En el mundo actual tres fuerzas operan en Ucrania. Ellas son: La Unión Europea, los Estados Unidos y Rusia. Cada una de ellas, actúa de acuerdo a sus intereses particulares. Cada una de las partes, necesita defender sus intereses particulares, de manera que, ante todo buscan ampliar el mercado para sus bienes y un poco el problema, ofrece la oportunidad de incentivar sus economías nacionales.
Para Washington, el problema de Ucrania representa una oportunidad ideal para debilitar a potencias rivales, es decir, Moscú y Bruselas, a costa de las fuerzas y medios que los mismos, utilizan para estabilizar la situación, en este país sumido en el caos. Además, la Casa Blanca se esfuerza por expulsar a Rusia del mercado del gas en Europa (south stream) y tratar luego de ocuparlo, colocando gas de esquisto (shale gas), aunque esta idea, no constituya una perspectiva real a corto plazo.
En cuanto a Rusia, lo más determinante, es la mantención de la estabilidad en sus fronteras, al igual que conservar el nivel alcanzado de integración económica con sus vecinos. A propósito, en los últimos meses, de manera muy activa se esgrime el tema, de si el Kremlin ayudara militarmente a los rebeldes en el este de Ucrania. Las opiniones al respecto, son variadas, otras inclusive, difieren diametralmente.
En términos generales, se maneja la idea de que ayudar a las milicias, es imposible, ya que estas constituyen un número exiguo, en relación al total de la población residente en Donbass, que no se dispone por sí misma y en su totalidad, a defender los resultados de la elección que arrojo su referéndum del 11 de mayo. En segundo lugar, uno de los posibles objetivos de los Estados Unidos, sería el de empujar a Rusia a una guerra, a objeto de que malgaste sus recursos en una región que no lo justifica; al tiempo de que una acción militar rusa contra Ucrania, se percibiría, por la denominada comunidad internacional, como un acto de agresión, que conllevaría a la aplicación posterior, de un sistema de sanciones adicionales.
El segundo grupo esta representado. por quienes abogan con vehemencia, por el apoyo militar inmediato a los residentes de Donbass, habida cuenta de que se trata de tierra rusa, cuya poblacion nativa, es de origen ruso. Tal enfoque, concluye, que si Putin no sale en su protección, tendrá que tolerar una estruendosa y profunda derrota política interna que dentro de Rusia, se interpretara como una pérdida de crédito y confianza hacia el poder político existente. Y lo que es peor, que ello, podría conducir a una situación similar a la que se vivió en la plaza Maidan, pero con la diferencia de que esta vez no seria en Kiev, sino en Moscú.
La verdad, como siempre se encuentra en algún lugar de los límites de la razón. Resulta obvio que los habitantes de Donbass requieren de ayuda. La utilización de algunos métodos que rayan en acciones genocidas contra la población civil, utilizados por Kiev, definitivamente que pueden conminar, respuestas severas. En un ambiente tan explosivo como tal, si Rusia, por cualquier razón, se muestra incapaz de defender sus intereses básicos, en una zona considerada de su influencia natural, entonces no habrá la menor duda y quedara claro, que la misma puede ser expulsada, incluso de una región, de superlativa importancia, por una variedad de razones para Moscú (como lo fueron en su momento, Londres y Paris del Mar Mediterráneo, como resultado de la guerra de Suez en 1956); lo que equivaldría, a un colosal derrumbe para ella. Significaría además, la posibilidad real de que en las fronteras occidentales de Rusia, aparecería un Estado antagónico, toda vez que el mismo seria en primer término, un país controlado por Estados Unidos y en segundo término, por sus satélites europeos. De ello se desprende una conclusión fundamental. Si se hace abstracción del aspecto moral (ya que la política como es conocido, puede ser buena, como también, mala) y en esencia no se involucran los aspectos humanitarios, entonces la participación en este asunto de Rusia, deberá generarse, como consecuencia o en concordancia, con sus más vitales intereses nacionales.
Y aquí aparece una interrogante básica ¿Cómo, a la luz de lo anterior y ante una situación desesperada y casi sin salida para Rusia, se encuentra una solución? En otras palabras, por un lado, Rusia no puede utilizar la fuerza militar, porque los riesgos son demasiado altos, pero por el otro, si no ofrece tal ayuda, se corre el riesgo de que resulte peor para ella.
Vistas las escasas alternativas existentes queda por consiguiente, como una única salida a esta situación para Rusia, el actuar con métodos indirectos, realizando el mismo abordaje que en casos similares, han sido utilizados por los propios norteamericanos. Así, en primer término, tendrían que apoyar la construcción de instituciones de poder en el territorio de las repúblicas recién creadas. En segundo lugar, crear todas las condiciones para la organización de un movimiento interno de voluntarios, que cuente con su mantenimiento y apoyo integral, incluyendo la cobertura favorable de los medios de comunicación internacionales y finalmente, también apoyar la salida y ubicación de los refugiados.
Para finalizar, cabe advertir, que lo que se produce en el este de Ucrania, por parte de ciertas autoridades de Kiev, raya en la aplicación descarada de un terror nazi-terrorista contra su propio pueblo; ya que en el desarrollo del conflicto, se acumula evidencia, que permite afirmar, que se están cometiendo crimenes de lesa humanidad, cuando se autoriza y ejecuta la exterminación de población civil, lo que equivale a genocidio, la destrucción de su habitad y la utilización de armas y municiones de fosforo y otras, prohibidas por convenciones, situación ésta que de no detenerse, eventualmente podría terminar siendo ventilada en tribunales militares internacionales.
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