En la vida, muchos de nosotros enfrentamos dilemas morales que nos desafían a cuestionar nuestras elecciones y el sentido de nuestra existencia. La historia del joven rico, relatada en los Evangelios, es un ejemplo claro de este conflicto interno entre las aspiraciones terrenales y la llamada a una vida más elevada y comprometida con el propósito divino.
El joven y su búsqueda de la perfección
El joven, quizás de unos 25 a 30 años, es un hombre con un futuro prometedor, que aún no ha tomado la decisión de casarse. Reflexiona sobre su vida, sus ambiciones, y busca algo más profundo, algo que dé sentido a su existencia. Su pregunta a Jesús es simple pero profunda: "¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?". Esta pregunta refleja su preocupación por "hacer" algo, como si la vida eterna fuera algo que pudiera adquirirse, algo que se pueda poseer.
Jesús, al ver su sinceridad, lo ama y lo invita a reflexionar más profundamente. Le dice que el bien no es una cosa que se pueda poseer, sino una persona, que es Dios mismo. Jesús no le ofrece la vida eterna como un premio que se gana, sino como una realidad en la que se participa al seguir el camino del bien y observar los mandamientos.
La invitación a algo más
El joven, un hombre moral y generoso, insiste: "Todo esto lo he guardado; ¿qué me falta aún?". Es una expresión de su deseo de perfección, de una vida que no se conforme con lo superficial, sino que busque algo más profundo y auténtico.
Jesús entonces lo desafía con una invitación radical: "Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme". Este llamado no es simplemente a cumplir con los mandamientos, sino a un seguimiento más profundo y total de Cristo, un camino que implica renunciar a las propias seguridades y riquezas para encontrar la verdadera libertad en la dependencia total de Dios.
La dificultad de dejarlo todo
Sin embargo, el joven, al escuchar estas palabras, se va triste, porque tenía muchas posesiones. Esta tristeza revela su esclavitud a las cosas materiales, que lo atan y le impiden seguir a Jesús con total libertad. Aunque su corazón anhela algo más, no puede desprenderse de lo que lo posee.
Pero la historia no termina ahí. Aunque el joven se va triste, la semilla de la verdad ha sido plantada en su corazón. Su honestidad lo llevará a seguir buscando, y quizás, en un momento de soledad y reflexión, volverá a Jesús y aceptará el desafío de seguirlo, de encontrar en Él la verdadera plenitud y autenticidad que tanto anhela.
La llamada a la perfección
Esta historia es una poderosa lección sobre la conexión entre el bien moral y el cumplimiento del propio destino. Jesús nos muestra que los mandamientos no son simplemente un límite mínimo que no debemos sobrepasar, sino un camino abierto hacia la perfección, impulsado por el amor. No se trata solo de cumplir con una lista de reglas, sino de adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, y participar en su obediencia amorosa al Padre.
Al final, la perfección en la vida cristiana no se trata de alcanzar un estado inamovible, sino de estar siempre en camino, guiados por el amor y el deseo de seguir a Cristo más de cerca cada día. Esta es la verdadera riqueza, el tesoro en los cielos que nunca se agota.
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