No está nada claro que en esta democracia podamos defender con libertad nuestras opiniones, valores y creencias No es esto, ¡no es esto!, el sistema democrático de libertades que creía vigente compruebo cada día que no existe, que ha sido sustituido por otra cosa. Algo así como una dictadura de pensamiento único, en la que tanto las personas como los partidos de derecha o izquierda, tengan que acatar unos principios inflexibles, -que no son los de la constitución del 78-, pues en caso contrario serán perseguidos y expulsados a las tinieblas exteriores por la orwelliana policía del pensamiento único.
¿Exagero?, me explico: la aceptación de que el hombre, por serlo, es un machista capaz siempre de matar a una mujer y que la mujer siempre lleva razón si acusa, sin necesidad de probarlo, vulnera todos los principios del derecho, pero se convirtió en ley votada en cortes bajo los auspicios del nefasto Rodríguez Zapatero y las presiones consiguientes al tribunal constitucional, que ha denunciado a destiempo Alfonso Guerra. Si algún partido pretende la más mínima modificación no lo conseguirá y turbas de mujeres se manifestarán desaforadamente en defensa de “sus derechos”.
Defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural es hoy tarea prácticamente imposible. Las personas que lo intentan son perseguidas y denigradas simplemente por querer ofrecer información y ayuda a las embarazadas. Lo que empezó como “despenalización del aborto en determinados supuestos” en el año 1985, se amplió en el 2010 bajo la égida de Rodríguez Zapatero, hasta convertirla en un derecho absoluto llamándola con el tramposo título de “interrupción voluntaria del embarazo”. El Partido Popular que anunció la interposición del oportuno recurso se “olvidó” de ello o estimó que le convenía mantenerla y pasar por “progre”.
En un horizonte cada vez más próximo, se va perfilando el establecimiento del derecho a la eutanasia, llamándola igualmente con el tramposo nombre de “muerte digna”. ¿Quién se atreverá a combatirla?
La ideología de género, con su bandera arco iris y sus carnavalescos desfiles, ha conseguido un extraño reconocimiento social que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo o la difusión de la transexualidad en las escuelas infantiles, tanto psicológica como hormonal y hasta quirúrgica. Todos los partidos, al parecer, están confabulados para mantener este tinglado y perseguir a los que ofrezcan ayuda a los que quieran salir voluntariamente de unas situaciones dolorosas de transexualidad.
La emigración, activada por mafias y ONGs confabuladas para llevar a cabo un trasvase de pueblos desde África a Europa, es peligroso criticarla pues puedes ser señalado como xenófobo y arrastrar el sambenito por el mundo. Si alguien trata de defender nuestras fronteras y poner algún orden en este desmadre, se le etiqueta de ultra que debe desaparecer tragado por el pensamiento único.
Quizás la última ocasión, por ahora, para imponernos un pensamiento único sea el cambio del clima. De forma autoritaria el presidente del gobierno, en funciones, ha lanzado su anatema inapelable: sólo los fanáticos no creen en la emergencia climática. A mí me escama tanto interés en evitar la emisión de gases o la combustión de materias fósiles, pero me temo que todo va encaminado a encarecernos el consumo de energía a partir de enero próximo.
Aquello que nos dijeron de que en una sociedad democrática cada cual puede defender sin peligro sus opiniones, valores y creencias, pues va quedando en menos, por lo menos a mi parecer.
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