaciones en la suerte de limbo por la que transitan.
La música, al contrario de lo que ocurría en ‘Drive’, pasa mucho más desapercibida. No es que sea un mal trabajo de Cliff Martínez (el tema de la lucha entre Julian y Chang o la canción final están muy bien), pero digamos que la música no tiene aquí un papel muy relevante, es más una película de silencios e introspección.
Los actores están bastante bien dando vida a unos personajes con los que es prácticamente imposible empatizar. Ryan Gosling repite como protagonista aún más hierático, rígido y parco en palabras. Un personaje fuerte en apariencia pero débil y ciertamente patético en el fondo. Un espectro traumatizado que es incapaz de salir de su infernal laberinto personal. Kristin Scott Thomas hace probablemente la mejor actuación de la película, en el papel de una madre desesperada por la venganza a toda costa, una mujer dura y visceral que no cumple con aquello de que a todos los hijos hay que quererlos por igual. Hay en esta relación madre-hijo profundas implicaciones psicológicas, un amor-odio latente, una relación enrarecida, por instantes hasta diríase que malsana. El tercer protagonista de la función es el policía tailandés, un justiciero serio e hiperviolento que no duda a la hora de castigar con su propia mano a todo aquel que crea que lo merece. Un demonio o un Dios, según se mire, intocable, el azote del crimen en este infernal Bangkok.
Como dijo el propio Gosling, esta película ‘es como una droga, puedes tener un buen viaje o un mal viaje’. Puede maravillarte su puesta en escena, la originalidad de su propuesta, ese fetichismo de la violencia de Refn o puedes aborrecerla por los mismos motivos. Para ponerse delante de ‘Only God forgives’ hay que ser consciente de que lo que se va a ver es algo diferente, una peli rara de narices y muy alejada de los convencionalismos comerciales. En definitiva, una película muy especial que solo recomendaría a los seguidores del director danés que hayan visto algo más que ‘Drive’ y a todo aquel que quiera experimentar un film único en su especie.
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