Quien fuera el vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada en 2002-2003 y luego presidente de Bolivia en 2003-2005, tenía grandes posibilidades de volver a palacio si es que hubiese logrado pasar a la segunda vuelta en octubre 2019. Esto último se debe a que entonces él hubiese podido aglutinar en torno a sí mismo a todo el resto de candidaturas.
A Mesa le hubiese convenido no nuevas elecciones sino que se le calificase para competir en un balotaje contra Morales. Esto le habría permitido canalizar al electorado de los candidatos pro-Bolsonaro como lo fueron Chi Chung y Óscar Ortiz. Bastaba con sus votos (que ellos muy bien pudieron haberle alentado a que él los capture) para que Mesa pudiese haber intentado seriamente aventajar a Morales.
Sin embargo, en la medida que Camacho sacó viada y demandó anular todo el proceso electoral, Mesa aceptó esa nueva línea. Al sacar a Morales del escenario, Mesa pierde el atractivo de ser el único capaz de poder competir contra él en un segundo turno. Sin el presidente que gobernó 14 años al país, todos los distintos opositores a Morales van a querer lanzar sus propias candidaturas. Camacho ahora va a querer nuclear a las fuerzas más a la derecha como el MNR (del que originalmente proviene Mesa) y hasta varias bases del FRI (quien le dio la base legal para que Mesa postulase), y con ello convertirse en un rival que desinfle a Mesa.
Mesa pensaba que todas estas maniobras contra Morales le iban a tender la mesa. Por haber querido vetar la candidatura de Morales y por haber pedido que se anulen todos los comicios del 20 de octubre, Mesa corre el riesgo de quedar desfasado desde la derecha. Al final nadie sabe para quién trabaja.
A los partidarios de Mesa puede que no les quede la salida de llegar a palacio pero si recoger solamente algunos parlamentarios, como quien pueda recoger las migajas que se caen de una mesa.
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