Este pensamiento ha venido a mi mente ante la duda que se le suscitó hace unos días a un narrador deportivo. Tenía que describir el puesto ocupado por una jugadora de futbol. Se lió entre decir “la extremo derecha” o “la extrema derecha”. Que no es lo mismo. Se cuido mucho de no señalar a la jugadora que ocupaba la otra banda ante la duda entre “la extremo izquierda” o “la extrema izquierda”. Estuvo a punto de meterse en un lío político.
No voy a entrar ahora en disquisiciones teóricas ni en explicaciones científicas. Me parece que todo nace de un excesivo culto a todo lo que suene a femenino, en contraposición a la forma de ser y de hablar de unas generaciones machistas desde el principio de los tiempos. Pero los “progresistas” se han pasado de “frenada” y han caído en crasos errores que les han costado más de una vergüenza propia y ajena.
Lo quieren arreglar con la @ (arroba) para justificar la dualidad, pero me parece muy difícil de aplicarla al lenguaje hablado, la terminación en “e” es muy valenciana, pero poco práctica. La X sigue siendo una incógnita. Se buscan femeninos inverosímiles para quedar bien con los presentes, oyentes o lectores. (No se puede decir “oyentas” ni “presentas”. Suena fatal).
Mi buena noticia de hoy estriba en que podemos tomar la moda y los modos con buen humor. Espero que esto pase pronto o que comencemos a hablar en esperanto; que ahorra mucho. Yo lo tengo solucionado con mis nietos. Cuando se portan “regu” solo digo; “se está rifando una capuana”. Sin distinción de edad o de sexo. Lo entienden rápidamente.
Si empiezo a distinguir, se me escapan por la banda “derecha o izquierda”. Seguiré hablando de mis alumnos en general o de mis amigos sin distinción de sexo, raza o religión. Sin dejar de respetar a mis próceres. (Aquí no hay problema de género).
Lo siento, pero soy “políticamente incorrecto”. No sirvo para político.
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