España es una protesta, España es una marea, verde en ocasiones, blanca o azul en otras, que se alza contra el gobierno y la marcha de la economía. Y razones no faltan a quienes salen a la calle "a armarla". El deterioro de la nación nunca había sido tan rápido, tan profundo y tan generalizado. Quizá España no vivía una crisis de autoestima semejante desde la pérdida de Cuba o nuestra lamentable última Guerra Civil.
Será que estoy añoso y próximo a la senectud, de momento más mental que cronológicamente, pero pienso que la crisis económica hunde sus raíces en una crisis de valores. Y de valores tradicionales. Sí, sé cómo suena de mal en la España actual esto de "valores tradicionales". Ya pueden llamarme facha, pero ¿acaso la honradez, por ejemplo, no es un valor tradicional? Pues entonces.
O la coherencia. Yo también me manifestaría con cualquiera de estas mareas que protestan si antes hubiesen salido a la calle con idéntica fruición cuando Zapatero nos recortaba los sueldos, congelaba pensiones o, ignorando tozudamente la realidad, nos empujaba en dirección al precipicio al que hoy parecemos abocados. ¿Por qué callaban entonces, dónde estaban en aquel momento sus voces, sus pancartas, sus manifestaciones, su ruido, su oposición al deterioro de los servicios públicos? ¿No es acaso la coherencia un valor tradicional que debe ser defendido siempre y por todos? ¿Dónde está esa progresía, una postura que puede ser lógica, deseable, sanísima y perfectamente legítima, cuando no le importa abrazar los nacionalismos regionales pero rechaza el nacionalismo español? ¿Existe, pongamos, en Francia, Italia, Alemania, equiparación semejante?.
Yo también me manifestaría con cualquiera de esas mareas si de ellas saliese una vociferante protesta contra la manipulación de cualquiera de las televisiones. No hay nada más educativo en España que la televisión, es algo que todos los políticos saben y a lo que se dedican con especial y pertinaz empeño... ¿Dónde está la voz de la izquierda contra los programas de Telecinco, no sólo Telecinco, en los que la mujer es repetidamente despreciada, humillada y minusvalorada? ¿Y sin en vez de la dignidad de la mujer hablamos de la dignidad y la cultura en general, ésas que son brutamente despreciadas en cualquier programa basura, en el que las palabras ofensivas, blasfemias y voces son parte integrante de su éxito? Aquí quisiera oír a quienes defienden la educación de los niños, el respeto a la mujer, o una coherente relación entre padres e hijos.
Parte de la crisis de España es porque nos hemos empeñado en hacer una nación en la que se habla de putas y maricones más que de esos miles de ciudadanos que estos días hemos entregado miles de kilos de alimentos no perecederos a las puertas de los supermercados. Una España que otorga miles de horas de publicidad (generosísimamente pagada) a Belén Esteban, Kiko Matamoros o al embarazo de la tal Chabelita Pantoja, aceptando como natural, festejable y comprensible el embarazo de una adolescente, se merece todas las desgracias que le pasen.
Sí, sí, y de la derecha tradicional pienso lo mismo, permítanme que tampoco me manifieste con ella, que no, que no. Y que me calle sus desgracias, errores y pecados. Pero son de todos bien conocidos, que de ellos también se ha escrito y hablado... tradicionalmente. Renovación se llama la alternativa y pasa por la disolución de determinados valores actuales. Pero un país que elige pertinaz y empecinadamente a corruptos, importando sólo las siglas por las que se presente, no es inocente sino corresponsable. De ahí el deterioro de España, digo.
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