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Etiquetas | Televisión

Una televisión responsable

“Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”, Groucho Marx
César Valdeolmillos
domingo, 12 de enero de 2014, 12:34 h (CET)
No deseo comenzar el año escribiendo sobre ninguna de las cosas que ocurren y no debieran ocurrir en nuestro país. No. Hemos comenzado el año con un rayo de esperanza que deseamos que llegue a convertirse en un haz luminoso.

Es mucho más entrañable y estimulante referirme a Mario, Ana Luna, Esther o Juan. Cuatro pequeños genios de los fogones que han sido capaces de mantener la atención de casi cuatro millones y medio de españoles en los pasados días navideños, a través del programa gastronómico de televisión MasterChef junior, en el que se buscaba al mejor cocinero amateur del país. Aparentemente y por la denominación del espacio televisivo, se podría pensar que el mismo no tenía otras pretensiones que el de encontrar entre los niños españoles a aquel que demostrase una mejor técnica en el arte de cocinar.

Sin embargo esos niños que estaban a las puertas de la adolescencia, sin proponérselo y para el que sepa ver más allá de las imágenes concretas, nos han dado una gran lección de la que se pueden extraer muy provechosas Como primera y más clara conclusión, creo que MasterCheff, ha sido una prueba clara de lo que es hacer una TV responsable, educativa y entretenida; una televisión que estimula la tolerancia, el compañerismo, el esfuerzo y espíritu de superación; una televisión que ha logrado que los niños participantes compitieran noblemente, pero no con el único fin ganar a sus compañeros, sino con la noble ilusión de ofrecernos lo mejor de sí mismos, lo mejor de lo ellos llevaban en su interior. Con su comportamiento nos han dado la mejor prueba de cómo se promueve la dignidad de la persona y los valores humanos. Posiblemente sin pretenderlo, Mario, el ganador, nos demostró la fuerza que nos proporcionan nuestras raíces, al jugársela en la final con la receta que él tantas veces había visto cocinar a su madre y a su abuela, unas cocochas al pil pil, y con esa fe de lo que él consideraba muy suyo, consiguió alzarse con el triunfo.

Y es que el arte de la cocina, es un vivo ejemplo de imaginación, de entrega y amor que se renueva en cada plato.

El cocinero, antes de colocarse frente a los fogones, piensa primero en aquello que es lo que más nos puede agradar y tras ello, con amor y esmero, dedica una gran parte de tiempo en preparar y condimentar todos los ingredientes que le conducirán a la culminación de la receta elegida. Durante el desarrollo de la misma, piensa siempre en cómo podría mejorarla y por último, una vez finalizada su labor, trata de presentarla de la forma más atractiva y apetitosa a la vista de aquellos para los que ha dedicado su tiempo —una parte de su vida— con ese plato que hará nuestras delicias. ¿No es ello una prueba palpable de generosidad y de entrega? En definitiva ¿De amor?

Por el contrario, que falta de reconocimiento y aprecio a este dar y darse a quienes se trata de agradar, es el lanzarse sobre el plato sin esperar a que su autor esté presente. No hay una prueba mayor de desinterés e ingratitud por el afán y el entusiasmo de que hemos sido objeto.

En cuanto a la televisión, muchos males se le achacan a este medio de comunicación. Es esta una actitud simplista y profundamente injusta. La televisión en sí es un avance maravilloso que ha puesto a nuestra disposición unas posibilidades insospechadas hace tan solo pocos años, no solo en el aspecto cultural y de las comunicaciones, sino lo que es mucho más importante, en el mundo científico.

Pienso que el mayor daño que puede causar la televisión, no radica tanto en sus contenidos como al inestimable espacio que sustrae a otras ocupaciones mucho más enriquecedoras y creativas tan decisivas especialmente en la Es cierto que muchos de los programas de la TV y la propia informática, se han convertido penosamente en un sustituto de la imaginación y la iniciativa, puesto que al dárnoslo todo resuelto, impiden la estimulación de nuestro intelecto para Sin embargo MasterCheff y los niños que en el programa han participado, han hecho que se vengan abajo muchos de los tópicos que se le achacan a la televisión. La televisión como la informática y las redes sociales, solo son un medio para transmitir contenidos. La clave está en manos de quien estén esos medios y con qué fines se utilicen. Porque estos escaparates absorbentes y omnipresentes, pueden iluminarnos o confundirnos; despertar nuestro apetito por aprender o anestesiarnos; provocar nuestra solidaridad y espíritu de equipo o dividirnos y enfrentarnos; humanizarnos o embrutecernos.

Hagamos pues realidad una frase del ex presidente del Gobierno Felipe González, pasando de las palabras a los hechos: “Al gobernar, aprendí a pasar de la ética de los principios, a la ética de las responsabilidades”. Y responsable es aquel que es fiel a sus palabras, sus promesas y sus decisiones, asumiendo sus consecuencias. La responsabilidad es más que un compromiso, y no se nace con ella; se alcanza con la madurez, tratando de hacer las cosas, no solamente bien, sino lo mejor posible. Porque no somos responsables de nuestros sentimientos ni de las ideas infundidas, pero sí de lo que hacemos con ellas. Es muy fácil eludir nuestras responsabilidades, pero imposible esconder la vergüenza y sentimiento de culpabilidad, que como nuestra propia sombra, nos acompañará de por vida.

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