Como todos los años en las primeras fechas de febrero, el cine español se ha regalado un merecido homenaje. Productores, actores, guionistas y todas las demás ramas ligadas al séptimo arte se han celebrado a sí mismos y han festejado sus éxitos.
Éxitos que vienen otorgados por el numerosísimo público que a lo largo de todo el año llena las salas donde se exhiben producciones españolas. Desde que tan inteligentemente el mundo del cine español dejara la tesis doctrinarias en las que se apoyaba, abandonando el cine guerracivilista, militantemente sectario, panfletariamente de izquierdas, el público ha respondido masivamente, olvidándose de su tradicional apoyo al cine extranjero, americano mayoritariamente, llenando las salas para ver cintas españolas atractivas, simpáticas, divertidas… aunque sin haber perdido la capacidad de hacernos reflexionar.
Ayer el cine nacional se colgó de su solapa la merecidísima medalla de haber renunciado a las subvenciones, tan cuantiosas como imprescindibles para un cine que hasta su cambio de rumbo, era clamorosamente rechazado por el público. Que los impuestos de los españoles no sean destinados a negocios privados, subvencionando películas tan doctrinarias como plomizas y ayunas de espectadores, algo que ocurría desde la noche de los tiempos, también ha contribuido sin duda al prestigio de una industria que se movía como pollo sin cabeza en el corral de las artes.
Ayer, tanto el presentador como los artistas premiados, autoerigidos no se sabe por qué, en representantes de la Ética, la Justicia y el Conocimiento, nominados no se sabe por quién defensores de los débiles, volvieron en sus discursos a criticar los grandes vicios de nuestra sociedad, afeando a los políticos sus defectos, llamando la atención sobre los errores sociales. De esta manera, unos y otros censuraron conductas reprobables, centrándose en la corrupción de los fraudes en el seno de la UGT de Andalucía, con feroces ataques a la inmoralidad de los dirigentes que fomentaron o permitieron estas prácticas inmorales durante tanto tiempo, exigiendo que sea devuelto a la sociedad aquello que le fue robado por tanto fraudulento defensor del obrero. Obviamente, como ya se sabe desde que se produjo la renovación en el cine español, la ecuanimidad estuvo presente en todos los discursos y no faltaron feroces ataques a los sobres con los que se hicieron los famosos pagos en dinero negro dentro del PP.
También hubo discursos críticos con los desahucios y ERE’s con los que el capitalismo se deshace de aquellos obreros que le sobran cuando las cosas van mal; así grandes y pequeñas empresas, desde Coca-Cola hasta el restaurante de la familia Bardem, recibieron sus correspondientes tarascadas de los actores, productores y guionistas que criticaron estas malas artes capitalistas sin importarles de donde vinieran.
En resumen: un gran acto, lleno a partes iguales de glamour, inteligencia y demandas de justicia social, todo ello coronado por los numerosos éxitos populares del cine español, que lejos del adoctrinamiento que le era propio hasta hace poco ha encontrado un camino personal hacia el éxito y los taquillazos, reencontrándose con un público que hasta este momento le era indiferente y a veces incluso hostil. Enhorabuena y que siga la trayectoria de éxitos cinematográficos de una industria que era hasta hace bien poco una fábrica de quejas.
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