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El deporte tal como lo presentan los medios de comunicación básicamente es un gran negocio que genera muchas ganancias. El efecto mimetismo tiene la facultad de incitar a la infancia a dedicarse al deporte profesional con la esperanza de los padres que sus hijos se conviertan en cracs que amasan fortunas. En el camino del éxito muchos son quienes caen en la cuneta.
Llevamos demasiado tiempo bombardeados por la presencia de guerras, desencuentros y una constante lucha a muerte política, animada por los medios de difusión que se manifiestan excesivamente sectarios. De vez en cuando, es necesario desengrasarse asistiendo a actos que te animan a pertenecer a ese grupo de personas que disfrutan de un espíritu libre y de una forma de actuar, que les permite ser felices y hacer felices a los demás.
Josep Playà Maseta concluye su escrito 'La pandemia ¿hace crecer la espiritualidad?', así: “Ahora la pregunta es: ¿qué pasará cuando llegue la inmunización total? Quizás el deseo de volver al goce inmediato nos hará olvidar este súbito interés por la espiritualidad y este retorno a prácticas de tradición religiosa. La respuesta no está escrita y la manera y el tiempo para salir de la pandemia también serán actores determinantes”.
El amor, en su forma más pura, es la esencia de la vida cristiana. San Josemaría Escrivá decía: “Los que se quieren, procuran verse. Los enamorados sólo tienen ojos para su amor. ¿No es lógico que sea así? El corazón humano siente esos imperativos”. Estas palabras, que apuntan a la relación con Dios, también nos invitan a vivir un amor que nos haga plenamente felices aquí en la tierra, un amor que ensanche nuestro corazón.
En los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, y Lucas) hay imprecaciones contra los fariseos como hipócritas; pero también en el Evangelio de Juan vemos que son –excepto algunos como Nicodemo- la causa de la no aceptación y la muerte de Jesús. Esta visión a menudo negativa los describe como hipócritas y legalistas. Sin embargo, es importante considerar varios aspectos históricos y teológicos para tener una visión más completa y matizada de los fariseos.
Europa ha mamado la leche de la cultura grecorromana mezclada con el cristianismo, rama desgajada del judaísmo, que, a pesar de sus divisiones, cismas y amputaciones, tiene una misma raíz, Jesucristo, y son rozos del mismo árbol: el cristianismo. Ese alimento nutricio ha hecho que esta hija de Agenor y Telefasa, que se llama Europa, haya sido la luz del mundo occidental y haya expandido conocimientos y saberes por todo el orbe.
En la vida, muchos de nosotros enfrentamos dilemas morales que nos desafían a cuestionar nuestras elecciones y el sentido de nuestra existencia. La historia del joven rico, relatada en los Evangelios, es un ejemplo claro de este conflicto interno entre las aspiraciones terrenales y la llamada a una vida más elevada y comprometida con el propósito divino.
Prescindiendo de la condición divina de Jesucristo, o precisamente por esta, sus enseñanzas son una norma de conducta que, puestas en práctica, serian un revulsivo, una catarsis para la Humanidad. En ellas se nos enseña cómo ha de ser nuestra actuación en la vida para transformar la sociedad y hacer que esta busque el bien como norma suprema a la que hay que tender y perseguir.
Para que abandonemos toda soberbia y presunción, expuso la parábola de los talentos.
Suelen hablar las revistas literarias respecto a la literatura española del siglo XVI de temas y conceptos como novelas de caballerías, conceptismo, culteranismo, comedias de capa y espada, novelas pastoriles, entremeses, teatro de corral..., pero se olvidan muy a menudo de dos nombres, dos conceptos de gran importancia y profundidad dentro de la literatura religiosa de la época como son la ascética y la mística.
Edith Stein, de nombre religioso Teresa Benedicta de la Cruz (Breslavia, 12 de octubre de 1891-Auschwitz, 9 de agosto de 1942), fue una filósofa, mística, religiosa carmelita descalza, mártir y santa alemana de origen judío. Feminista y estudiosa de la mujer. Pasó por una etapa de ateísmo, fue la primera doctora en filosofía en Alemania.
A las personas que vemos los credos religiosos desde las afueras, ya sea como ateas, agnósticas o simplemente críticas con el hecho cultural en sí, no nos causa extrañeza la impunidad y silencio con el que se lleva tratando desde hace décadas, a veces entre bastidores y otras con sensacionalismo amarillista, los miles de casos de pederastia de clérigos católicos en todo el mundo y muy singularmente en España.
Ser buen cristiano es no avergonzarse de serlo. Es defender tu fe sin estridencias y con santa desvergüenza como algunos deportistas lo han hecho en los JJOO. Es no responder con acritud a quien te ofende, pero exigir respeto y justicia hacia tus creencias religiosas. Ser buen cristiano es saber rectificar, disculparse y hacer agradable la vida a quienes te rodean. Es cumplir con tus obligaciones civiles como un leal y patriota ciudadano.
Amnistía Internacional alerta que la democracia desaparece debido a la pérdida de derechos humanos que es su fundamento. Esta pérdida va adquiriendo velocidad supersónica a medida que la influencia cristiana va perdiendo peso en la sociedad. Cuando el cristianismo ejercía una fuerte influencia social la corrupción moral se mantenía controlada.
Europa se está descristianizando a pasos agigantados. Hay un movimiento de erradicación del Cristianismo de todas las instituciones europeas. De la vida social y hasta de las conciencias de los ciudadanos, lento pero imparable e implacable, que va socavando los pilares de nuestra civilización que han constituido su punto de apoyo durante más de dos mil años.
Hemos pasado de la “gloriosa” etapa del nacionalcatolicismo, en la que todo era cumplimiento y parabienes, a una especie de paso a la persecución solapada y el ninguneo –cuando no desprecio- hacia la Iglesia Católica. Los cristianos de a pie vemos como desciende de una manera exagerada el número de los que se consideran católicos, mientras muchos renuncian a su pertenencia a una fe que confesaron en su día, y que hoy la consideran como algo “cultural” y arcaico.
El sufrimiento, un fenómeno omnipresente en la experiencia humana, ha sido objeto de reflexión y análisis por parte de diversas tradiciones religiosas a lo largo de la historia. En este artículo, exploraremos las perspectivas budista y cristiana sobre el sufrimiento, centrándonos en sus diferencias fundamentales y en cómo abordan el sentido y la aceptación del dolor humano.
Después que Adán pecase desapareció la paz original. Desapareció el reconfortante pensamiento único que existía. Aparecieron las divergencias. Irrumpe el problema cuando se tienen que contrastar las distintas formas de pensar. Génesis registra el primer caso de conflicto destructivo que tiene que ver con el concepto distinto que dos hermanos tienen de Dios.
Pascua significa “pasar”: así como el pueblo hebreo pasó por el mar rojo a la tierra prometida, también nosotros salimos de la esclavitud de la muerte a una vida en libertad que continúa después de esta, en la casa del Padre. Pascua es el paso de la muerte a la vida, la experiencia de que la resurrección de Jesús es también la nuestra: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba...; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra" (nos dice san Pablo).
El seguidor más cercano al mensaje de Jesús, pese a no haber convivido con Él, es Pablo de Tarso. Un ciudadano romano que había dedicado parte de su vida a perseguir a los cristianos. En un momento determinado se encuentra con la presencia de Cristo Resucitado en su mente a través de una revelación. Se convierte en un ferviente apóstol del cristianismo y escribe en una de sus cartas una frase totalmente esclarecedora: “Si Cristo no hubiera resucitada vana sería nuestra fe”.
En Estados Unidos, la gran mayoría de sus habitantes creen en la espiritualidad, aunque son menos los que creen en las religiones, pues se van distanciando de las instituciones, que son menos populares. Independientemente de las afiliaciones, lo sagrado y la religión son cosas importantes. En nuestro tiempo, a veces nos conformamos con cosas comunes y no pensamos mucho en lo sagrado. Pero lo sagrado nos conecta con algo más grande, nos hace mirar más allá de lo ordinario.
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