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El presidente venezolano nombrado por Trump

​Juan Guaidó celebra el hecho que durante el discurso presidencial anual a la unión, Donald Trump le puso en la lista de invitados de honor y le mencionó como presidente de Venezuela.
Isaac Bigio
jueves, 6 de febrero de 2020, 08:16 h (CET)

Esto se dio el 4 de febrero, ocasión en la cual Guaidó también conmemoraba sus primeros 30 días desde que supuestamente asumió su segundo mandato como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela.

Lo que llama la atención es que desde el 5 de enero en el que Guaidó reclama se inició su segundo periodo como portavoz del parlamento en Caracas, la mayor parte del tiempo la ha pasado fuera de su país.

En dicho domingo 5 de enero, en el que se renueva la presidencia del congreso venezolano, en un pleno de dicho organismo donde estuvieron alrededor del 90% de sus miembros fue electa una nueva junta directiva encabezada por Luis Parra y otros diputados antichavistas críticos a Guaidó. Este último no aceptó dicho veredicto e hizo su propio pleno en la redacción del diario El Nacional donde él habría sido reelecto pero cambiando toda su directiva.

En un momento que hay dos personas que se reclaman ser presidentes de la Asamblea Nacional, Guaidó ha sido incapaz de liderar a algunos pocos millares para salir en defensa de la legitimidad de su cargo ante lo que él denuncia como el golpe que le ha dado su anterior colega de bancada Luis Parra.

El 23 de enero, cuando Guaidó estaba obligado a organizar una marcha multitudinaria para recordar el primer aniversario de cuando él se auto-juramentó como presidente venezolano en una plaza pública (y Trump lo reconoció al instante), ni él ni sus allegados fueron capaces de hacer cualquier clase de concentración. Paradójicamente ese día fue, más bien, Nicolás Maduro quien salió en el balcón presidencial a dar un discurso ante millares reclamando que hasta allí habían llegado multitudes llenando cuadras en su recorrido.

Cuatro días antes de tal aniversario, el 19 de enero, Guaidó apareció en Colombia para reunirse con su presidente Iván Duque y con el secretario de estado norteamericano Mike Pompeo quienes estaban coordinando maniobras militares conjuntas preparándose para el caso que tuviese que invadir a Venezuela.

Guaidó de allí se fue a Europa donde estuvo con el primer ministro británico Boris Johnson, donde habló ante parlamentarios europeos en Bruselas, donde acudió a la cumbre de magnates y mandatarios de Davos (Suiza) y finalmente estuvo en España donde en vano trató de ser recibido por el presidente Pedro Sánchez. Luego partió a Norteamérica donde sigue estando.

Al momento de escribir estas líneas (que es el 5 de febrero) se cumple un mes desde que Guaidó reclama haber iniciado su segundo mandato como presidente de la Asamblea Nacional (y por ende como presidente encargado de Venezuela). Sin embargo, la mayor parte de ese tiempo lo ha pasado fuera de su nación.

De sus primeros 31 días como presidente reelecto del congreso, 17 los viene pasando lejos de su patria. Cuando él está por cumplir 380 días desde que se auto-juramentó como presidente Guaidó sigue siendo el primer “mandatario” en las más de 7 décadas que tiene la Organización de Estados Americanos (OEA) que ha nombrado decenas de “embajadores” pero que carece de ministerios o de un gabinete, que jamás ha controlado un pedazo de su territorio, un cuartel, un juzgado o una comisaría.

La OEA antes reconoció a los peores dictadores que ha conocido el hemisferio occidental en la postguerra mundial: Stroessner en Paraguay, los Duvalier en Haití, Somoza en Nicaragua, Batista en Cuba, Videla en Argentina, Banzer en Bolivia, Pinochet en Chile, Trujillo en la RD, Odría en Perú, la juntas militares uruguaya de 1973-85 o la brasileña de 1964-85, etc.

Sin embargo, ésta ha sido la primera y única vez en que la OEA ha decidido desconocer a un presidente que asegura haber ganado las elecciones generales con un mayor porcentaje de apoyo (tanto en las urnas como a nivel del padrón electoral) de la mayor parte de los otros mandatarios occidentales, para reconocer a alguien quien no candidateó en ninguna elección presidencial, que no compitió con nadie para ser el portavoz de su partido en el congreso ni para ser nominado presidente del parlamento, y que encima nunca discutió con la Asamblea Nacional que timoneaba la posibilidad de que se iba a autoproclamar como presidente, decisión que mantuvo en secreto y que impuso al resto gracias a que inmediatamente a ello Trump le reconoció oficialmente.

Desde que Guaidó fue proclamado por Trump como su presidente en Venezuela se han producido estas acciones:

Hacer entrar el 23 de febrero por la fuerza a camiones con cajas traídas en aviones militares estadounidenses mediante Cúcuta (la principal ciudad colombiana fronteriza a Venezuela, en la cual se encontraban en ese momento Guaidó junto con los presidentes de Colombia, Chile y Paraguay y el secretario general de la OEA).

Una ola de mega-apagones que pusieron en la oscuridad a Venezuela afectando la producción, los servicios (incluyendo el de agua), los hospitales, etc. Estos “black outs” (que el gobierno denunció fueron producidos por EEUU y por saboteadores internos) se dieron coincidentemente apenas Guaidó retornó en marzo de su primera gira internacional y dejaron de darse apenas Washington se dio cuenta que ello iba generando una solidaridad popular con el gobierno.


Varios complots militares, incluyendo el golpe que se dio en torno al primero de mayo donde Guaidó salió con varios uniformados a tratar de ocupar un cuartel en Caracas.

Un segundo intento de magnicidio contra Maduro (que resultó en la caída de un helicóptero sobre Caracas y la muerte de todos sus tripulantes).

La usurpación de la petrolera estatal venezolana en EEUU (CITGO cuyo capital y ganancias se estiman en decenas de miles de millones de dólares) y la congelación de activos monetarios estatales venezolanos en Europa.

Decenas de llamados públicos por parte de Guaidó para que sus vecinos y EEUU sigan aplicando duras sanciones contra su país y para que ellos invadan a Venezuela a fin de derrocar al gobierno y llevarle a él al poder.

Ni EEUU ni ninguna democracia europea habrían dejado de apresar inmediatamente a alguien quien se auto-juramentó como jefe de estado y de gobierno y que permanentemente demanda como única vía para imponerse el que se realice un golpe militar o una invasión extranjera. En cualquiera de las potencias de la OTAN ya habría sido condenado con fuertes penas como traidor a la patria alguien que se auto-titula mandatario y que pide que países con grandes ejércitos les ocupen, que sigan imponiendo severas sanciones contra la economía o que le hayan intervenido los bienes estatales en el extranjero.

“La Patilla”, el diario de Guaidó, afirma que lo más grandioso de su líder durante gira y su segundo mandato como presidente del parlamento es el haber estado presente en el discurso anual presidencial ante el congreso de la unión. Con ello reconoce que la única legitimidad que tiene Guaidó es la que le da el hombre más poderoso del planeta. Ha sido Trump quien le animó a auto-juramentarse como presidente y quien ha coordinado todos los casi 60 reconocimientos diplomáticos que él ha recibido así como todas las sanciones y actos encaminados a minar al actual gobierno venezolano para imponer en palacio de Miraflores a esta persona que hasta inicios del 2019 era una flor desconocida incluso para el grueso de sus compatriotas.

Guaidó ha demostrado no tener a su lado ni multitudes ni militares. Su único sostén es Trump, y todo lo que ello implica. Sin él Guaidó hubiese sido una oscura figura que habría persistido en un virtual anonimato.

A pesar de su poco poder interno, que la Asamblea Nacional reclama haber cambiado de presidencia y junta directiva, y que en el 2020 corresponde constitucionalmente ir a nuevas elecciones legislativas y a renovar dicho congreso, Guaidó aún puede querer retornar con una serie de sorpresas.

Recordemos que tras el fracaso de su intento de entrar desde Colombia con grupos armados el 23 de febrero él regresó a Caracas a inicios de marzo con un paquete de acciones que incluía llamar a la violencia durante los mega-apagones que justo se dieron apenas se produjo su arribo a Venezuela.

En esta nota no defendemos al gobierno de Maduro ni nos identificamos con sus planteos, pero no podemos dejar de reconocer que los principales problemas que tiene el país con la mayor reserva global de petróleo, son los intereses que tiene EEUU sobre su oro negro.

El hecho que Guaidó pueda seguir queriendo aparentar ser presidente de Venezuela y que el actual gobierno no le haya arrestado temiendo la reacción estadounidense demuestra que dicha república, al igual que las del resto de Sudamérica, siguen siendo dependencias de una mega-potencia que les sigue considerando como su “patio trasero”.

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