Jared Diamond, biógrafo y premio Pulitzer hace una declaración que merece ocupar las primeras páginas en todos los rotativos del mundo: “Pronto los Estados Unidos dejarán de ser una democracia”. Puntualiza: “me duele y es mi temor. Democracia consiste en que todos puedan votar, y hoy allá están creciendo las voces que desearían privar del todo el voto en amplios sectores sociales”. ¿Solamente en Estados Unidos? ¿No está caminando Europa hacia el suicidio?
Se culpa de la decadencia de Estados Unidos y de Europa al populismo.<b>Diamond</b> define como populista “al líder que culpa a un tercero de los males de su país o sociedad…Si un líder dice a su sociedad que el malvado es de afuera, se delata de incompetente y populista. Y si lo votas, eres cómplice del populismo. Lo son los votantes de Trump que culpan de los males a inmigrantes, intelectuales y periodistas de Washington: eso funciona en las urnas y mata a la democracia”.
El populismo tiene raíces espirituales: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 6: 1-5).
Esta recomendación de Jesús únicamente será atendida si los ciudadanos y las personas escogidas en las urnas para gobernar a las naciones son conscientes que esta recomendación va dirigida a todos ellos. En tanto esto no sea así, si las personas seguimos considerándonos “buenas personas”, no estaremos en condiciones de hacer autocrítica de nuestros propios actos. Seguiremos la filosofía populista de culpar de los fracasos de nuestro entorno familiar y social, y, en el caso de los políticos, culpar a los medios de comunicación y a los otros políticos de los fracasos que son el resultado de las propias decisiones equivocadas. Ello conduce a fracaso tras fracaso. Indefinidamente tropezando con la misma piedra. A los populistas se les puede aplicar la advertencia que el autor de Proverbios hace a quienes son dados al vino: “¿para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas?¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece en la copa. Se entra suavemente, mas al fin como serpiente morderá, y como el áspid dará dolor. Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades. Serás como el que yace en medio del mar, como el que está en la punta de un mastelero. Y dirás: Me hirieron mas no me dolió, me azotaron, mas no lo sentí, cuando me despierte, aun lo volveré a buscar” (Proverbios 23: 29-35)
En las Escrituras cristianas no aparecen las palabras: populista y populismo, pero sí su espíritu. El populista es una persona que se considera superior a las otras. Concepto que le permite juzgar a las otras sin haberse lavado previamente de las faltas que observa en su prójimo. Este comportamiento presuntuoso el Nuevo Testamento lo personifica en los sacerdotes y fariseos que acusan a Jesús de relacionarse con aquellas personas que tachaban despectivamente de “pecadores”.
Con el propósito de denunciar el populismo excluyente haremos una ojeada a un texto que tiene que ver con la conversión de Mateo, el autor del evangelio que lleva su nombre, odiado por los judíos por ser cobrador de impuestos al servicio de Roma y de lo que piensa Jesús de estas personas. Jesús en su deambular por la tierra se detiene en el lugar en donde Leví (Mateo) recauda los impuestos y le dice: “Sígueme”. El funcionario se levanta “y le siguió”. El texto no lo menciona pero es muy probable que Leví agradecido, invitase a Jesús y sus discípulos a comer en su casa. Esta sociabilidad de Jesús enojó a los escribas y fariseos, los defensores de la ortodoxia religiosa y de la moral pública. Estas personas que se consideraban impolutas se acercan a los discípulos para denunciar el mal ejemplo que estaba dando su Maestro: “¿Cómo es que come y bebe con los cobradores de impuestos y los pecadores? Jesús que oye la condena, les dice: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar justos (personas que se consideran buenas) sino pecadores” (Marcos 2:14-17). Bien seguro que estos defensores de la moral pública, al oír la sentencia de Jesús abandonaron el lugar con el rabo entre las piernas, enrojecidas sus caras de vergüenza de la misma manera que lo hicieron sus compañeros de corporación cuando Jesús les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero de arrojar la piedra contra ella” (la mujer atrapada en adulterio). “Ellos, al oír esto, acusaos por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros” (Juan 8: 3-11). Jesús desenmascara a los populistas.
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