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El violador (del portal, del ascensor, de la libertad) y nosotros

Indignémonos, pero dirijamos nuestra indignación a quienes son los culpables de aquello que nos aterroriza y aflige
Pedro de Hoyos
lunes, 18 de noviembre de 2013, 08:22 h (CET)
Toda libertad trae su esclavitud para no caer en el libertinaje. Todo éxito esconde su miseria, aunque lleve a la gloria. Asociarnos con Europa, ser miembros de pleno derecho de la Unión Europea nos ha traído que salgan a la calle miserables, sinvergüenzas y personajes que merecerían exhibir a sus espaldas un sempiterno cartel de “hijo de puta” para conocimiento de todos cuantos tuviesen la fortuna de cruzarse con él en la calle, en el portal o en el ascensor. O en la libertad… que la libertad implica justicia y no se ha producido tras el fin de la doctrina Parot.

Las iras de los españoles, de las víctimas fundamentalmente, se vuelven hacia el Tribunal Europeo de Derechos Humanos porque su sentencia implica que decenas de malnacidos estén ahora en las calles. Su libertad significa en algunos casos la ofensa de sus compinches, que los homenajean en las herrikotabernas, pero en otros significa, además, un grave peligro permanente para sus vecinos o para los ciudadanos en general.

Que asesinos y violadores sin arrepentirse y sin reinsertarse vuelvan a convivir con el ciudadano normal, quizá a tomar café a su lado, a sentarse en el mismo banco del parque o a comprar tabaco en el mismo momento y lugar, significa además del daño moral de la injusticia, un gravísimo riesgo para todos quienes tenemos como objetivo vivir pacíficamente y tenemos derecho a reclamar que se haga justicia y que se prevengan futuros riesgos. Pero reclamar al tribunal de Estrasburgo es un error de objetivo.

Es España, el Estado y los políticos españoles que durante tantos y tantos años, tan largos y tan sembrados de cadáveres, los que deberían responder. Ellos permitieron que durante años y más años tuviésemos de promedio uno o dos cadáveres a la semana sin que a nadie se le ocurriera la feliz idea de poner fin al desaguisado judicial que amparaba al asesino y dejaba a la intemperie a las personas de bien. Criminales, pederastas asesinos y violadores que ahora ven la calle se vieron beneficiados por la mentecatez de nuestros políticos, encargados por nosotros de administrar la democracia, la justicia y el bienestar de la ciudadanía.

A ellos debemos reclamar, a ellos debemos exigir responsabilidades, ellos deben rendir cuentas ante el Parlamento y los ciudadanos. Y, ya que estamos en una sociedad mediática, por qué no también aclarar ante la prensa su actitud durante esos años. Es necesaria una clarificación de responsabilidades; aquellos que vemos ofendida nuestra sensibilidad por las imágenes de las excarcelaciones necesitamos oír a los grandes comunicadores de radio, televisión y periódicos exigir una respuesta a quienes durante tanto tiempo convivieron con un desastre de justicia y pusieron los cimientos de la sentencia del alto tribunal contra la doctrina Parot.

Indignémonos, sí, pero dirijamos nuestra indignación a quienes son los culpables de aquello que nos aterroriza y aflige. Su inacción es causa directa de lo que está sucediendo estos días y del dolor que causa al ciudadano común. ¿Y si alguno de los excarcelados vuelve a delinquir y a causar sufrimiento y dolor quién será co responsable?.

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