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La mentira tiene recompensa

​“Estas seis cosas el Señor las odia:…la lengua mentirosa…el testigo falso que habla mentiras…” (Proverbios 6:16-19)
Octavi Pereña
martes, 26 de noviembre de 2019, 08:36 h (CET)

Una viñeta de <b>El Roto</b> muestra una señal de desprendimiento de piedras que se coloca en las carreteras para alertar a los conductores. En el interior del triángulo una boca vomitando piedras. El texto: “Peligro, Proclamas”. Las piedras que vomita la boca bien se podrían sustituir por serpientes y ranas que es como se suelen representar las palabrotas que a menudo salen por nuestras bicas. <b>El Roto</b>, en la ilustración, nos avisa del peligro de las proclamas de los políticos acompañadas de mucha gesticulación teatral para darles énfasis. Esta charlatanería destructiva no sirve para el bien de las personas que la escuchan. Vociferan amor a la Patria, pero lo que consiguen es hacer todavía más profundo el abismo que los separa de la ciudadanía. Esta charlatanería destructiva, Santiago nos dice dónde se origina: “Y la lengua es un fuego puesto entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3: 6). Jesús describe al autor de las proclamas incendiarias que pronuncian los salvadores de la Patria para destruir a quienes según ellos pretenden desmantelarla: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira de suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8: 44).

En tanto Satanás a quien Jesús llama “príncipe de este mundo”, tiene los días contados porque no se le permitirá hacer eternamente sus fechorías. (Juan 12: 31). Mientras no llegue el final de su mandato seguirá inflamando las lenguas de los hombres y en particular las de los políticos como vemos que lo hace hoy.

El libro de Proverbios trata extensamente las maneras como el diablo inflama las lenguas de las personas. Si se le hace una ojeada podrá saberse cómo lo hace y cuando lo sepamos tendremos una noción de la procedencia del lenguaje grosero que daña a nuestros oídos.

La lengua, este miembro musculoso que tenemos colocado en el interior de nuestra boca, entre otras cosas sirve para articular palabras. El corazón espiritual, centro de mando, envía al cerebro lo que tiene que decir y el énfasis que tiene que poner a las palabras. El cerebro retransmite el mensaje a la lengua y a los lugares adecuados para que las palabras vayan acompañadas de la gesticulación apropiada. Ya que el centro de mando del lenguaje verbal y gestual es el corazón espiritual, tenemos que saber lo que Jesús dice al respecto: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6: 45). Por nacimiento natural todas las personas nacemos siendo malas, predispuestas a hacer lo malo con más o menos gravedad. Jesús sigue diciendo: “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno; o haced el árbol malo, y su fruto malo, porque por el fruto se conoce el árbol” (Mateo 12: 33). En tanto el árbol no se haga bueno es de esperar que su fruto sea malo con sus respectivos matices.

Un ejemplo de lengua movida por un corazón malo: “Una lengua falsa atormenta al que ha lastimado, y una lengua lisonjera hace resbalar” (Proverbios 26:28). La mentira jamás busca el bien de la persona que adula. Nos encontramos en la edad de la posverdad. La mentira está tan extendida que cuando se dice la verdad no se la cree. La fábula del pastorcillo y el lobo es una buena ilustración de lo que decimos. El pastorcillo una y otra vez gritaba pidiendo ayuda porque un lobo atacaba a las ovejas. Cuando llegaba gente para ayudarlo, el pastorcillo se reía de ellos porque los había engañado. Al final vuelve a pedir ayuda a gritos, pero nadie le hace caso. En esta ocasión sí que vino el lobo e hizo estragos en el rebaño. Moraleja: la mentira es un bumerang que se gira contra los que la usan.

“Estas seis cosas el Señor las odia:…la lengua mentirosa…el testigo falso que habla mentiras…” (Proverbios 6:16-19). A los cristianos de Éfeso el apóstol Pablo los escribe para decirles: “Por lo cual desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4: 25). Lo que el apóstol pide a los cristianos es un comportamiento que acredite que verdaderamente lo son. Son muchos quienes dicen que son cristianos, los políticos entre estos muchos. Éstos no hace falta decir que utilizan la mentira como arma para desprestigiar y destruir a sus oponentes. Al final de Apocalipsis Jesús dice al apóstol Juan que escriba: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, el Primero y el Último. Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas de la ciudad. Mas estará fuera…todo aquel que ama y hace mentira” (22 14,15). Será una decepción de eterna duración para aquellos que considerándose cristianos y seguros de tener acceso a las mansiones celestiales no se les abrirá la puerta que da acceso a las mansiones celestiales porque en el Reino de Dios no tiene entrada nada que sea impuro. Ser mentiroso tiene un coste.

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