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Etiquetas | Políticamente incorrecta

El imposible debate acerca del aborto

La cultura de la muerte es fruto de las bioideologías, nacidas del nacionalsocialismo alemán
Almudena Negro
lunes, 30 de diciembre de 2013, 07:25 h (CET)
Lo ha dejado muy claro Alfredo Pérez Rubalcaba, líder del PSOE y por tanto del feminismo oficial, cada vez más contestado por la sociedad española: quien esté en contra del aborto es de extrema derecha. Fin de la cita.

Inmediatamente la corrección política de izquierdas y derecha, que llega al 99% en los medios de comunicación, se ha apresurado a cargar contra cualquier intento de acabar o siquiera minimizar el drama, para no ser inmolada en la pira encendida por Alberto Ruiz Gallardón, de niño de PRISA a enemigo a batir, y su anteproyecto de ley del aborto.

Anteproyecto que ya veremos en qué queda después de la campaña del consenso socialdemócrata en favor de la cultura de la muerte. Cultura de la muerte fruto de las bioideologías, nacidas del nacionalsocialismo alemán, mezcla del economicismo socialdemócrata y la politización fascista, que sustituyó la metodología mecanicista propia del marxismo y la socialdemocracia por la metodología biologicista. De eso estamos hablando. De la búsqueda del hombre nuevo, de la nueva sociedad, que es totalitaria –cuestión distinta es que la clase política, infantil e infantilizada, no se da cuenta que precisamente en la curva demográfica negativa que favorece se encuentra el motivo principal de la implosión del Estado del Bienestar, que también es totalitario- .

El consenso político, sustituto bajo el Estado de Partidos del consenso social, propio de una sociedad totalitaria no necesariamente violenta, puesto que recurre sin medida y con notable éxito, reforzado por el sistema educativo, a la propaganda, proscribe la defensa de la vida del nasciturus, reconocido en nuestro derecho desde los tiempos de Roma.

En Europa, ser antiabortista, es decir, defender el derecho a la vida del más indefenso de entre los débiles, supone la expulsión de la vida pública.

Algo que, sin duda, no había medido bien Mariano Rajoy, quien no es un feroz prolife, sino simplemente un timorato señor de derechas que ha osado tocar uno de los dogmas de la izquierda, buena parte de la derecha y sus grupos mascota, empeñados en su utópica búsqueda del hombre nuevo.

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