En Italia vuelve a oírse el tintineo de las esposas tras un breve periodo de calma aparente, una situación de tregua armada aceptada por fuerzas políticas en decaimiento, dictada por la necesidad de negociación entre arraigados grupos de poder que no quieren perder sus prerrogativas. En lo específico, en el bando progresista, se registra el afán de los cuadros del Partido Demócrata (en italiano Partito Democratico, abreviado PD, 2007), antes filiación de la coalición de centro-izquierda de El Olivo (L'Ulivo, 1995) y después de La Unión (L'Unione, 2005).Y, de otra parte, en el frente conservador, el agotamiento de Fuerza Italia (Forza Italia, más conocido con sus siglas FI, 1994) que, en principio, era partido cabecilla y bisagra del Polo de Las Libertades (Polo delle libertà, 1994, PdL) y Polo del Buen Gobierno (Polo del Buon Governo, 1994, PdBG). En este caso, se trataba de una alianza con dos patas, que unía, en el norte del país, a los moderados liderados por el magnate Silvio Berlusconi con los secesionistas de la Liga Norte (Lega Nord, 1991) de Umberto Bossiv. Al mismo tiempo que, en el centro-sur, “Su Emitencia” – apodo por ser el propietario de Mediaset S.p.A, uno de los más destacados grupos televisivos europeosvi – firmaba un pacto con el Movimiento Social Italiano-Alianza Nacional (Movimento Sociale Italiano-Alleanza Nazionale, MSI-AN por sus siglas en italiano, 1994)vii encabezada por Gianfranco Fini. Una formación posfascista con ideología patriótica y, a veces, chauvinista, que mostraba una vehemente defensa de la unidad nacional.
También, este bloque de centro-derecha pasó por diversas etapas. En particular, en el 2000, nació la Casa de las Libertades (Casa delle Libertà), un grupo federado que agregaba Fuerza Italia, Liga Norte, Alianza Nacional, Centro Cristiano Democrático (Centro Cristiano Democratico, CCD, 1994), Cristianos Democráticos Unidosx (Cristiani Democratici Uniti, CDU, 1995), Nuevo Partido Socialista Italiano (Nuovo PSI o NPSI, formado por unos sobrevivientes de la diáspora del histórico Partido Socialista Italiano, que se acercó sólo en el 2001 a la agrupación liberal-conservadora)xii y el Partido Republicano Italiano (Partito Republicano Italiano, PRI, 1895). A partir del 18 de noviembre de 2007, con el famoso anuncio de Berlusconi (“svolta del predellino”) en plaza San Babila, la federación se rebautizó con el nombre de Pueblo de la Libertad, confirmando unos cambios en sus componentes, de los cuales los más destacados fueron la posición autónoma de la Liga Norte dentro del cartel electoral y la sucesiva fusión entre Fuerza Italia y Alianza Nacional en un única formación (Popolo delle Libertà, PdL, 27 de marzo de 2009). Una experiencia que se disolvió en 2013, cuando Berlusconi volvió a su originaria criatura política (Fuerza Italia), definida por los analistas y detractores como partido-empresa, partido personalista, partido de plástico y nuevo “pentapartito”. Es decir, en esta última aclaración, una entidad que incorporaba FI – que el empresario siempre definió como movimiento para diferenciarlo de la odiada partidocracia – más los tres canales privados de televisión (Rete 4, Canale Cinque, Italia Uno) y la agencia de publicidad Publitalia del grupo Fininvest, de la cual fueron cooptados los principales dirigentes para cubrir cargos del aparato partidista y gubernamental.
Ahora bien, los acontecimientos de los últimos 25 años de la denominada “Segunda República”, no precisaron el proyecto que Berlusconi presentó como la “revolución liberal”, pronunciando palabras claves como: competencia, empresa, familia, eficiencia, eficacia, organización, ganancias, mercado, descentralización, nuevo milagro italiano, anticomunismo y política concreta (“politica del fare”). Una reiterada arenga en que el término más utilizado era “libertad”, acuñada como emancipación de las ineficiencias de un Estado intervencionista que se quería reducir a un Estado guardián, dejando a los ciudadanos aprovechar de un marco de democracia y seguridad, en el que ejercer con plena soberanía sus negocios. Otro mantra sobresaliente del léxico de la época del “berlusconismo”, fue “nuevo”. Un vocablo desgastado para subrayar la oposición al viejo mundo de los grises personajes del parlamentarismo, estigmatizando su lenguaje incomprensible (“politichese”) y la incapacidad para gobernar el país de manera provechosa. De hecho, uno de los dogmas laicos de Berlusconi, era que la administración pública debía funcionar como una empresa, y que solo un capitalista de éxito como él, podía convertirlo en realidad.
La regeneración liberal del país nunca se llevó a cabo por varios motivos. Ante todo, el conflicto de interés de naturaleza personal del hombre de negocio milanés, tratándose del dueño de empresas matrices que pasaban una difícil coyuntura financiera y, además, subordinadas a concesión para la emisión de programas con cobertura nacional. Segundo, fue utópico pensar que se iban a tocar intereses consolidados de un atípico duopolio entre Rai (con tres canales televisivos estatales gestionados por los partidos) y Mediaset, sin poner en tela de juicio el pastel del mercado publicitario. Así como se reveló absurdo creer que un monopolista podía liberalizar el mercado renunciando a posiciones dominantes o ventajosas, teniendo en cuenta su abanico de inversiones en múltiples sectores: aseguradoras y bancos en Italia (Holding Mediolanum S.p.A y sus afiliadas Mediolanum S.p.A, Banca Mediolanum S.p.A, además, cuotas accionarias en Banca Esperia S.p.A y Mediobanca), en España (Banco Mediolanum S.A.), en Alemania (Bankhaus August Lenz & Co. AG), en Luxemburgo (Gamax Management AG) y en Irlanda (Mediolanum International Funds Ltd, Mediolanum Asset Management Ltd y Mediolanum International Life Ltd); sector inmobiliarioxxiii (Fininvest Real Estate, Immobiliare Leonardo, Immobiliare Idra S.p.A, Dolcedrago S.p., Immobiliare Duevillexxvi); sector editorial (Grupo Mondadori que comprende Mondadori, Mondadori Retail S.p.A., Mondadori Education, Mondadori France, Mondadori Scienza S.p.A., Mondadori International Business S.r.l., Mondadori Seec (Bejiing) Advertising Co. Ltd, Mediamond S.p.A., Attica Publications S.p.A., DIrect Channel S.p.A., Press-di S.r.l., AdKaora S.r.l., Monradio S.r.l., Mach 2 Libri S.p.A., Società Europea di Edizioni S.p.A., Einaudi, Piemme, Rizzoli, Sperling & Kupfer, Electa, Rizzoli Education, TV Sorrisi e Canzoni, Chi, Grazia, Donna Moderna, Panorama, Focus, Sale & Pepe, Interni, CasaFacile y Giallo Zafferano).
El grupo de magistrados de Milán: la política cuestionada por las investigaciones judiciales Silvio Berlusconi ha gozado de una larga carrera política comparable solo a la del senador de por vida Giulio Andreotti (14 de enero de 1919 – 6 de mayo de 2013), que fue un democristiano de la primera hora, acostumbrado a las negociaciones entre las varias almas del partido (“correntismo”) y con un fuerte respaldo de la Curia Vaticana y la Conferencia Episcopal Italiana (CEI). En cambio, el dominus de las televisiones comerciales italianas llegó a ser primer ministro cuatro veces gracias a un apoyo popular sin precedentes (Gobierno Berlusconi I, 10 de mayo de 1994 – 17 de enero de 1995; Gobierno Berlusconi II, 11 de junio de 2001 – 23 de abril de 2005; Gobierno Berlusconi III, 23 abril de 2005 – 17 de mayo de 2006; Gobierno Berlusconi IV, 8 de mayo 2008 – 16 noviembre 2011). Su experiencia empezó en 1994 después de “Tangentopoli", un ciclón judicial puesto en marcha por un grupo de togados de la Fiscalía de Milán, denominado “Manos limpias” (“Mani pulite” en italiano), que destapó una enraizada trama de soborno y corrupción, que concernía a todos los partidos del arco constitucional y las principales empresas publicas y privadas del país. La “tangente” (soborno) era no solo el medio fundamental, junto a la subvención pública, con el cual los partidos se financiaban, sino también la manera habitual en que los políticos se garantizaban un enriquecimiento ilícito. Lo interesante en esta sede no es el tema de la jurisdicción penal y de los procesos, que han sido rememorados en numerosos ensayos y artículos, ni se desea refutar la actividad de los magistrados con referencia a la inocencia o al grado de culpabilidad de los imputados. De hecho, se trataría de un trabajo inagotable, sin añadir nada productivo a la verdad procesal ya sentenciada, y, además, se terminaría para enfocarse en biografías con el riesgo de extender la responsabilidad penal – que es constitucionalmente personalxxxviii – a la totalidad del sistema político. Mucho más fecundo es escarbar la realidad factual o material, asumiendo el riesgo del error, para analizar causas y consecuencias de un periodo histórico, durante el cual las crónicas judiciales han incidido profundamente en el destino de los actores políticos y en su reposicionamiento.
El escándalo arrasó con una gran parte de la clase institucional del país, aunque muchos exponentes pasada la tormenta, volvieron a la actividad u obtuvieron cargos menos vistosos en organismos de gobierno, favorecidos por el enchufismo y el amiguismo. En general, lo que se produjo fue una ruptura radical que destrozó fundamentalmente a la Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano, ejes de la experimentación del “pentapartito" (1981-1991). Este fue un pacto que vinculaba socialdemócratas y católicos para construir una inédita coalición (PSI, DC, PDSI, PRI, PLI), que prorrogase la exclusión (“conventio ad excludendum”) del Partido Comunista Italiano (PCI). Los resultados de las investigaciones judiciales fueron que una categoría de exponentes que siempre había sido apartada de la gestión gubernamental (representantes del Movimiento Social Italiano, MSI y del Partido Comunista Italiano, PCI) – excepto durante breves periodos de la vida republicanaxli – pudo protagonizar la nueva época al construir su plataforma programática sobre la “cuestión moral”xlii. De esta forma, la gran mayoria de ellos se arrogaron el papel de paladines de la legalidad. Su inmunidad a fenómenos corruptivos se barrunta que fue debida a la falta de gestión del poder, a una narración periodística benévola (en particular, en favor del PCI que no padeció la campaña negativa de las indagaciones), y a una ambigua acción judicial. Dicha acción buscó con determinación y encontró con facilidad ciertas evidencias documentales y testificales a cargo de los miembros de unos partidos (manifestación formal), valorando su teoría acusatoria (manifestación sustancial concorde a la tesis elaborada). En cambio, los mismos fiscales mostraron dificultad, o tal vez timidez, a la hora de recoger pruebas suficientes para incriminar a otros políticos o detectar su actitud delictiva. Particularmente notorio fue el caso Primo Greganti, el famoso “compañero G.”xliii. El exponente comunista, en cualidad de tesorero del partido, declaró ser el único beneficiario del dinero percibido; o sea, 621 millones de liras en una cuenta corriente cifrada del Banco de Lugano (BDL), nombrada “Gabbietta, transferidos por Lorenzo Panzavolta, dirigente del Grupo Ferruzzi en noviembre de 1990. Así como otros 525 millones de ignota procedencia depositados en la cuenta suiza 294469 de la Banca del Gottardo. A pesar de que asumió toda la responsabilidad de los crimines, dejó muchas dudas sobre el hecho de que el PCI – renombrado a partir de enero de 1991 como Partido Democrático de la Izquierdaxlvi (PDS por sus siglas en italiano) – fuera ajeno al sistema de financiaciones ilegales. En este sentido, es necesario comprender como un proceso a una generación de políticos se ha convertido, a lo largo de los años, en un interminable y encarnizado proceso a la política.
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