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Los que viven del cuento

“Sentirse vivo por dentro es ya un gran avance, al menos para salir de ese estado de mediocridad que nos inunda, de esa tibieza espiritual que nos ha vuelto cómodos e indiferentes.”
Víctor Corcoba
lunes, 27 de enero de 2020, 11:44 h (CET)

El mundo no requiere de vividores, sino de gentes siempre en guardia, dispuestos al auxilio de los más débiles. Los liderazgos tienen que ganar autoridad ejemplarizando su propia vida. Quizás hoy más que nunca tenemos que entrar en acción, repensar lo vivido, ponernos deberes que nos desenganchen de tantas cadenas injustas, tomar la plaza de lo auténtico para derrumbar la voz falsa de los parásitos, hablar claro y profundo, en coherencia con nuestras proezas diarias, impulsar el verdadero espíritu solidario frente al odio y la sed de venganza, que tanto nos ciega a la generación actual, pues el mejor combate es aquel que calma y no envenena, que colma de dichas y no encubre miserias, que sabe mirar y aprende de las absurdas contiendas para que nunca vuelvan a repetirse. Esto nos exige liberarnos de la ignorancia y el resentimiento, para poder cultivar otros horizontes más cohesionados por lo armónico, que es lo que verdaderamente nos llena de quietud y esperanza.

Detesto, en consecuencia, a los cuentistas que todo lo embadurnan de liturgias que no son, que para nada ayudan a entendernos, que dividen y engañan con su lenguaje poderoso, extendido como la pólvora a través de las redes sociales, bajo mil simulaciones y disfraces. Todo este cultivo de maldades, que se han vuelto demasiado familiares en estos últimos años, tiene que cesar de inmediato, nada de pereza por ello, hemos de batallar por otros horizontes más justos, pues no podemos dejar que se adueñe de nosotros este tipo de vicios y corrupciones, cuando lo prioritario debe ser garantizar el derecho a la verdad, a la justicia que ha de ser tan reparadora con sus víctimas como rehabilitadora con sus verdugos, ya que no hay concordia sin rectitud como tampoco hay entereza sin clemencia. Por eso, es importante recapacitar sobre nuestro propio quehacer diario, máxime en una época de multitud de incertidumbres y con tanta gente migratoria buscando refugio por doquier, de ahí lo necesario que es proporcionar alojamiento humanitario temporal, al menos mientras se tramita el caso. No olvidemos que son vidas humanas como nosotros y que podemos ser cualquiera en un momento dado.

En efecto, nadie estamos a salvo. Téngase en cuenta, además, que si fracasamos en ese auxilio conciliador, de poder activar lo equitativo con la propia liberación de cada cual, nos venimos abajo en todo. Tan vital como amar es sentirse amado. De ahí lo transcendente que resulta ser más servidor que dueño, estar en actitud de servicio antes que de poder, laborar las poéticas antes que las políticas, donarse sin pedir nada a cambio en suma. Sin duda, sentirse vivo por dentro es ya un gran avance, al menos para salir de este estado de mediocridad que nos inunda, de esa tibieza espiritual que nos ha vuelto cómodos e indiferentes. Desde luego, necesitamos estar más vigilantes que nunca, precisamente por ese cúmulo de contrariedades que nos están dejando sin nervio ni latido. Justamente la legión de corruptos enredadores suelen hablarnos de integración y ellos suelen ser los primeros que no se mezclan huyendo hacia sus privilegiadas mansiones. Sea como fuere, la realidad es bien distinta a como la predican algunos, sobre todo aquellos que han hecho de su vida, no un servicio, sino un servirse de esa ciudadanía a la que dicen defender y es mentira.

Sólo hay que recordar esa multitud de gentes a las que se les niega el derecho y el deber a un trabajo decente. Por si fuera poca la angustia, la OIT pronostica que el número de desempleados aumentará 2,5 millones este año 2020, debido en parte a la desaceleración del crecimiento económico, pues aunque la fuerza de trabajo mundial aumenta, no se están creando suficientes empleos nuevos para aquellos que ahora están en edad de laboriosidad. Asimismo, alrededor de 120 millones de personas no están clasificadas como desempleadas, pero han abandonado la búsqueda activa de ocupación o no tienen acceso al mercado laboral. Calcula, igualmente, la citada institución que, en total, más de 470 millones de personas en todo el mundo carecen de un acceso adecuado al oficio remunerado como tal o se les niega la oportunidad de trabajar el número de horas deseado. Indudablemente, nos falta comprensión y mediación para que nadie permanezca en la exclusión de algo tan necesario e inclusivo como ha de ser la oferta y el incentivo a la profesión de cada cual, facilitando su acceso a la ocupación de todo individuo en edad de ejercicio. Aquí también hay mucho que combatir, el cáncer de la explotación humana y laboral y el veneno de la ilegalidad. Jamás nos cansemos, por tanto, de luchar por la verdad y por hacer conciencia. Algún día los embaucadores se despojarán de sus desgracias, con el guión del arrepentimiento. Ojalá sea más pronto que tarde. 

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