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El avestruz de siete cabezas

​Las matemáticas tienen bien ganado un puesto de cara a los ordenamientos de las cosas, la precisión de las actuaciones, la repulsa de ciertos caprichos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 17 de enero de 2020, 13:00 h (CET)

Las contradicciones experimentadas en la vida nos zarandean sin compasión. Cuando creemos saber algo, de inmediato descubrimos en sus entresijos matices insospechables de diverso calado. La BRECHA se establece entre tantos descubrimientos, aleja al verdadero conocimiento del ensamblaje común; más aún, dificulta sobremanera la coherencia de las manifestaciones de un único sujeto, distancia sin remisión las pretensiones de la persona, de las actuaciones reales y de sus consecuencias. Esa coherencia supone un reto importante. Allá donde dirijamos la atención son patentes las grietas. El poliedro existencial ostenta esas formalidades contrapuestas en constante movimiento de imposible aprehensión global.

El misterio del Yo, sus condicionantes, su entidad; permanece esquivo ante las incursiones sucesivas de quienes pretenden su comprensión total, el fondo principal continúa enigmático. No faltan quienes intentan expresarlo como una única realidad insustituible, una sola cabeza de funciones autónomas. Entre tanto, es habitual toparnos con las numerosas galerías dentro de ese Yo, por ellas circulan impulsos encadenados procedentes de un abismo complejo, transmiten energías vivaces desde conexiones insospechadas. Lo de una entidad bien delimitada se desvanece en esos galimatías. Viene a ser un NÚCLEO activo de dimensiones extendidas por una serie de tramas, percibidas, pero remotas.

Si la versión completa se nos escapa, diluida entre los enigmas profundos; las ramificaciones diferentes de sus componentes complican el asunto, distraen la atención sin aportar explicaciones resolutivas. En la práctica lidiamos con esa variedad constituyente, como portadores de varias cabezas simultáneas, con la expectativa de un mínimo ordenamiento funcional. Esconderlas va a ser muy difícil, por su número; armonizarlas también, por sus discrepancias.

La rapidez en las actuaciones, la agitación, no resuelve la cuestión. El avestruz del siguiente cuento queda perplejo.

El avestruz de siete cabezas

Llamaba la atención, era un avestruz de siete cabezas, altanero y veloz.


Ante el peligro inminente, la necesidad de esconder tantos apéndices craneales era acuciante. Su recurso de escaqueo natural flaqueaba.

Cada cabeza maquinaba con ideas peculiares. ¡En menudo lio se encontraba! Sus dos patas no daban abasto para cumplimentar las proyecciones emitidas desde las alturas.

Tuvo la ocurrencia de acudir al voto expresivo tratando de aunar posiciones. Pronto comprobó que aquel voto se distanciaba de las elaboraciones comunes; venía a ser un voto preservativo de la soberbia implícita en cada cabeza.

La repartición del tiempo dedicado a cada sector pensante, tampoco equilibraba la situación. Los ajetreos promovidos generaban una grave confusión al resto del cuerpo; era imposible prepararse.

Eso sí, mientras, el avestruz corría sin parar…, atiborrado de incógnitas, altanero y prepotente.

La mayoría apunta a la imposibilidad de una colaboración eficiente de las cabezas. Si cada una crecerá como una monstruosidad autónoma, si las patas agotarán sus recursos, o si el tropezón acabará con las dudas; las intrigas se multiplican.

Aún no se sabe el final, pero lo habrá.

Con más frecuencia de la deseable, las conductas observadas ponen al descubierto el contenido de sus cabezas llenas de PÁJAROS; y no precisamente como aves laboriosas ocupadas en sus tareas, sino lanzados a un ajetreo nervioso alejado de sus necesidades habituales. Sin asiento reconocido, el reconcomio de sus impulsos reiterados les arrebata de otras razones; ni reconocen interlocutores, ni perfilan objetivos en el horizonte. Los badazos ponen la rúbrica disforme a sus andanzas.

La disposición de la cabeza es orientativa en relación a la circulación de las ideas por sus adentros. Con un ímpetu inusitado suelen proyectar formas curiosas de enorme interés expresivo. Destaco aquellas con figura erecta de PERISCOPIO equivocado. Parecen levantarse por encima de las realidades subyacentes; sólo lo parecen, en realidad están a nivel del resto. Aunque para ellos prevalece la intencionada disposición original, miran desde arriba con satisfacción enajenada.

En cualquier sector de las actividades escogidas podrán hacer ustedes un diagnóstico precoz de una grave alteración cerebral. Existen mentalidades muy expresivas al respecto, manifiestan un dintel férreo de separación entre sus apreciaciones y las de aires discordantes. Funcionan con una HEMIPLEJÍA total. Movilizados a favor de una parte, venga por donde venga; mientras repudian al resto de aportaciones sin atenderlas, sin ningun miramiento al peso de los argumentos.

Las matemáticas tienen bien ganado un puesto de cara a los ordenamientos de las cosas, la precisión de las actuaciones, la repulsa de ciertos caprichos. Ejercen como elemento complementario junto a las demás entidades inmateriales o materiales. En esos equilibrios inestables inciden las cabezas con dedicación obsesiva a los grandes NÚMEROS; la magnitud elevada a ideal (Tamaño, extensión, capital, posesiones), como arma a su disposición, sin dejar sitio para otro género de preocupaciones.

Aunque no se trate de los protagonistas directos, en los aledaños de las actividades maliciosas (Núcleos de corrupción económica, entornos aún activos del terrorismo etarra, tramas políticas turbias, tergiversación documental), proliferan aquellos cerebros con la máxima aspiración puesta en el reparto PONZOÑOSO de informaciones dirigidas a la provocación de la peor confusión. Casi siempre con el añadido de su ejercicio solapado, con el disfraz que sea menester.

¡Ay, la oscilación entre lo bueno y lo malo! Nos lleva de cabeza. De cómo enfoquemos las mentalidades con la idea fijada en las CONVICCIONES, aparecerán sólo ventajas o riesgos acuciantes. De qué manera dedujeron esas seguridades, si no tuvieron en cuenta a los demás, o se extralimitaron por falta de frenada; así inclinarán el eje de sus méritos. El riesgo se apuntala desde su misma polarización frente a la tarea de aglutinar las esencias.

Quedan por ver otras muchas posibilidades, como el porcentaje de testas ocupadas en el mantenimiento de una HONRADEZ equilibrada, sobre todo conscientes de sus carencias y limitaciones. Les exige una adaptación continua a las tensiones; de esa capacidad surgirá precisamente su resistencia, su permanencia. No es cuestión de proclamaciones facilonas, ni de suplantaciones falseadas; el siemple decir queda corto para la comprensión de su consistencia.

Ni la escapatoria a grandes zancadas, ni los ocultamientos, solucionan los dilemas. Con una o varias cabezas, las DISYUNTIVAS son enriquecedoras, dado que las perspectivas son inagotables. ¿Cómo utilizamos ese grado de libertad disponible?

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