Superchería en el marco de actos propios más bien de una sociedad primitiva. Es el festival de celebración de la Carta Otorgada, que no Constitución puesto que la clase política no estimó oportuno convocar Cortes Constituyentes, de 1978.
“España se constituye en Estado Social y Democrático de Derecho”, proclama el texto de 1978. En primer lugar, todo Estado lo es de Derecho, por lo cual la simple mención, tan reiterada por muchos, es una bobada. En segundo lugar la palabra democracia, vacía de contenido y acaso la más prostituida en el siglo XX, como ya advirtiera certeramente Ortega y Gasset, se refiere, tal y como menciona el texto legal a una “democracia avanzada”, lo que en lenguaje socialdemócrata leninista viene a señalar la utopía de una sociedad nueva. De esa nación de naciones que defienden los nacionalistas y, por ende, los socialistas. El Estado, creado bajo el franquismo, es Dios. Un Estado que hoy reniega de las víctimas del terrorismo, asesinadas, como certeramente señalara el ex funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara en días pasados, “por ser españoles”. Es el Estado del consenso social…demócrata. Incompatible con la democracia política, sustraída a los españoles, a quienes se sigue negando la libertad política.
Estos días atrás asistíamos a todo un rosario de frases vacías de contenido, políticamente correctas, cursis en muchos casos, en defensa de un texto que nacía ya viejo y en cuyas páginas se encuentra el germen de los males que nos afligen.
La oligarquía anda debatiendo con tal ocasión, que con algo hay que entretener al respetable, acerca de una modificación constitucional. Los de Pérez Rubalcaba, acaso los que mejor comprenden el texto, proponen introducir en ella el federalismo, por eso de acabar de destruir el êthos de la nación española. Los del PP, que han asumido plenamente el ideario socialista, hacen como que se resisten. Pero sólo un poco. El resto de partidos, sin excepción, no se entera o comparte ideas con ellos.
Porque es precisamente en la Constitución, la de las nacionalidades, en donde se sientan las bases para una nueva sociedad, una nueva nación. Nihilista. La nación “discutida y discutible” de Rodríguez Zapatero. Nada pareciera haber existido antes de ella.
Mucho menos, la nación histórica, que está siendo tenazmente destruida por los actores del consenso, en el cual se va a integrar la banda terrorista ETA. El papel que dicha organización criminal ha jugado a favor del Estado de Partidos, tan necesitado de enemigos internos o externos con el fin de desviar la atención de la opinión pública, está por estudiar.
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