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La maldición cayó sobre tu sombra...
A pesar del profundo olor a distopía que recorre el planeta como consecuencia de la pandemia de coronavirus Covid-19, en sordina pero de modo sistemático, se está levantando dentro de la izquierda una tendencia a escala internacional supuestamente espontánea procedente de una vanguardia política e intelectual difusa y en ocasiones confusa que predica que después de esta crisis el mundo cambiará a mejor, esta vez sí, sin duda alguna.
Una primera cuestión, y no es baladí, radica en la voluntariedad o no de esos modos de pensar. Sin duda, cuentan las cargas subconscientes, sean genéticas o de otras características. Las intervenciones conscientes serían influenciadas por factores diversos.
Me gustan esas gentes que alientan la importancia de amarse y se alimentan de valores como la generosidad, el compromiso, la constancia o el aguante. De ahí la importancia de unirse y acoger, pues cada día se requiere más ayuda humanitaria, más disposición de la gente, más espíritus conciliadores.
Nos toca embellecer el mundo, construirlo más fraterno, concebirlo más humano, innovarlo con el lenguaje de la mente y del alma, pues únicamente de este modo podremos reencontrarnos y comprendernos, siendo cuidadosos y condescendientes.
Al fin, los acontecimientos apuntan al desvario del pensamiento, ese suplicio provocado por los deslices imprevistos, cuando intentamos el enlace entre los hechos y nuestras ideas.
Las enfermedades tropicales desatendidas (ETD) afectan a más de 1.300 millones de personas en todo el mundo, fundamentalmente en las zonas más pobres del planeta, y suponen un auténtico reto global, no solo de tipo sanitario, sino también económico y para el desarrollo de estas zonas. Según la OMS, más del 70% de los países y territorios afectados por estas enfermedades tienen economías de ingresos bajos o medios-bajos.
¿Qué es el alma, si en mi cuerpo hay tantas, ¿quién soy yo, si tengo mil caras?, ¿quién domina mis acciones y siente lástima de otros, ira o venganza?, ¿quién soy yo si soy mitad buena y mitad mala? ¿debo ser diablo o santa?.
Está convencido de que la dominación masculina está ligada o unida a modos de vida que giran alrededor de la guerra. Los yanomamo son feroces y guerreros, pero lo son por cuestiones de supervivencia. Esto, por supuesto, no justifica su agresividad pero la explica.
El mundo no requiere de vividores, sino de gentes siempre en guardia, dispuestos al auxilio de los más débiles. Los liderazgos tienen que ganar autoridad ejemplarizando su propia vida.
Tiempos agitados con gente menesterosa han ocupado las crónicas por motivos diversos en cada época. Esa presión ambiental alcanza límites tremendos; pone a prueba las capacidades de las personas. La variación de los ejemplos es inusitada, con modelos controvertidos.
Las religiones cuanto más alejadas de Dios, se caracterizan por una liturgia muy elaborada y barroca que ha perdido la frescura de una íntima relación con Dios: Edificios majestuosos como si en ellos hubiese espacio para que el Dios infinito le agradase habitar en ellos y una práctica religiosa de masas cuando la fe es una cuestión personal.
Hace algún tiempo muchos automóviles llevaban pegada en el cristal trasero una pegatina que decía “Todo el mundo es bueno” o en plan más castizo “To er mundo e güeno”
Las contradicciones experimentadas en la vida nos zarandean sin compasión. Cuando creemos saber algo, de inmediato descubrimos en sus entresijos matices insospechables de diverso calado. La BRECHA se establece entre tantos descubrimientos, aleja al verdadero conocimiento del ensamblaje común.
Hemos comenzado el año con el doble asesinato machista en Esplugues de Llobregat, la noche de Reyes, de un hombre de 27 años a su mujer de 28 años y su hija de 3 años. Pasan los años y los hombres siguen asesinando con total normalidad. Esto tiene que acabar.
La legión de abusadores no cesa en este planeta en el que proliferan tantos dominadores sin miramiento alguno. Por doquier rincón encontramos gentes que son explotadas, comercializadas, sometidas al antojo de un poder sin escrúpulos.
No me gusta acariciar la vida desde los balcones, prefiero encontrarme con ella, responder a sus desafíos, activar el coraje frente al espíritu mundano, sacar de mi interior una voz activa y valiente de lucha en favor de la dignidad de las personas, de oposición a la pérdida de los valores, de combate contra la pobreza y tantas otras injusticias que encontramos a diario con nuestro andar.
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