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Hojas de roble

​Con la cansera de los muchos cuentos escuchados, desencantados de los proyectos torticeros, deambulamos hacia la consumación personal
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 7 de febrero de 2020, 08:48 h (CET)

Al fin, los acontecimientos apuntan al desvario del pensamiento, ese suplicio provocado por los deslices imprevistos, cuando intentamos el enlace entre los hechos y nuestras ideas. Numerosos chascos en perspectiva. Nos lanzamos a elucubraciones prolongadas, prestando menos atención a los pormenores activos de cuanto nos acompaña. Son desconexiones que nos afectan, nos enajenan. Los HILOS de esas informaciones son finos; su mantenimiento es fascinante de cara a la ilusión necesaria para la vida. A través de los HAIKUS de hoy, resaltaré algunas de estas vías en franca disponibilidad para cualquier ciudadano interesado en su experimentación.

Suelta las hojas

El roble recio y fiel.

¿Ducho y feliz?

Convivimos en una sociedad, ya no líquida, sino vaporosa; la ligereza compite con la dispersión. Los contactos entre sus elementos, de tan efímeros, con frecuencia pasan desapercibidos. De ahí el realce de las figuras del roble, simbólicas de una FIRMEZA adaptada a su papel en el ambiente. Nada tornadizo, resiste los embates de los agresivos aluviones de intemperancias ocasionales. Destacan también sus dignos finales. Estacionales primero cuando desprenden sus hojas y frutos, definitivos después cuando finalizan sus periplos. El señorío de su presencia es estimulante.

El acertijo

De mi vida está oculto.

Gran ilusión

La incertidumbre nos aboca a dos vertientes existenciales, en esa inquietud lógica por el desconocimiento del futuro. Compensada tal vez, por la ILUSIONANTE expectativa de las posibilidades reales. El determinismo a ultranza, ciego y sordo ante las actitudes personales, parece demasiado tétrico. Máxime, si no se trata de recomponer el mundo, sino de darle sentido a la presencia personal con las decisiones adoptadas. ¿Acaso eligiremos de antemano las opciones frustrantes? En esta dirección no faltan conductas desconcertantes.

Acritudes van,

Invectivas acuden.

El amor vence.

Eso se dice, pero los ejemplos circundantes nos levantan el entrecejo. A todos nos interesa la victoria del amor; a no ser, por estar involucrados en el dominio de muchos por unos pocos. Sólo el amor consigue eliminar las derrotas, aunque exige cuidados laboriosos debido a la enorme cantidad de factores a considerar. La crispación y sus sucedáneos encaminan sus pasos a la desunión, seguida de la degradación progresiva de los ámbitos sociales, en los cuales estamos inmersos sin posibilidades de escape. La victoria, en este caso, o bien es de todos, o va contra todos, en unos despliegues siempre inacabados.

Los paladines

Andan apresurados.

Pierden las claves.

Si ficción fuera, más nos valiera; porque perdimos las claves, circulamos sin ellas, desnortados, avasallados, con las perspectivas ensombrecidas. El círculo se cierra en torno a la mediocridad rampante; los elegidos nos manipulan con informaciones sesgadas y nos pastorean a su antojo aprovechategui. La investigación sobre la naturaleza de las claves necesarias ha pasado a términos muy secundarios. La franqueza en las deliberaciones es un sueño, apartado de la vida cotidiana. Los olvidos se deben a las prisas, pero sobretodo al servilismo abducido por los intereses corruptores del sistema convivencial.

Preguntas tercas

Que nunca se terminan.

Verdadera luz.

Nos convendría retomar de vez en cuando las ideas aprendidas por experiencias previas. Su olvido no justifica su depreciación. Algunas no perdieron ni un ápice de su valor, y su desprecio se deja notar en las malas andanzas actuales. Cómo interpretar sino la PETULANCIA omnipresente en las relaciones sociales. Los llamados líderes, desde sus posiciones, las personas menos encumbradas, desde sus pequeños cotos; quien más, quien menos, adoptó sus opiniones caricaturescas para la suplantación de la búsqueda de las verdades. Circulamos muy apegados a esa enajenación. No se auguran cambios.

Las frustraciones

Pesan, demoledoras.

Crecen las flores.

Es un hecho cruel, las pesadumbres no sólo acechan a las personas; provocan agotamientos desesperantes, reacios a otras comprensiones razonadas. Si las elucubraciones al uso nos abocan a terrenos pedregosos, las perspectivas continuarán siendo sobrías. La misma Naturaleza nos presenta los BROTES insospechados, con la belleza de las hierbas y las flores. Son toda una estimulante invitación para que la conjunción de pasiones y razones nos conduzcan a puertos más acogedores. Topamos con las voluntades remisas o tortuosas, a las cuales necesitaríamos desvelar, para decantarnos por otras colaboraciones.

Las ilusiones

Son un fuerte bagaje.

Semillas al sol.

Si pasamos revista a las trayectorias desde la infancia a la senectud, comprobamos la contumacia nefasta del escaso cuidad. o dedicado al trato con las ilusiones. ¿Cuántas han sido cercenadas desde la escuela? ¿Cuántas dejadas de lado sin la menor consideración? Buscamos los responsables por las afueras, con menoscabo de las investigaciones interiores. La cómoda pasividad de estos descuidos nos somete a un territorio global enfangado. El ABANDONO lorquiano de “ver moverse las ramas”, debiéramos entenderlo como un potente revulsivo. Eso sí, sabedores de la falta de absolutos mundanos; decididos a compaginar las mejores sapiencias de cada uno. ¿Dónde hemos dejado aparcadas estas actitudes?

La mentalidad

Se enfrenta a los destinos.

Fresco manantial.

Con la cansera de los muchos cuentos escuchados, desencantados de los proyectos torticeros, deambulamos hacia la consumación personal. La LOZANÍA existencial procede de los abismos interiores, enigmáticos, pero feraces, sin simulaciones fraudulentas. Su expresión es de una fascinante naturalidad. La implicación compartida viene después, asociada al resto de avatares 

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