Los ciudadanos de la Comunidad Valenciana asistieron atónitos la madrugada del pasado jueves al viernes a un esperpéntico bochorno protagonizado por el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, cuando éste decidió poner punto y final a las emisiones de Canal 9 y Radio 9 con nocturnidad y alevosía. Y de tapadillo. Resultó tan chapucero el plan de cierre ‘sorpresa’ diseñado en el Palau, que fueron necesarias más de doce horas para proceder al corte de la señal. Algo que se pretendió hacer de noche, terminó ocurriendo a plena luz del día, a las 12 horas y 19 minutos de la mañana. Una agonía catódica narrada en directo, que alcanzó unos registros de audiencia jamás conocidos por la televisión autonómica valenciana.
Para desgracia de sus gobernados, la descomunal torpeza de Alberto Fabra volvió a proyectar fuera de sus fronteras una imagen altamente negativa de la Comunidad Valenciana, que en los últimos tiempos solo consigue ser noticia a escala nacional por asuntos de corrupción, recortes salvajes, impagos de la Generalitat a todo tipo de colectivos, quiebras bancarias, aeropuertos que no funcionan y despilfarros varios, como la Fórmula 1 en la ciudad de Valencia.
De forma inexplicable, la incapacidad y torpeza de Alberto Fabra le han llevado a asumir un doble desgaste: el ocasionado por la decisión de cerrar la Radio Televisión Valenciana (RTVV) y, sobre todo, el añadido producido al hacerlo al más puro estilo Luis García-Berlanga. Resultó tan grotesco ese punto y final, que el pasado viernes algunas voces se permitieron la licencia de decir que tamaño desaguisado había sido obra de un tal Alberto García-Berlanga.
La agonía de RTVV ha durado casi un mes, periodo en el que la audiencia ha asistido a un acontecimiento insólito: un cambio de línea editorial en los medios públicos de la Comunidad Valenciana de 180 grados. Más de veinte años de altísima manipulación progubernamental dieron paso de forma repentina a muy combativos programas de ataque al Partido Popular y al presidente de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra. Una mutación difícil de asumir. Además, conviene dejar claro que ni era periodismo lo que se hizo durante esas dos décadas del oprobio, ni tampoco lo que se vio y escuchó el pasado mes de noviembre. Los mensajes pierden efectividad cuando se carece de credibilidad. Además, pasar en cuestión de segundos del blanco más blanco al negro más negro, no ayuda a recuperarla.
Los profesionales de la casa eran conscientes del problema. Y parecía que necesitaban redimir sus culpas antes de fundir a negro. Quizá por ello invitaron al último macroprograma de resistencia a la presidenta de la Asociación de víctimas del accidente del Metro de Valencia, Beatriz Garrote. La escena se asemejaba a la del juicio final; daba la impresión de que antes del adiós, los trabajadores de Canal 9 querían pedir perdón por uno de sus principales pecados. Y es que por insólito que parezca, esta señora jamás había visitado las instalaciones de la televisión autonómica.
Y es justo reconocer que la presidenta de la Asociación de Víctimas del Metro ha sido todo un descubrimiento. Después cinco años estudiando la carrera y más de veinte ejerciendo la profesión, las dos clases magistrales que más me han interesado en todo este tiempo han sido las impartidas por la propia Beatriz Garrote. Clases breves, pero intensas. La primera la ofreció recientemente en la gala de entrega de los Premios Ondas, cuando se dirigió a los periodistas con una frase lapidaria: "nunca os olvidéis de que os necesitamos". La segunda fue durante la madrugada del cierre de Canal 9. Tras aceptar el perdón de los trabajadores de RTVV, deseó "que esto nos haga reflexionar, para que no suceda más, para que nadie vuelva a hablar o a escribir al dictado de quienes mandan".
Y todo parece indicar que quienes todavía mandan en la Comunidad Valenciana lo dejarán de hacer pronto. Siendo cierto que Alberto Fabra heredó de Camps una Comunidad en bancarrota y un Partido Popular repleto de imputados, acusados y condenados, también lo es que el actual presidente de la Generalitat ha hecho gala de una sorprendente y preocupante torpeza, que lo inhabilita como gestor. Sobre todo en los últimos meses, en los que no ha parado de meterse en charcos. Una rara habilidad que ha desgastado su imagen hasta unos límites insospechados. Ni es capaz de reclamar ante Rajoy una financiación justa para la Comunidad Valenciana, ni de mantener la coherencia en su línea roja contra la corrupción. Ha sido tan confuso su discurso en este apartado, que hay quien habla de la línea roja “de quita y pon” del President Fabra.
Y de la necesidad de elecciones anticipadas. El descrédito del gobierno valenciano ha alcanzado tal nivel, que no resulta creíble. Y a pesar de la amplísima mayoría absoluta de la que disfruta, ya hay voces que predicen que Fabra no podrá agotar la legislatura. A día de hoy da muestras de una extrema debilidad. Y así, llegar hasta mayo de 2015, parece harto improbable.
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